Llévate tu propia tecnología al colegio... ¡y conviértete en 'hacker'!
La semana pasada, el New York Times publicó una historia sobre los problemas que plantea que los niños utilicen sus propios aparatos tecnológicos en el colegio. Pues bien, yo tengo en mi propia casa un excelente experto en el tema: mi hijo adolescente.
Hacerme con un nuevo ordenador es, para mí, una experiencia sumamente traumática. Tengo instaladas en mi Mac Mini personal (vintage, de 2009) todas mis aplicaciones favoritas, y todos los archivos y carpetas están exactamente donde me gusta. Tengo todas mis cuentas, configuraciones de sistema, configuraciones de red y fuentes personalizadas y optimizadas. Me tiré semanas haciendo pruebas para poder dejarlo todo de modo que pudiera centrarme en pensar y producir y no distraerme con los bits y bytes que se pierden por el camino.
Con el paso de los años, Apple me ha echado una mano al permitirme "migrar" mis datos, cuentas, aplicaciones y configuraciones de red cuando me compro un nuevo Mac (lo que no ocurre demasiado a menudo). Y Google me ayuda a sincronizar mis marcadores y las extensiones del navegador cuando accedo a Chrome. No utilizo iCloud ni Google Drive, pero sí Dropbox para asegurarme de que los documentos importantes me vayan siguiendo según paso de un equipo a otro. Todas estas herramientas hacen que me sienta cómodo con todos los ordenadores que uso.
Es importante sentirse cómodo con las herramientas que uno emplea para rendir bien. Utilizar el ordenador de otra persona siempre me da una sensación de disonancia cognitiva, y he notado que lo mismo les pasa a los desarrolladores que contratamos en Huffington Post: cuando llegan siempre tardan uno o dos días en configurar su nuevo ordenador. E incluso entonces, según surgen nuevas tareas y proyectos, tienen que realizar continuos retoques para que su trabajo no se vea interrumpido porque el cortafuegos les dé la lata o porque falten bibliotecas de UNIX.
Toda esta sincronización, optimización y personalización se conoce como gestión de la configuración y es un floreciente negocio tecnológico. Herramientas como Puppet permiten a los administradores de sistemas profesionales automatizar la configuración de sus torres de servidores y sus ordenadores de usuario. Y herramientas como Migration Assistant (de Apple), Sign In (de Google Chrome) y Dropbox acercan la gestión de la configuración a los simples mortales.
La semana pasada, el New York Times publicó una historia genial sobre los problemas que plantea que los niños utilicen sus propios aparatos tecnológicos en el colegio. Es una idea genial en vista de que el presupuesto de las escuelas públicas es cada vez menor, pero a algunos educadores les preocupan los problemas de soporte técnico o la falta de investigación sobre los dispositivos personales y el aprendizaje. Pues bien, yo tengo en mi propia casa un excelente experto en el tema de llevar tu propia tecnología al colegio (BYOT, por sus siglas en inglés): mi hijo adolescente. (¡Cuando mis hijos se hagan adultos, tendré que adoptar otros nuevos para mantenerme al día de las tendencias tecnológicas!)
El instituto al que va mi hijo les deja llevar su propia tecnología, pero tiene amigos en otro instituto cercano en el que dan un iPad a cada estudiante. Desconozco cuál es el análisis oficial de estos programas, pero mi hijo me brindó la perspectiva del sujeto de la prueba y el análisis propio del periodista adscrito.
El centro X deja que sus estudiantes lleven a clase sus propios teléfonos, tabletas y portátiles... si el profesor considera que es una buena idea. Hay quienes utilizan estos dispositivos para tomar notas o para ponerse al día en Reddit. Vamos, que es el equivalente al cuaderno con espiral de mis tiempos. Evidentemente, debemos desaprobar que se navegue por la red en clase pero todos hemos perdido el tiempo haciendo garabatos (el equivalente a navegar por la red previo a la era de Internet) alguna vez. Cuando las lecciones son interesantes, los estudiantes utilizan sus dispositivos para buscar temas que no les resulten familiares, para chatear con amigos de otras clases y saber su opinión, o marcan alguna página web para seguir investigando más tarde. Y eso es exactamente lo que hace la gente en las reuniones a las que me toca asistir. A menos que alguien haya establecido la descabellada idea de no aceptar dispositivos durante las mismas, todos estamos haciendo varias cosas a la vez.
El centro Y le entrega a cada estudiante un iPad. Al principio todo es genial, porque a todo el mundo le gusta que le regalen un iPad y eso permite igualar las condiciones de todos los alumnos. Si tus "unidades parentales" (que es como llaman a la gente como yo) no pueden permitirse o no entienden el valor de los iPad, el colegio interviene y te lo da.
Pero los niños del centro Y han aprendido la dura lección de que nunca te dan nada gratis. Los iPad que proporciona el colegio llevan instalado software de gestión de la configuración y de supervisión. El uso de la tableta está controlado y solo pueden instalarse programas aprobados. Los estudiantes no pueden hacer varias cosas a la vez. De hecho, estos iPad tan controlados impiden el libre flujo de comunicaciones e información que hacen tan especial nuestra era del Internet móvil.
En respuesta a esta supervisión tan agresiva, los chavales de Y liberan sus iPad. La verdad es que me hace gracia la ironía de que todos los estudiantes de un instituto se sientan motivados para convertirse en hackers por culpa de un programa de tecnología escolar tan mal pensado y creado por unos administradores bien intencionados, pero alejados de la realidad.
Sería mejor para todos si Y siguiera el ejemplo de X y permitiera en el aula la política de BYOT sin control alguno. Es más productiva y permite que los chavales desarrollen las destrezas que van a necesitar cuando accedan al mercado laboral. ¿Y qué pasa con las familias que no puedan permitirse los equipos más avanzados? Las siguientes líneas, sacadas del artículo del NYT, abordan perfectamente este problema:
En el siglo XXI resulta difícil vivir bien, y ya no hablemos de ir al colegio, si no se tiene un teléfono inteligente. La "relación inversa" que observó Boulware se debe a los padres controladores y sobreprotectores que mantienen la tecnología apartada de las manos de sus hijos por temor a los efectos negativos de ésta sobre su desarrollo cognitivo. En mi opinión, esta estrategia es contraproducente, pues nada es más positivo para un estudiante de secundaria que tener toda la información y opiniones del mundo en la punta de sus dedos.
En el mundo real, que se está volviendo cada vez más un mundo de realidad aumentada virtualmente, un teléfono inteligente, una tableta o un ordenador portátil son herramientas básicas para la supervivencia. Incluso los Amish cuentan con un procesador de textos (y no lo digo en broma, sino porque es un gran ejemplo del pensamiento "estoy fuera de vuestra red y no quiero participar en vuestra cultura tan dañina")
Efectivamente, hay niños tanto en X como en Y que no pueden permitirse los dispositivos más avanzados, y deberían recibir ayuda. Y deberían hacerlo de un modo que realmente aborde sus problemas de una manera real y permanente, algo que no hacen los iPad controlados por el colegio. Dejemos el software de gestión de la configuración para las torres de servidores y demos a los chavales lo que verdaderamente necesitan, sin compromiso digital alguno.