La fantástica historia de la compositora que se impuso al racismo y encandiló con su música clásica
Orquestas de todo el mundo han interpretado sus sinfonías.

En un mundo dominado por hombres blancos, donde las oportunidades para una mujer negra eran casi inexistentes, la compositora, Florence Price, logró hacer que su música resonara en una de las orquestas más prestigiosas de Estados Unidos. Esta mujer no solo rompió barreras de género y raza, sino que dejó un legado que, aunque olvidado durante décadas, hoy brilla con la fuerza de su talento.
Su historia es la de una lucha incansable contra la discriminación y los prejuicios. Es la historia de una mujer que, a pesar de las adversidades, compuso, soñó y creó música que cautivó a quienes tuvieron el privilegio de escucharla.
Los primeros pasos de su carrera
Florence Beatrice Price nació en 1887 en Little Rock, Arkansas. Venía de una familia afroamericana acomodada, donde su padre era un dentista reconocido y su madre, maestra y pianista, le inculcó desde pequeño el amor por la música. A los cuatro años ya tocaba el piano con destreza ya los once compuso su primera obra.
Consciente de su talento, su madre la educó en casa y la preparó para ingresar al New England Conservatory of Music en Boston, una de las instituciones más prestigiosas de Estados Unidos. Sin embargo, para evitar el racismo de la época, Price se hizo pasar por mexicana y así pudo completar sus estudios en un ambiente predominantemente blanco.
En el conservatorio, Florence se especializó en piano y órgano, y fue alentada por profesores, como George Chadwick, a explorar la riqueza de la música afroamericana en sus composiciones. Sin embargo, el camino hacia el éxito no sería fácil.
Su cambio a la gran ciudad
Tras graduarse en 1906, Price regresó al sur de Estados Unidos, donde trabajó como profesora de música. En 1912 se casó con un abogado y formó una familia, pero la violencia racial en Little Rock se volvió insoportable. En 1927, tras el linchamiento de un hombre negro cerca de su hogar, Florence y su familia huyeron a Chicago, como parte de la Gran Migración de afroamericanos en busca de mejores oportunidades.
Sin embargo, la vida en la ciudad tampoco fue sencilla. En 1931, su matrimonio terminó en divorcio, dejándola como madre soltera de dos hijas. A pesar de las dificultades, nunca dejó de componer, para mantener a su familia, trabajó como organista en cines y escribió música para anuncios de radio bajo un seudónimo.
El triunfo contra todo pronóstico
El punto de inflexión en su carrera llegó en 1932, cuando Price participó en los Wanamaker Foundation Awards, un prestigioso concurso de composición. Su Sinfonía n.º 1 en mi menor ganó el primer premio y llamó la atención de la Orquesta Sinfónica de Chicago, que decidió interpretarla en 1933.
Este fue un momento histórico ya que por primera vez, una sinfonía compuesta por una mujer afroamericana era interpretada por una gran orquesta en Estados Unidos. La obra recibió elogios por su riqueza melódica y su combinación de influencias afroamericanas con la tradición sinfónica europea.
A pesar del éxito, el reconocimiento no fue suficiente para garantizarle una carrera estable. Las orquestas seguían sin estar convencidas de interpretar música compuesta por mujeres negras, y aunque Price continuó escribiendo sinfonías, conciertos y música coral, su trabajo quedó en el olvido.
El redescubrimiento de una leyenda
Florence Price falleció en 1953 en Chicago, dejando un legado de composiciones que, durante años, permanecieron en la sombra. Sin embargo, según el medio Muy Interesante, en 2009, ocurrió algo que cambió su destino. En una casa abandonada en Illinois, se descubrieron decenas de partituras originales de la compositora, incluidas algunas de sus obras perdidas.
Este descubrimiento despertó un nuevo interés en su música. De hecho, orquestas de todo el mundo han interpretado sus sinfonías y en 2018, la editorial G. Schirmer adquirió los derechos de sus composiciones, asegurando su difusión.