Cuatro inútiles y un incapaz
Si en español hay una palabra bonita y breve es "útil": procede del latín utilis, compuesta de uti- (servir, poder ser usado) e -ilis (posibilidad), y equivale a la cualidad de lo que puede ser usado porque sirve para algo. De ella deriva "inútil", lo que no sirve, lo que no genera provecho y no beneficia a nadie. En España, sin ánimo de ofender, tenemos cuatro inútiles.
Ante la reiteración en la política nacional de actividades estériles, de escenas manidas y con los mismos protagonistas, tan previsibles como aburridos, me siento obligado a opinar, para lo cual he decidido, no sin antes sopesar el esfuerzo, ya que tengo el cerebro en modo estival, reunir un par de ideas que antes desarrollé por separado en otros medios.
Primera idea: inutilidad e incapacidad
Déjenme que, como es mi costumbre, empiece por buscar ayuda en lo más útil que hemos inventado los seres humanos, los lenguajes y sus diccionarios. Si hay en español alguna palabra bonita y breve es "útil". Esta palabra procede del latín utilis, compuesta de uti- (servir, poder ser usado) y el sufijo -ilis (posibilidad), y por lo tanto equivale a la cualidad de lo que puede ser usado porque sirve para algo.
De ella deriva "inútil", lo que no sirve, lo que no genera provecho y no beneficia a nada ni a nadie. Aplicado a una persona es la no apta, ya sea por contar con alguna discapacidad o minusvalía o por enfrentarse a algún problema sin contar con la habilidad necesaria para resolverlo, para encontrar esa solución imaginativa y valiente que hace posible lo que parecía imposible.
Pero los verdaderos inútiles se reconocen, no sólo por no saber solucionar lo difícil, sino porque hasta con lo fácil yerran o se atoran, lo cual nos lleva a otras dos sabrosas palabras del español común, como son "vago" y "perezoso", sinónimos de inútiles perfectamente prescindibles, como tan atinadamente lo denotaba aquella sabia expresión castrense: "Inútil total para el Servicio Militar".
En segundo lugar tenemos la palabra "incapaz", que viene del latín incapax, compuesto por el prefijo de negación in- y el verbo capere (agarrar o coger), del que derivan "capaz" y "caber". Referido a una persona, es aquella que puede asumir o recoger tareas, encargos o funciones relevantes dada su buena predisposición, resistencia o habilidad. Y derivado de ello, también tenemos "recapacitar", que es pensar atentamente antes de aceptar un trabajo o asumir un puesto, cargo o actividad.
¿Qué les parece si aplicamos estos conceptos a la política española actual? ¿Hace falta explicar de quién se trata? No, ¿verdad? Esto es blanco y en botella. En España, sin ánimo de ofender a nadie, tenemos cuatro inútiles y un incapaz (o quizá sea al revés, o ambas cosas, eso lo dejo a su elección). Los cuatro líderes de los partidos principales, que han demostrado ser claramente incapaces de ponerse de acuerdo y, por lo tanto, inútiles para solucionar la situación política del país. Y hay otro, el rey, jefe del Estado, que parece ser incapaz de asumir una tarea quizá demasiado compleja para su puesto: conseguir que los inútiles se conviertan en útiles.
¿Luego...? Luego, están ellas.
Segunda idea: ellas
Como ya dije en su momento, uno de los mejores libros de poesía editados en España en las últimas décadas es Ellas tienen la palabra (1997), dedicado exclusivamente a poetisas españolas nacidas después de 1950 y lleno de poesía sublime. En ese libro justiciero sólo desentona el presentador, que es un señor muy respetable pero que, al comienzo de su presentación, empieza dudando de la capacidad de sus lectores -que, curiosamente, significa lo mismo que "electores"-, tildándolos de "presuntamente inteligentes". Pero lo importante, insisto, son "ellas", las protagonistas admirables de un libro sublime.
Pues bien, si enlazamos esta idea con la primera parte de este post, en la política española de los últimos meses el protagonismo es de cinco varones, los cuatro líderes de los principales partidos políticos y el rey. Los cuatro consideran a los electores presuntamente inteligentes por haberlos elegido, pero irrelevantes a la hora de respetar sus mandatos.
Pero lo peor es que ellos no parece que se percaten de su inutilidad e incapacidad. Ellos están tan por delante, tan presidentes -que es lo que significa esa palabra-, que no miran atrás para ver si tras ellos hay personas más útiles y capaces. Si miraran, verían lo mismo que el presentador del libro citado: una larga fila de mujeres nacidas en las últimas décadas que seguro que les superan en muchas cosas y que, como poco, se entenderían mejor entre ellas.
Lo dije al poco de concluir las primeras elecciones: "Dejen que las cuatro 'ellas' más relevantes de los partidos negocien, y que la quinta, la reina, las coordine". Y conste que no lo dije con sorna ni micromachismo. Lo dije y lo digo de corazón y conciencia. A ellos les pido que se retiren de sus presidencias y a ellas que acepten el encargo, que acuerden y resuelvan.
Mas, por si acaso no les fuese posible desenredar la intrincada telaraña de desatinos y entuertos que ellos han tejido, sugiero que, cuando se convoquen las temidas terceras elecciones, en las listas electorales no figure ninguno de los cuatro inútiles y que el quinto incapaz tampoco intente coordinarlos.
Así, sí no hay más remedio que convocar nuevas elecciones y fuesen ellas las que asumiesen la tarea, al menos nos parecerían más nuevas las elecciones y, sin duda, más interesantes ellas.