"Yo sé que no sé". No lo dijo Sócrates, sino alguien con olor a coaching que, más preocupado de convencer que de dialogar, y más interesado en la luz de su epifanía que en la sombra de sus dudas, en realidad quiso decir lo contrario del filósofo: ya sé tanto sobre mí que incluso soy capaz de identificar lo que no sé; he llegado a ser alguien que carece de punto ciego.