Muchas veces, la ansiedad social reside en el miedo que tenemos a "ser descubiertos". Tenemos miedo de que alguien descubra que no somos tan listos, tan experimentados o tan populares como fingimos ser. Las personas auténticas no tienen este miedo.
Los monólogos internos (esos pensamientos que tenemos todos sobre nuestros sentimientos) pueden hacerte resurgir o pueden hundirte. Cuando se comete un error, esos pensamientos pueden intensificar la negatividad o servir de ayuda para convertir ese fallo en algo productivo.
Las personas inteligentes son propensas a cometer fallos tontos porque hay puntos ciegos en su manera de usar la lógica. Y estos puntos ciegos existen porque la gente inteligente tiende a confiar en exceso en su capacidad de razonamiento. Es decir, como están acostumbrados a tener razón y a dar respuestas rápidas, no se dan cuenta cuando meten la pata.
Las personas interesantes tienen un magnetismo especial. Relatan historias increíbles y viven una vida fuera de lo común. Pero, ¿qué es lo que las hace tan cautivadoras? Principalmente, son curiosas. Una persona interesante siempre tiene ganas de explorar, y esa energía se transmite.
Por ejemplo: "Al menos yo nunca he _____". Utilizar esta frase es una manera agresiva de desviar la atención de un error que has cometido echándole en cara a alguien otro fallo, probablemente irrelevante, que cometió hace tiempo (y que ya deberías haberle perdonado). En vez de eso, prueba a decir: "Lo siento".
La situación prolongada de falta de debate político en España en torno a los servicios de inteligencia y a su papel en el siglo XXI es una excepción en nuestro entorno. El proceso de cambio político, regeneración democrática en España y exigencia de transparencia necesita vincularse también al ámbito de los servicios de inteligencia.
La clase política, al menos la española, tiene un profundo desconocimiento del papel de la inteligencia. Esta falta de conocimiento queda también reflejada en nuestra sociedad, donde a pesar de los años de cultura de inteligencia, sigue sin haber un debate riguroso sobre este organismo fundamental del Estado de derecho.
La escuela trata de fomentar la autoestima y la felicidad de cada niña y niño. Por eso es importante que no se sientan juzgados, ni comparados con otros. Que no se menosprecien sus sentimientos y emociones. No se utilizan con ellos los premios ni los castigos, por sutiles e inconscientes que sean. Sus emociones, todas, se aceptan como algo natural.