Japón dos años después. La humildad de lo temporal
Atrás quedan las utopías de mega ciudades y el planteamiento teórico urbano de la generación de Kurokawa. Hoy, el arquitecto se enfrenta a demandas tan reales y vitales como la cooperación y el diálogo.
La delicadeza de Japón es capaz de entrelazar lo natural con lo espiritual y lo espiritual con lo construido.
En un mundo exquisito que Tanizaki describe en El elogio de la sombra como un lugar en el que las gotas de lluvia caen de las hojas y resbalan sobre las piedras para humedecer la hierba, la imagen del Tsunami que arrasó la costa norte de Japón parece aún más estremecedora al destruir una sociedad que funciona como un diapasón para los sentidos.
La omnipotencia de la naturaleza nos ha hecho recordar que, aunque a veces lo olvidemos, el ser humano debe mirar con humildad a su alrededor y sobre todo, con respeto. Cada paso que da la arquitectura y con ella el de todas las demás ciencias, debería ser un paso en armonía con ese ente superior que es el universo y aceptar la belleza de lo no-permanente como algo que nos acompaña en la vida.
Monjes rezando en Kamaishi, Iwate. Foto: AG
La crisis nuclear, el terremoto y el devastador tsunami de marzo de 2011 han revivido la situación de emergencia y la arquitectura efímera en la región noreste de Japón. Las miles de preguntas que surgieron hace dos años acerca de qué hacer o cómo reaccionar a tiempo ante esta situación, han recibido respuestas de cientos de asociaciones voluntarias, estamentos gubernamentales, entidades privadas y colectivos de ayuda internacional que están hoy en día trabajando codo con codo para reconstruir las regiones de Fukushima, Miyagi e Iwate, que sufrieron especialmente las consecuencias del tsunami.
EL ARQUITECTO JAPONÉS O CÓMO SER LA VOZ DEL PUEBLO TRAS EL DESASTRE
Desde mi experiencia como arquitecto en Tohoku y en el estudio de arquitectura de SANAA en Tokio, he sido testigo en todo momento del estado de alarma y necesidad de la arquitectura y la sociedad del norte de Japón desde marzo de 2011.
Dos años después del desastre, la reconstrucción a corto plazo ya ha dado sus frutos gracias a las ayudas de organizaciones como RCF o HOPE, a los estudios de arquitectura japoneses y a las grandes corporaciones como Nikken Sekkei, que han unido sus fuerzas a las del Gobierno para restablecer en lo posible la normalidad en la zona.
Barco en Kesennuma-Iwate. Foto: AG
No obstante y según explica el jefe de coordinación de la reconstrucción de Tohoku, Mikio Yamaguchi, la situación es compleja puesto que la gente del norte de Japón, conocida por su dureza y su carácter férreo, no sabe comunicarse con facilidad con el Gobierno central y en la mayor parte de los casos no existen líderes populares que sepan transmitir el mensaje de los supervivientes al cuerpo político en Tokio.
Existen casos excepcionales, como el del pequeño pueblo de Kerobe -cuenta Yamaguchi- en el que ya existía un líder en quien sus habitantes confiaban: Tatsushi Shimomura, un pescador de la región, fue capaz de reaccionar inmediatamente después del tsunami, reuniendo a su gente y acordando las peticiones y el diálogo a establecer con el Gobierno. Hoy por hoy, Kerobe está casi reconstruido y la línea geográfica que delimita la zona bajo la que no está permitida la edificación ha sido establecida por sus propios habitantes.
Otra destacada figura que se ha configurado como el portaestandarte de la superación y del valor ante la adversidad ha sido la antaño ama de casa, Mikiko Sugawara, que ha reunido a los suyos en la localidad costera de Rikuzentakata para utilizar el dolor como un arma con la que luchar por sus derechos ante el Gobierno.
En esta situación, arquitectos como Toyo Ito, han adquirido mucha popularidad en la zona gracias a que han sabido sentarse a hablar con los pescadores y escuchar cuál es su idea y su perspectiva de futuro. El arquitecto como "charnela" o bisagra entre la sociedad y el Gobierno, hace las veces de líder del pueblo ante una situación cuya gravedad sólo se asemeja a la de la reconstrucción de Tokio tras la segunda Guerra Mundial en 1945 o a la del Gran Terremoto de Kanto en 1923.
Edificio del servicio de bomberos en el que murieron cerca de 300 personas, siguiendo la normativa de emergencia, sin sospechar que el agua anegaría los cuatro pisos de este complejo. Unosumai-Kamaishi. Foto: AG
Los arquitectos como Kumiko Inui, Sou Fujimoto, Akihisa Hirata o Ippei Takahashi, han representado fielmente la figura, hoy borrosa, del arquitecto al servicio de la sociedad.
Atrás quedan las utopías de mega ciudades y el planteamiento teórico urbano de la generación de Kurokawa. Hoy, el arquitecto se enfrenta a demandas tan reales y vitales como la cooperación y el diálogo y muchos arquitectos jóvenes se han lanzado al grito de ¡ahora o nunca! al auxilio de la región de Tohoku.