La mayoría ha muerto, larga vida al parlamentarismo
#Brexit y #26J han escenificado la muerte del juego político en la batalla de las urnas. Parece ser que a partir de ahora tendremos que acostumbrarnos a formar parte de una sociedad diversa, dividida ideológicamente de manera casi simétrica y a vivir en un empate político permanente.
Así se me antoja el estado actual del juego político, el de las mayorías. Y parece que los últimos en darse cuenta de su propia muerte son los partidos, que aún viven con la ilusión patriarcal de gobernar en mayoría.
Pero el verano europeo es inmisericorde: #Brexit y #26J han escenificado la muerte del juego político en la batalla de las urnas. Parece ser que a partir de ahora tendremos que acostumbrarnos a formar parte de una sociedad diversa, dividida ideológicamente de manera casi simétrica y a vivir en un empate político permanente.
Las dos contiendas electorales consagran la muerte de los resultados mayoritarios. Por un lado, el Brexit nos muestra un Reino Unido tan dividido como imposibilitado para relacionarse con Europa. Y por otro, el 26J nos presenta una España dividida en sus apoyos políticos frente a otra España que, cansada de no ver resueltos sus problemas, ni siquiera vota.
Pero, ¿existe algún punto en el que podamos aun ver un acuerdo o desacuerdo mayoritario?
Parece que sí, que hay acuerdo mayoritario en los análisis políticos. Todos apuntan al papel de los emergentes; esos nuevos partidos o movimientos que han cambiado las reglas del juego político. Desde los populistas neocon, desmemoriados y sin ganas de analizar su propia historia económica a los autodenominados postmarxistas, ignorantes en su mayoría de las reglas de la hegemonía que el mismo Marx preconizaba; ambos son responsables inequívocamente de haber colocado en tablas el damero electoral.
A la vez, parece que tambien hay desacuerdo mayoritario entre los portavoces de todos los partidos y sus voceros mediáticos. Ante una ciudadanía perpleja, se sigue proclamando que aquí ni ha ganado ni ha perdido nadie, y a la vez, que han ganado o perdido todos, simultánea y descaradamente.
La realidad es que las mayorías estéticas no satisfacen las expectativas de una ciudadanía preocupada por la ética y el buen gobierno. Las nuevas reglas del juego demandan un esfuerzo parlamentario y pactista equiparable a la Transición, por más que moleste a algunos el recurso a la memoria histórica.
La política patriarcal de los vencedores y vencidos consagrada por la mayoría está muerta, aunque aún no lo sepa. ¡Larga vida al parlamentarismo!