El autor del triple asesinato de la joven valenciana, más Arliene Ramos y Lady Marcela, tendrá que esperar a la revisión del caso en el Supremo que pide la familia.
Valeria Cruz, estudiante de Medicina de 22 años, fue asesinada en el gimnasio, confundida con una mujer vinculada con cabecillas de un grupo de delincuentes.
Esta es la pregunta que lanzan al Gobierno las ocho mujeres que llevan más de una semana en huelga de hambre en la Puerta de Sol de Madrid. ¿Cuántas más deben morir para la violencia de género sea una prioridad en la agenda de Estado? ¿Cuántas más deben morir para que se tomen medidas eficaces para proteger a las víctimas y también a sus hijos/as? ¿Cuántas más deben morir para que se reconozca que las mujeres son asesinadas por su condición de mujer y no se trate como un caso de violencia más? ¿Cuántas más? ¿Cuántas?
Seguimos hablando de lo mismo. De apocalípticas reinas magas, de líneas rojas, de Susana, de Soraya, de siglas, de radicales, de romper España y de Venezuela. Pero no hablaremos de toda la sangre derramada en República Centroafricana o Burundi. Ni unos, ni otros. Como no hablamos del drama de los refugiados en campaña, como seguimos sin hablar ahora.
El feminicidio de la joven de veintisiete años Andrea Aramayo Álvarez ha puesto de manifiesto la necesidad de que la sociedad boliviana reaccione y rompa con el "adormecimiento natural con que consumimos a diario la muerte de mujeres en manos de sus parejas", como afirmaba la periodista de Página 7, Isabel Mercado.
Ante semejante convocatoria multitudinaria, surge una pregunta: ¿qué pasará ahora? Espero que no todo quede en salir a la calle, porque nos estamos manifestando para que se ponga en marcha la ley que ya existe para erradicar la violencia contra las mujeres; para que existan estadísticas oficiales; para que se garantice la protección a las víctimas, para que se den garantías de acceso a la justicia; para tener una vida sin violencia.