Si la sociedad catalana no desea una repetición del clan Pujol, debe cuestionarse qué medios jurídicos, sociales, culturales o de otro tipo deben establecerse para evitar ser gobernada por una banda de ladrones. Nadie negará que la política catalana hace tiempo que dejó de ser aquel oasis del que se ufanaba la sociedad catalana frente a las turbulentas aguas del centro mesetario.