Rajoy, la ciencia y el fútbol
Me gustaría también tener un presidente que leyese de vez en cuando Materia, una web sobre ciencia, en lugar del Marca, y que se enorgulleciese de sus profesores e investigadores tanto como de sus futbolistas, y lo demostrase con gestos y hechos, no con palabras vacías.
En junio de 2014, Mariano Rajoy pisaba por primera vez un centro científico tras dos años y medio como presidente. Mientras tanto, hemos visto cómo le ha sobrado tiempo para fotografiarse en diversas ocasiones con los integrantes de la selección española de fútbol y para presenciar en Polonia el debut de la Roja en la Eurocopa de 2012, instantes después de que la banca española fuese rescatada. Incluso le hemos oído decir que su obligación es estar en la final de la Eurocopa. El interés y el tiempo que nuestros dirigentes políticos dedican a determinados ámbitos, ¿repercuten acaso en las medidas políticas que toman? La respuesta es evidente.
En primer lugar, porque el menosprecio y el desinterés que nuestro presidente muestra respecto de la ciencia se traducen en cifras. Como se denuncia en la segunda Carta por la Ciencia, la inversión pública en I+D en España acumula un recorte del 40 % desde 2009, con un presupuesto actual cercano al de 2005: un retroceso de casi una década. A causa de los recortes, y por más que Rajoy se empeñe en negarlo, muchos investigadores siguen viéndose obligados a exiliarse para continuar su carrera científica en otro país: la fuga de cerebros no es una leyenda urbana. En un solo año, España ha perdido 3195 investigadores a jornada completa; solo el CSIC cuenta con unos 4000 trabajadores menos ―la mayoría, jóvenes investigadores― desde 2011. Ante la delicada y alarmante situación de la investigación en España, diversos representantes de organizaciones y asociaciones científicas han escrito dos Cartas por la Ciencia (la primera en 2012 y la segunda en 2013) dirigidas a Mariano Rajoy, así como otra destinada a los líderes de la Unión Europea, publicada en Nature, para alertar sobre la necesidad de tomar medidas urgentes que eviten la ruina del sistema científico español.
Mientras tanto, el fútbol se encuentra en una situación completamente diferente. A pesar de haber reducido una cuarta parte de su deuda, los clubes de primera y segunda división siguen debiendo 542 millones de euros a Hacienda que no pagarían hasta 2020; una flexibilidad con el fisco que bien puede considerarse privilegiada. Como opina el economista José María Gay de Liébana, «durante años se ha tratado a algunos clubes con cierto cariño». A esta permisividad fiscal hay que sumar los fraudes fiscales cometidos por ciertos clubes en la contratación de algunos jugadores y los impuestos eludidos por futbolistas que desvían sus ingresos a paraísos fiscales. Sin duda alguna, el fútbol disfruta de una gran comodidad a la hora de negociar sus deudas con Hacienda debido, en cierto modo, a la presión social que ejercen los miles de aficionados al fútbol. ¿Se imaginan la que se armaría si se decidiese suspender la Liga por las deudas económicas que genera?
Por otra parte, los actos y las palabras del presidente del Gobierno, que debería ser considerado un referente para la sociedad, contribuyen a fomentar la cultura futbolística frente a la científica y repercuten de forma directamente proporcional en las exigencias y protestas de los ciudadanos. Como exponen los investigadores Carlos Martínez y Javier López Facal en el nuevo libro Reaccionados, «los recortes presupuestarios que ha padecido el sector del I+D simplemente no han existido porque no han sido percibidos por la opinión pública y la opinión pública no los ha percibido porque no está ni interesada ni informada de lo que se hace en los laboratorios y centros de I+D en general». Resulta chocante a la vez que preocupante observar cómo, por una parte, no existe una protesta masiva frente a los recortes en I+D que inciden en la economía de nuestro país mientras que, en el caso del fútbol, hay una total impunidad, complicidad y permisividad con las deudas fiscales de los clubes. Sin ir más lejos, recordemos a aquel aficionado del F. C. Barcelona que exclamaba: «Me da igual si Messi roba, ¡soy del Barça!».
Como he escrito anteriormente, creo que es indispensable fomentar la cultura científica para promover la inversión en I+D, si con ello conseguimos que se valore realmente nuestro trabajo como investigadores y se perciban las posibles repercusiones y los beneficios que puede reportar a la sociedad. Es por ello por lo que, mediante un ejercicio de transparencia y comunicación, debemos esforzarnos al máximo por visibilizar y divulgar todos los estudios llevados a cabo, ya sean de ciencia básica o aplicada. Por otra parte, me parece indiscutible que el escaso contenido científico en televisión es una de las principales causas de la poca concienciación y sensibilidad de la sociedad hacia la importancia de la ciencia y el I+D. Me atrevo a augurar que para lograr que la ciencia se convierta en mainstream será necesaria la emisión de más programas divulgativos que apuesten por nuevos formatos, como el reciente y exitoso caso de Órbita Laika, la emisión en abierto de documentales como Cosmos y la aparición de figuras mediáticas y carismáticas ―como lo fue Carl Sagan en Estados Unidos― que ayuden a popularizarla, del mismo modo que lo han hecho Jordi Évole con el periodismo o Chicote con la cocina. Sería todo un éxito que al menos la mitad del tiempo que se dedica al fútbol en los informativos televisivos fuese sustituido por un contenido de carácter científico.
No me cabe la menor duda de que para salir de esta crisis necesitamos más que nunca a nuestra mejor selección nacional de científicos, además de una sociedad que celebre y valore sus triunfos como lo hace con los goles de la Roja en los mundiales de fútbol. Me gustaría también tener un presidente que leyese Materia en lugar del Marca de vez en cuando, y que se enorgulleciese de sus profesores e investigadores tanto como de sus futbolistas, y lo demostrase con gestos y hechos, no con palabras vacías. Por último, señor Rajoy, no desaprovecharé la ocasión de recordarle que su obligación es tratar de estimular, potenciar y fomentar la competitividad de nuestra economía, no asistir a un encuentro de fútbol. Lo que hay en juego es nuestro futuro, y es mucho más importante que cualquier partido.