El enigma Stonehenge
Dicen que es uno de los puntos más energéticos del planeta, junto a Machu Picchu y a las pirámides de Gizeh. Lo que sí es cierto es que Stonehenge es el monumento más misterioso de Inglaterra. Testigo mudo de la historia, su primera etapa de construcción comenzó hace unos 5.000 años.
Dicen que es uno de los puntos más energéticos del planeta, junto a Machu Picchu y a las pirámides de Gizeh. Lo que sí es cierto es que Stonehenge es el monumento más misterioso de Inglaterra. Testigo mudo de la historia, su primera etapa de construcción comenzó hace unos 5.000 años en una época incluso más lejana que las pirámides de Egipto. El conjunto está formado por círculos concéntricos de piedras llamadas "sarsens", algunas de un tamaño y peso descomunales para los medios de la época. Poco se sabe de por qué sus arquitectos realizaron semejante esfuerzo, simplemente está allí, en un paraje entre las localidades inglesas de Amesbury y Salisbury viendo pasar el tiempo.
La primera vez que tuve la oportunidad de visitarlo fue en septiembre de 2008, a día de hoy ya han sido casi una decena de veces. Apenas recién aterrizado en Southampton un colega de trabajo, alemán para más señas, me comentó que visitaría Stonehenge el fin de semana siguiente. Lógicamente no pude negarme a semejante plan.
El sábado nos pusimos rumbo a Salisbury. Como aperitivo del día nos acercamos a su impresionante catedral justo el día en que se celebraba su 750 cumpleaños. Un par de horas más tarde estábamos camino a Stonehenge. Un mero trámite ya que apenas son 10 kilómetros la distancia que lo separa del núcleo urbano. Aún recuerdo las sensaciones al ir avanzando por la carretera. Tenía la mirada puesta continuamente en el horizonte hasta que por fin apareció. Allí estaba y yo con la treintena ya cumplida sintiéndome como un niño pequeño que va al parque de atracciones. ¡Cuántas veces lo había visto en TV o como espectacular fondo de escritorio en algún ordenador!
El monumento consta de cuatro anillos en cuyo interior se encuentran las llamadas "piedras azules" y una losa conocida como el altar. En total son casi un centenar y rodeándolo todo un foso. Aunque no se duda de que Stonehenge fuera alguna vez un cementerio nadie ha podido determinar su función y, sobre todo, cómo una civilización sin tecnología avanzada fue capaz de construir semejante coloso. Las piedras del exterior proceden de canteras locales pero las que forman el anillo interior fueron traídas desde las Montañas de Preseli en Gales situadas a más de 300 kilómetros de distancia (¡y sin ayuda de la rueda!).
Con el precio de la entrada entregan al visitante una audio-guía que va contando historias y anécdotas a lo largo de una serie de paradas. Sin embargo no esperéis una explicación clara ya que el "enigma Stonehenge" no está resuelto. Las teorías más aceptadas sobre su cometido hablan de que pudo ser un monumento funerario, un santuario o un observatorio astronómico pero nada está probado y junto a éstas hay millones más o menos fantásticas.
A pesar de su impresionante imagen Stonehenge está en ruinas. Muchas de las piedras originales fueron utilizadas por las anteriores generaciones para construir sus casas o reparar caminos. En el mejor de los casos simplemente se cayeron. Asimismo el monumento ha sufrido muchos daños por las continuas visitas. En este sentido la audio-guía relata cómo el herrero de Amesbury alquilaba la maza a los turistas para que pudieran llevarse un recuerdo. A principios del siglo XX los arqueólogos se dieron cuenta del valor de Stonehenge y además de estudiarlo acometieron restauraciones para acercarlo a su estado original.
Como expatriado o, como dice mi hermana, avanzadilla turística, he tenido el placer de ir unas cuantas veces, una por cada visitante que recibí en Inglaterra. Nada menos que siete visitas en menos de dos años y lejos de quedarme al otro lado siempre crucé la valla. Es cierto que Stonehenge se puede ver desde la carretera, pero merece la pena entrar y sentir la magia. Para cuando miréis el reloj habrá pasado más una hora.