Confesiones de una adicta al teléfono
Cuando voy a cualquier sitio, antes de salir por la puerta, suelo asegurarme de que tengo conmigo la Santísima Trinidad: el teléfono móvil, la cartera y el brillo labial. Anoche, al salir de trabajar, no lo comprobé, y cuando estaba en el metro me di cuenta de mi equivocación. Demasiado tarde.