Papa Francisco: Entrevías, a modo de ejemplo
Del cura Enrique de Castro es muy fácil quedarse con sus declaraciones polémicas. Como cuando dice que para él los gais son iguales que los demás, cuando recomienda el uso del preservativo para prevenir enfermedades o califica de absurdo el celibato. Pero quedarse con esto es tan fácil como injusto. El cura rojo de Entrevías lleva casi cuatro décadas metido de fango hasta el cuello en un Madrid de muertes por la droga, violencia -también policial-, pobreza e injusticias de todo tipo. Y ahí estructuró una iglesia de acción alejada del dogma y de los ritos.
Del cura Enrique de Castro es muy fácil quedarse con sus declaraciones polémicas. Como cuando dice que para él los gais son iguales que los demás, cuando recomienda el uso del preservativo para prevenir enfermedades o califica de absurdo el celibato. O como cuando afirma que ante el aborto no cabe la excomunión sino tan solo la acogida, o sentencia que "la Iglesia vaticana es antievangélica". Pero quedarse con esto es tan fácil como injusto.
Enrique de Castro, al que los medios apodaron como el cura rojo de Entrevías, lleva casi cuatro décadas metido de fango hasta el cuello en un Madrid de muertes por la droga, violencia -también policial-, pobreza e injusticias de todo tipo. En un barrio obrero como Vallecas, alejado de la opulencia del otro Madrid de la Catedral de la Almudena y el Palacio Episcopal. Y ahí, en el fango, se ha hecho a sí mismo. Y ahí estructuró una iglesia de acción alejada del dogma y de los ritos. Casa de drogadictos, insumisos, okupas, presos, desahuciados, inmigrantes... y hasta ateos.
Sara, de las Madres Unidas contra la droga, en una manifestación contra la ley Corcuera. Foto: Antonio G. Vázquez.
Eso es todavía San Carlos Borromeo, ahora encabezada por Javier Baeza. Es más que aquella parroquia que el Cardenal Rouco quiso cerrar en 2007 por su liturgia inadecuada y por haber utilizado rosquillas para comulgar alguna vez, cuya historia fue noticia en medio mundo. Ahí se ha creado una microsociedad de lo más heterogénea que huyendo del asistencialismo, aborda todos los problemas derivados de la marginalidad. Y trata de eliminarlos, o al menos contenerlos.
En los últimos años, sin ir más lejos, desde San Carlos se está luchando para encontrar soluciones para los gitanos rumanos que viven en el poblado chabolista del Gallinero, junto al centro comercial La Gavia, en Madrid. Donde nadie debería vivir. A las siete de la mañana grupos de voluntarios despiertan a los niños y les dan de desayunar para fomentar su escolarización. O se los llevan de campamentos, les ayudan con los deberes y se encargan de defenderlos ante los tribunales. Pero hay mucho más: reparten ropa de segunda mano, asesoran legalmente de forma gratuita, acogen a chavales en sus propias casas... "Acoger siempre", que dice Enrique. El primero fue Jacinto a principios de los ochenta, enfermo de hepatitis por culpa de las drogas, y hasta ahora. En 2008 mismo abrieron las puertas de San Carlos a veintidós bolivianos que acababan de ser desalojados de sus casas en la Cañada Real. ¡Durante días el templo se llenó de colchones! Así son. En el templo caben colchones, barras de bar para celebrar fiestas, bancos para la misa de los domingos, carteles en favor de la sanidad pública y un ropero con prendas de segunda mano.
El templo de San Carlos Borromeo convertido en habitación.
Así en la tierra no es más que un reportaje largo que trata de acercar la historia de Enrique y de esta microsociedad a todo aquel que sienta curiosidad sin prejuicios. A todo aquel que quiera conocer otros tipos de respuestas. Crea o no crea. El libro es un compendio de voces y opiniones con las que se puede estar más o menos de acuerdo, pero que muestran una manera de hacer tan valiente como coherente. Y por si se lo preguntan: No, no es un libro de parte. Como periodista, he tratado de convertirme en un mero observador que explicara de dónde viene todo y qué se ha hecho y se hace allí. Y ahí está el resultado. Aunque como dice el cronista José Martí Gómez, el periodismo cuenta historias "objetivas en cuanto al hecho y subjetivas en cuanto a la mirada" y en Así en la tierra la mirada es la mía.
Es cierto que el libro recoge también afirmaciones contundentes y reflexiones que para algunos pueden ser polémicas, pero insisto que quedarse en esto sería tan fácil como injusto. Por eso lamento leer, ya estos días, faltas de respeto y acusaciones rancias. ¿Aquellos que infaman habrán pisado alguna vez San Carlos Borromeo? Sólo espero que la lectura de Así en la tierra sirva para aparcar algunos prejuicios y entender. Tratar de comprender a pesar de vivir en tiempos de incomprensión. Como también espero que sirva para poner otra vez en el mapa la realidad de barrios como Entrevías y de iglesias de calle como ésta.
Esta semana justo se cumplen dos meses de la elección de Jorge Mario Bergoglio como papa y por el momento sus gestos parecen descubrir que otra forma de hacer dentro de la Iglesia Católica es posible. "¡Cómo me gustaría tener una Iglesia pobre y para los pobres!", dijo en una de sus primeras comparecencias públicas como pontífice. En San Carlos Borromeo tiene un buen ejemplo más de esa iglesia entregada a los más desamparados. Con sus contradicciones, como todos, pero incuestionablemente volcada en ellos. Pobre y para los pobres.