Es tiempo de aeropuertos y de estaciones. De eternas esperas en las salas consultando la pantalla de llegadas de manera compulsiva; como si a fuerza de concentrarnos en ella consiguiéramos hacer que el tiempo fuera más deprisa. Y si aun sigo creyendo en el espíritu de la Navidad es gracias a los que vuelven a casa, aunque solo sean unos días o unas horas.