A Pedro Sánchez le queda una larga batalla para salir victorioso
Una mala noticia para Pedro Sánchez es que, si quiere darle un giro a la izquierda al PSOE, se va a tener que enfrentar todos los días a críticas y más críticas de la derecha política y mediática, pero también de los sectores en torno a los cuales ha pivotado el socialismo español en las últimas décadas. Tendrá que fajarse diariamente, bajar al barro, crear una estructura de comunicación capaz de construir un nuevo sentido común entre los sectores progresistas del electorado. Y contener a una parte del partido que, ya lo estamos viendo, empieza a revolverse con sus primeras decisiones, como la del CETA.
Otra mala noticia para Sánchez es que ni él ni el PSOE cuentan con un activismo de musculatura tan potente, por ejemplo, como el del laborismo británico, que desde la llegada de Corbyn al liderazgo del partido, ha sumado 400.000 nuevos militantes, creándose todo un aparato de contrainformación y propaganda capaz de desestabilizar los mensajes de los sectores políticos y mediáticos tradicionales. En España, mucha de esa gente está hoy en día en los aledaños de Podemos.
La buena noticia para él es que algunas de las personas que lo rodean, como Narbona, Borrell, Escudero o Tezanos, son probablemente las mentes más brillantes de esa socialdemocracia nítidamente de izquierdas con sólidas bases ecologistas que pueden dar al PSOE un programa serio y coherente.
Otra buena noticia para Sánchez es que, si sabe aprovecharse de las críticas, tiene ya hecha su campaña electoral como líder de la izquierda, enfrentado al establishment que no ha pestañeado en estos ocho años de crisis mientras las clases medias y trabajadoras se hundían en la pobreza y la precariedad. Y eso, evidentemente, refuerza su posición frente a Podemos.
Si alguien pensaba que el congreso del PSOE cerraba algo definitivamente, me parece que se equivocaba. Supongo que habrá que esperar a que los votantes apoyen -o no- el giro de Pedro Sánchez para que los críticos del 'nuevo PSOE' envainen -o no- las espadas. Entre otras cosas, porque un giro a la izquierda rompe el statu quo y provoca inquietud, también en los sectores más liberales de la socialdemocracia. Un eventual triunfo de este partido socialista aumentaría impuestos al gran capital y disminuiría sus beneficios, impondría más controles medioambientales, cuestionaría la filosofía del crecimiento ilimitado, abriría el camino a la renta básica, afectaría al bolsillo de los que tienen dinero de verdad. A muchos no les deben faltar ganas de buscar a su Macron español para intentar vaciar al PSOE de votantes socialistas moderados con una fuerza política amable para el capitalismo de toda la vida.
Puede que triunfen, como en Francia, con la participación más baja de los últimos cincuenta años. O puede que se peguen el toletazo del siglo, como en Reino Unido, con la participación más alta de las últimas décadas y el mayor crecimiento laborista desde 1945.
El itinerario de Sánchez es arduo y con un reto ineludible: la necesidad de recuperar el pacto entre los sectores progresistas de las clases medias y las clases trabajadoras con el objetivo de crear una sociedad más igual y cohesionada.
Lo tiene difícil, pero no imposible. Ahí está Corbyn: a sólo dos puntos de ganar a los conservadores en las últimas elecciones, ya representa una nueva corriente que suma votos en el maltrecho socialismo europeo.