La red social
A la consulta del médico de familia llegan todas las semanas todo tipo de problemas. El tener una red social de seguridad marca una diferencia en el que cae de la cuerda floja a veinte metros de altura.
Toda sociedad se basa en una red social. No es precisamente un invento reciente pese al éxito de Mark Zuckerberg con Facebook. La antropología social estudia los diferentes modos de organización de los grupos humanos. En todos los casos se establece una red de relaciones a las que ponemos etiquetas: pareja, familia nuclear, familia extensa, clan, tribu... La creación de las ciudades y las sucesivas revoluciones produjeron sociedades más complejas, con mayor especialización de roles y diferentes estructuras de poder.
En el momento actual vivimos en una cumbre de especialización, megaciudades y grandes imperios. Pero poco ha cambiado en el fondo. El ser humano necesita de los demás para sobrevivir. Desde el abrazo de la madre a su hijo o el corte de bisturí de un cirujano a su paciente... todos somos necesarios para los demás.
Tan solo quería hacer hincapié en un detalle. La especialización nos hace más vulnerables al depender del dinero para pagar todos aquellos servicios que no somos capaces de satisfacer por nosotros mismos. Si a esto sumamos el vivir en un hábitat urbano sin familia extensa y con pocos amigos, la fragilidad está servida.
Viene bien volver la vista a la vida en cualquier pequeño pueblo. Todos se conocen, la red social es completamente explícita. Todos saben su posición exacta y saben a quién pueden acudir para cualquier cuestión y quién puede acudir a ellos. La familia extensa, amigos y conocidos desempeñan un rol, todos son actores.
Esta red social básica falta muchas veces en las ciudades grandes o dormitorio. Cuando todo va bien no se nota, cuando va mal (enfermedad, paro, problemas en el trabajo o de pareja) se pone de relieve. A la consulta del médico de familia llegan todas las semanas todo tipo de problemas. El tener una red social de seguridad marca una diferencia en el que cae de la cuerda floja a veinte metros de altura. Los efectos de la caída son completamente diferentes. En situaciones de crisis personal o familiar no estamos en la mejor situación para invertir en crear esta red. Lo más prudente es hacerlo cuando tenemos buenas cartas. Pero lamentablemente en la vida lo urgente no deja tiempo a lo importante y esta labor se desatiende.
La cooperación y participación serán imprescindibles en nuestras sociedades si queremos defendernos de las dificultades. Uno de los papeles centrales que los centros de salud deberían tener se llama salud comunitaria, y alienta esta filosofía. La salud está fuera del centro de salud, debemos construirla en nuestras familias, en nuestras calles, en nuestra sociedad. Favorecer redes de participación, voluntariado, asociacionismo es importante. Orientar a los ciudadanos y ciudadanas a salir de sus rutinas y encontrarse con otras personas con parecidas motivaciones y aspiraciones es algo al alcance de todos.
Una de las palabras clave de todos los tiempos es la palabra cuidado. Durante años la hemos delegado en el sistema sanitario y en las prestaciones sociales del estado. Ante el encogimiento de servicios que padecemos tendremos que volver a reformularla entre todos. El cuidado en una sociedad ha de ser mutuo, mientras mejores redes sociales tengamos mejor podremos conjugarlo. No precisamos de más Facebook o Twitter, sino de más flexibilidad mental para salir de lo conocido y ensayar otras formas de construir en sociedad. No duden que a más costuras, a más superposición de redes, el tejido social será más resistente. Con los vientos que soplan requeriremos velas recias.