En la historia de España, han sobrado los principios y ha faltado el diálogo. Porque el diálogo, para que merezca tal nombre, exige aceptar que todos participamos en él en igualdad de condiciones. Exige reconocer que nuestra sociedad, como cualquier otra, está compuesta de elementos heterogéneos, dispares, con distintas ideas e intereses, incluso principios, y que todos tenemos derecho a ser respetados.