¿Adivina de qué no hablaremos esta noche? El debate sobre la independencia entre catalanes.
Me atrevería a decir que sí que es un fenómeno extendido en la Cataluña actual -al menos, en los núcleos urbanos- que amigos y familiares eviten durante las comidas y las cenas sacar el tema de la independencia por temor a que la discusión pueda generar un distanciamiento.
Hace unos meses, en este mismo diario, el antiguo dirigente de Esquerra Republicana de Catalunya, Joan Puigcercós, publicaba un artículo donde arremetía contra unas declaraciones del ministro del Interior, Jorge Fernández Diaz, en las que señalaba que en Cataluña se estaba produciendo un fenómeno social difícil imaginar algunos años atrás. Tal fenómeno, que él personalmente había podido constatar, era el de familias que ya no se reunían a cenar porque se buscaba evitar el enfrentamiento a raíz de los últimos acontecimientos políticos que están ocurriendo en Cataluña. En efecto, el debate sobre la eventual independencia de Cataluña ha generado una importante división en la sociedad catalana, una fractura social nunca antes vista.
Con buen sentido del humor, Puigcercós traía a colación la película Adivina quién viene esta noche como referencia fílmica de las situaciones familiares mencionadas por el ministro: "'¿Adivina quién viene a cenar esta noche?' Le dice una señora a su marido y, ante el ceño fruncido de este, añade ella: '¡Tu futura nuera, la independentista!' '¡Pues no hay cena de Nochebuena ni comida de Navidad!', responde el marido sobresaltado".
El artículo defiende que en una sociedad democrática no debe haber miedo a la discusión política, y que no debería confundirse el debate con la fractura. El artículo concluía de la siguiente manera: "Lo dicho, no conozco a nadie en Cataluña que deje de reunirse con sus amigos y/o familia a causa del debate soberanista... Sólo aquellos que la desconocen o pretenden manipularla pueden ver una fractura en aquello que es consustancial a la democracia: la contraposición de la ideas". Y señalaba lo que para él era el núcleo del debate en la Cataluña actual "Lo de Catalunya es un debate político en el cual se contrastan dos modelos para Catalunya, seguir igual o ser un nuevo estado".
Son varias las afirmaciones discutibles en el artículo. Y revelan de qué modo los dos nacionalismos enfrentados oscurecen aquello que no les interesa que aparezca en el debate público, dado que es contrario a sus intereses como partidos que se sitúan en los extremos del arco político con respecto al modelo político-territorial para España y Cataluña.
En primer lugar, resulta simplificador y tergiversador afirmar que el centro de la discusión política actual en Cataluña sea optar por dos modelos únicamente, "seguir igual o ser un nuevo estado". Está claro que consciente o inconscientemente, Puigcercós esconde otras alternativas que plantean otras fuerzas políticas, que optan por una vía intermedia entre el continuismo de la situación actual y la ruptura. Alternativas federales o confederales son perfectamente viables, o al menos tan factibles, como las dos anteriores. Y están planteadas de forma razonable.
En segundo lugar, no deja de ser sorprendente que ambos políticos sustenten una tesis tan fuerte, la de la fractura social o la inexistencia de tal, sobre la base simplista de sus percepciones personales. Es decir, convierten una anécdota en una categoría y a partir de ahí lanzan andanadas de no poco empaque a sus opositores. No sé si caeré en el error que he denunciado en el ministro y en el antiguo dirigente de ERC, pero sobre la base de mi experiencia personal y los comentarios de otros amigos, me atrevería a remedar el título del artículo de este último y optar por "¿Adivina de qué no hablaremos esta noche?". Sin llegar a la fractura de la que avisa el ministro, pero sin caer en la complacencia del debate plácido al que apela Puigcercós, me atrevería a decir que sí que es un fenómeno extendido en la Cataluña actual -al menos, en los núcleos urbanos- que amigos y familiares eviten durante las comidas y las cenas sacar el tema de la independencia por temor a que la discusión pueda generar un distanciamiento.
De alguna manera, las posiciones más extremas en el debate padecen de un error de percepción común que quizá se origine en un fenómeno lateral que acompaña al mencionado en el párrafo anterior. Y es que en realidad, sí se habla, se comenta y se discute sobre la independencia de Cataluña..., pero cada uno se cuida muy bien de hacerlo con el grupo de personas que sabe de antemano que tiene un punto de vista compartido. Ello genera una distorsión acerca de cuál es el sesgo del debate y de cuál es la fuerza del otro grupo. Por ejemplo, los soberanistas señalan el grado de ímpetu del independentismo observando la cantidad de banderas independentistas que hay colgadas en los balcones. Mientras que el grupo opuesto apela a la cantidad de balcones donde no cuelga la estelada. Por ello, no es de extrañar que se produjera una gran sorpresa entre las huestes no independentistas al ver que tanta gente participaba en las manifestaciones del 11 de septiembre..., pero también entre los soberanistas, cuando en 2010 y gracias a las victorias de la selección española, muchísimos balcones catalanes se adornaron con la bandera española.