Perdón si no te contesto los mensajes... estoy ocupada viviendo mi vida
¿Cuándo empezamos a medir las amistades dependiendo de lo que tardan en respondernos a los mensajes?
¡Qué afortunados somos de vivir en una era en la que podemos comunicarnos entre nosotros con un solo clic! Podemos enviar y recibir mensajes de forma instantánea: wasaps, correos, Facebook y la lista continúa. El receptor puede verlos al momento e incluso, a veces, se nos notifica que lo ha visto.
Somos la sociedad más interconectada de la historia (aunque yo me atrevería a decir que de manera bastante superficial) y cada día a todos nos bombardean con mensajes de publicidad, del trabajo, de la familia o de nuestros amigos. A lo largo de la última década, el número de mensajes enviados cada mes ha aumentado un 1.735%.
No cabe duda de que todos intercambiamos una gran cantidad de mensajes a lo largo del día. A veces nos tomamos un descanso para leerlos y después volvemos a nuestras tareas. Esto lo hacemos en la cola del supermercado, en un descanso después de la cena o después de la siesta. Aprovechamos esos momentos para leer los mensajes, pero no siempre tenemos tiempo para responder.
Y, hasta hace no mucho tiempo, no pasaba nada por hacer esto: recibíamos un mensaje y no existía la obligación implícita de tener que responder de forma instantánea. En esa época enviábamos cartas o dejábamos mensajes de voz en el contestador cuando alguien no tenía tiempo para responder, y ya llegaría su respuesta. En esa época era aceptable que el receptor leyera la carta o escuchara el mensaje y después volviera a hacerse cargo de su apretada agenda, con la idea de responder cuando tuviera tiempo. Sin embargo, conforme evoluciona la sociedad, y con esta capacidad que tenemos en la actualidad de comunicarnos a tiempo real, parece que ha habido un cambio respecto a las expectativas que tienen de nosotros las personas que nos envían mensajes.
No hace mucho, me percaté de que algunas personas tienen un punto de vista muy diferente. Había estado intercambiando mensajes con un amigo un viernes respecto a nuestros planes para el fin de semana. Su último mensaje había sido "¡Que lo pases bien este fin de semana!". Yo leí el mensaje en un momento de descanso del trabajo y no respondí. La semana siguiente, me envió un texto sacado de internet que decía lo siguiente: "Siempre hay tiempo para enviar un mensaje, llamar y responder a aquellos con quienes queremos hablar. Nunca te creas eso de que están muy ocupados":
Acto seguido, me bloqueó y me eliminó de todas sus redes sociales. Vaya...
Me sentí muy mal, porque no me había dado cuenta de que esa persona esperaba una respuesta por mi parte desde aquel día. Yo simplemente había pasado un buen fin de semana como él había sugerido.
Había estado con mis amigos y con mi familia, conversando y socializando. Había pasado un día con mi hijo en un acuario observando la vida marina. Estaba ocupada viviendo mi vida, y eso no incluía enviar wasaps, correos o mensajes de Facebook a nadie, a no ser que se tratara de una emergencia o en caso de que alguien me necesitara de verdad.
Entonces, me pregunto: ¿en qué momento empezamos a medir las amistades o lo importante que somos para nuestros amigos basándonos en lo que tarden en respondernos a los mensajes? Estoy segura de que la vida no va más despacio ahora que en aquella época en que las personas enviaban cartas o dejaban mensajes de voz y respondíamos cuando teníamos tiempo. No estoy justificando que alguien ignore a un amigo que necesite algo, ni una situación en la que alguien esté ignorando los mensajes a propósito para hacer daño a otra persona.
Lo que me pregunto es: ¿desde cuándo es razonable esperar que las personas respondan en el mismo momento en que reciben el mensaje? Me da igual que sepamos que lo han leído. ¿En qué momento dejamos de respetar el hecho de que todos estamos muy ocupados "viviendo nuestra vida de verdad" más allá de los smartphones y las redes sociales?
Sí, muchos de nosotros estamos pegados a nuestros móviles y leemos mensajes a menudo, pero puede que no siempre tengamos suficiente tiempo para enviar una respuesta elaborada como nos gustaría.
De modo que, aunque me frustra bastante ver que alguien a quien yo consideraba un amigo no parece entender este punto de vista, tengo la suerte de tener un grupo de amigos que sí lo entienden.
Amigos que saben que si su casa no está en llamas o no necesitan mi hombro para llorar desesperadamente, puede que tarde un tiempo en contestar. Y eso no quiere decir que no me importen o que no valore su amistad, solo quiere decir que, algunos días, puede que esté ocupada viendo peces en un acuario con mi hijo y viviendo mi vida. Y, sinceramente, no lo siento. No voy a disculparme por eso.
Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Canadá y ha sido traducido del inglés por María Ginés Grao.