No esperaba enamorarme de Porto, pero como pasa siempre con temas del corazón, me enamoré y ya. A lo mejor fueron los maltrechos edificios de su centro histórico, su imponente ubicación junto al río Duero o su deliciosa gastronomía. El caso es que Oporto me llegó al corazón.
No esperaba enamorarme de Oporto, pero como pasa siempre con temas del corazón, me enamoré y ya.
A lo mejor fueron los maltrechos edificios de su centro histórico, su imponente ubicación junto al río Duero o su deliciosa gastronomía. El caso es que Oporto me llegó al corazón de una forma en la que Lisboa nunca lo hizo.
Porto es una ciudad amable, de escala humana, de paseos y de atardeceres. Sin ningún monumento imperdible para ver, pero con todo el encanto señorial de una ciudad que parece haber vivido muchos vidas y haber sido muchas cosas.
He creado esta pequeña recopilación de cosas para hacer un fin de semana en Oporto, basado en mi propia experiencia en esta romántica ciudad portuguesa.
Un fin de semana en Oporto
Llegué a Oporto el viernes en el vuelo vespertino de Vueling. Antes de partir no sabía muy bien que esperar de la ciudad. Por un lado había oído relatos de conocidos a los que le había encantado Porto, por otros temía que mi amor por las grandes urbes me hiciera desdeñar la sosegada ciudad portuguesa.
Me dirigí al hotel para dejar las maletas y hacer mi primera excursión al centro en busca de algo que saciase mi apetito, voraz ya a esa hora.
Desde aquí me desplazo hasta la zona nordoeste de la ciudad para descubrir uno de los museos de arte contemporáneo más importantes de Portugal, el de la Fundación Serralves.
Y ya estaba, sólo me quedaba darme un paseo por los frondosos jardines de la fundación, haciendo tiempo hasta que el cruel reloj me indicase que era hora de volver al aeropuerto y regresar a Barcelona.
Fue un fin de semana intenso, pero bien aprovechado. El próximo viaje a Oporto lo haré con más calma y mucho más vino.
Descubre más de esta ciudad en la página oficial de Turismo de Oporto.