Puede que 2020 haya sido el año más difícil de nuestras vidas. Una terrible pandemia acabó con la vida de más de un millón y medio de personas, y nos hizo ver la importancia de las pequeñas cosas cotidianas que ahora parecen tan lejanas, como un abrazo a los seres queridos. Estos son los momentos más emocionantes de un año que cambió nuestras vidas.
Nada más llegar, aquel pavo, tal vez consciente de su inmediato futuro, corría de un lado a otro de la cocina y del balcón. Aquel balcón en el que, cuando llegaba el buen tiempo, las mujeres se sentaban para charlar, realizar sus tareas y sentir los primeros calores en las piernas sin medias.
La muerte es el límite de todo ser humano, el horizonte de sucesos que rodean su singularidad. Físicamente, no es posible saber qué hay más allá; metafísicamente, tan solo podemos inferir, elucubrar. En la conversación, mi amigo y un servidor aventuramos una interesante hipótesis que nos gustaría compartir.
Si queremos que nuestros hijos respeten nuestro matrimonio, que nos vean como marido y mujer, dos personas que se aman, tenemos que dejarles ver nuestra relación: los besos, las peleas, las reconciliaciones...
Esta semana, durante mis lecturas en la prensa sobre la muerte de Isidoro Álvarez, presidente de El Corte inglés, he recordado cuando tenía cinco o seis años de edad, vivía en Colombia y el letrero de esos almacenes con muchas secciones me hizo soñar con visitar España algún día.
Si te apetece simplificar tu vida, aquí tienes una lista breve de unas cuantas cosas sin las que se puede vivir. La sencillez empieza aquí. Pero, que conste que es adictivo. De hecho, ahora mi pregunta es por qué tenía antes tantas cosas.
Influye en cómo nos relacionamos con las personas, en las decisiones que tomamos, en las elecciones que hacemos, en cómo nos sentimos y lo que esperamos del futuro. Es nuestro alma, la experiencia, los detalles... puede llegar ser nuestro mejor amigo pero también el peor enemigo.