Algunas paradojas de la democracia
No deja de resultar paradójico que se defienda el sistema de elecciones primarias para los candidatos a presidente de Gobierno y simultáneamente se especule con el resultado de las negociaciones y acuerdos parlamentarios que se pueden articular en un sistema de representación como el que tenemos.
En los debates que hasta la fecha se han celebrado entre algunos de los partidos que concurren a las elecciones generales del próximo día 20 se pueden apreciar varias circunstancias que ponen de manifiesto la ignorancia o la falta de respeto de la que hacen gala algunos entrevistadores y comentaristas, que deberían estar obligados a conocer el funcionamiento de nuestro sistema político y el de los partidos que confluyen a unas elecciones generales.
La falta de democracia interna es uno de los argumentos a los que con frecuencia se agarran quienes ven en esa carencia una de las razones que explican el debilitamiento de las organizaciones partidarias españolas. La exigencia de democracia interna en los partidos debería ser, por lo tanto, una de las premisas que deberían acompañar en sus planteamientos a quienes con tanta razón la demandan. Pero quema a la coherencia que ese deseo de democracia se vea ignorado cuando, en debates o en entrevistas, los candidatos a diputados son constantemente requeridos para que expliquen -"sin irse por las ramas"- con quiénes pactarían para formar una mayoría que les permitiera alcanzar la Presidencia del Gobierno en el supuesto de que nadie obtuviera suficientes escaños para gobernar en solitario. Quienes conocieran los estatutos y defendieran la democracia en el seno de los partidos, jamás osarían hacer ese tipo de preguntas que se saltan a la torera a los órganos de representación y dirección facultados para tomar ese tipo de decisiones. Concretamente, en el PSOE, la política de pactos es una de las competencias reservadas en exclusiva al Comité federal socialista que, como se sabe, es el máximo órgano de dirección del PSOE en el periodo que va de un Congreso federal a otro. Por eso, someter al secretario general socialista a la tortura permanente para que diga con quién pactará después del 20D es un ejercicio que evidencia o desconocimiento de los Estatutos Federales socialistas o falta de respeto a las normas internas de que se dotan los partidos. Resulta paradójica la exigencia de funcionamiento democrático en el seno de los partidos y, a renglón seguido, avasallar a uno de sus miembros para que decida sobre algo que corresponde al conjunto de la militancia.
En el debate que organizó Antena 3 TV y al que faltó el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, la vicepresidenta de ese Gobierno ocupó el puesto que, junto a PSOE, Podemos y Ciudadanos, tenía reservado el Partido Popular. Mucho se especuló sobre las razones que animaron a Rajoy a no querer participar en ese encuentro y, también, algunos jugaron con interpretaciones sobre la presencia de Soraya Sáenz de Santamaría como sustituta del presidente. Parece que los más avezados adivinaban en ese gesto la intención del Partido Popular de ceder la candidatura popular a la Presidencia del Gobierno a favor de la vicepresidenta si las exigencias de eventuales socios parlamentarios pasaran por no querer votar a favor del candidato Rajoy. De los cuatro que participaron en ese debate, solo el PP estaría en condiciones de aceptar el cambio de un candidato por otro. El PSOE no podría aceptar esa condición puesto que su candidato, Pedro Sánchez, ha sido elegido como tal en unas elecciones primarias. Tampoco Podemos o Ciudadanos podrían ceder en ese tipo de exigencias por las mismas razones. No deja de resultar paradójico que se defienda el sistema de elecciones primarias para los candidatos a presidente de Gobierno y simultáneamente se especule con el resultado de las negociaciones y acuerdos parlamentarios que se pueden articular en un sistema de representación como el que tenemos, en el que son los diputados -y no los ciudadanos- los que eligen para presidente a aquel candidato que es capaz de conformar una mayoría parlamentaria que le asegure la elección, siendo menos significativo el número de diputados obtenidos o el orden en el que el candidato vaya situado en la lista de su partido.
¡Qué paradoja sería esa que obligara por ley a elegir por primarias a los candidatos a presidente del Gobierno y, al mismo tiempo, se mantuviera la ficción de un sistema de representación parlamentaria como el que tenemos constitucionalmente!