Feijóo aún no ha caído en la cuenta de que España no es solo Galicia y su tejido caciquil subyacente… aunque hay un tremor de modernidad que sube desde las profundidades sociales.
Como en la publicidad, las letras grandes y los mensajes cortos, con personajes atractivos y superficiales, que en principio deberían de ser como el agua y el aceite, el cuento se ha convertido en un fin en sí mismo.
El régimen ha terminado por creerse sus propias mentiras. Quienes han colocado los paneles que imitan pueblos terminan por creer que están llenos de gente feliz que espera su liberación.
Hay un sector, que por su antiamericanismo y su antiotanismo y su anticasitodo en las democracias liberales y pluripartidistas echa por el camino del debate geopolítico.
Con un Putin desatado y posiblemente no muy en sus cabales puede decirse que Ucrania somos todos, porque a todos los europeos nos alcanzarán las olas de este tsunami.