Imaginación pre y post ETA
La complicada cuestión del relato tras la definitiva desaparición de la violencia terrorista no deja de producir novedades en diferentes sentidos.
La semana pasada, el alcalde de Rentería, perteneciente a la coalición EH Bildu, expresó su convicción de que "nos faltó a todos la imaginación suficiente para ponernos en el dolor del otro". "Creo sinceramente -añadió- y lo digo con absoluta honestidad, que también a mí me faltaba la imaginación suficiente para ver el dolor más allá del propio".
Lo dijo en un acto de homenaje a tres trabajadores del Ayuntamiento asesinados por ETA, a los que vieron como enemigos, no como personas. Faltó la imaginación, ponerse en el lugar del otro para verlo no "como un enemigo, sino una persona".
Esos asesinados forman parte de la larga lista de víctimas que fue creciendo a lo largo de los años hasta el definitivo cese de la violencia terrorista. Pero se han convertido, a raíz de la intervención del alcalde de Rentería, en tres víctimas importantes, aquellas a las que por primera vez homenajea un responsable institucional de la izquierda abertzale sin medias tintas y hablando claro.
Es habitual escuchar a dirigentes de la izquierda abertzale refiriéndose a las víctimas, a su dolor, a su sufrimiento, pero mezclándolo todo en un cóctel en el que entran asesinatos de ETA, de los GAL, torturas y todo tipo de violencias mayores y menores.
Hasta ahora nadie de ese mundo se había atrevido a hacer lo que ha hecho Julen Mendoza Pérez desde su puesto de primer edil de la localidad guipuzcoana, una población que vivió años de gran dureza como consecuencia de la actividad terrorista.
Ha hablado alto y claro, es la mejor forma de iniciar el largo y tortuoso camino hacia la reconciliación.
Sus palabras han debido escocer a más de uno precisamente en el área de influencia de EH Bildu. En ese entorno, esa labor de "imaginación" y de ponerse en el lugar del otro va a tener que ser especialmente intensa, y seguro que hay quien no está por la labor y no suscribe lo dicho por Mendoza.
Delante de los familiares de los asesinados Vicente Gajate, José Luis Caso y Manuel Zamarreño, el alcalde tuvo los arrestos suficientes para expresar su arrepentimiento: "Si este Ayuntamiento, a lo largo de su historia, o yo mismo... hemos dicho o hecho algo que pudiera haber añadido más dolor al que ya padecíais, pido perdón por ello en nombre del Ayuntamiento y en el mío propio".
Precisamente, el asesinato de uno de los homenajeados, Manuel Zamarreño, mencionado por Fernando Aramburu en Patria, fue el resultado de una acción que llegó poco antes de la tregua de 1999. La tregua se cocía ya cuando Zamarreño fue asesinado, pero los comandos etarras funcionaban con consignas previas y ese fue el terrible sino de Zamarreño.
Estos asesinados no son más que una parte, importante, del dolor esparcido por la actividad terrorista. Para afrontar los nuevos tiempos, como reconoció Mendoza, hay que ponerse en el lugar del otro, del que ha sufrido. Hace falta imaginación.
Es cierto que no se pueden olvidar otras cosas, la actividad de los GAL, las torturas. Pero cierto también que la actividad de ETA, el rosario de asesinatos que vinieron uno tras otro, fue demoledora.
ETA, que nació contra la dictadura de Franco, asesinó mucho más una vez muerto el dictador que en vida suya. Sólo el 5% de los asesinatos de ETA se produjeron desde su nacimiento en 1959 hasta 1975. ¿Qué opinión tendríamos ahora de ETA si ese año hubiera optado por su disolución? Nos habríamos ahorrado un largo reguero de sufrimiento insoportable. A partir de ahí, se inició una desenfrenada carrera que produjo más de 800 asesinatos.
Resulta extrañamente sorprendente que ETA sobreviviera, como un apéndice más de las consecuencias del franquismo, desde la muerte de Franco en 1975 hasta 36 años después, cuando en 2011 proclamó su cese definitivo. Franco estuvo en el poder precisamente 36 años desde el proclamado como año de la victoria, en 1939, hasta su muerte en 1975. Parece una burla del destino.
Y en ese largo camino de destrucción, ETA pasó de atentar contra todo un presidente de Gobierno de la dictadura, como Carrero Blanco, a atacar indefensos "enemigos", como Miguel Ángel Blanco, los homenajeados de Rentería o tantos otros.
Para afrontar ese dolor, efectivamente, hace falta mucha imaginación.