El arcoiris en un rostro
Disfrutar la explosión del arco iris en un rostro. Concentrar la mirada en los colores palpitantes, arrolladores y vibrantes de la realidad. Buscar el éxtasis en la diversidad cromática o encontrarlo en los miles de matices de un tono.
Contemplar cientos de sonrisas porque sí, porque es domingo, porque vuelve el calor, porque respiras. Porque te permites olvidar, aunque sólo sea unas horas, crisis, corrupciones, esclavitudes, pérdidas, dolores y miserias. Porque celebras el regalo de vivir y pintas la realidad a tu gusto, con la vehemencia y la libertad del que sabe que nada importa más allá de este momento.
Tal vez por todo ello celebrar un festival indio como el Holi sea imprescindible en estos tiempos. Porque hay luz (e infinitud de colores) al final de cualquier túnel.
Y, a veces, esa luz no es la de un tren avanzando contra nuestro destino.
[Retratos fotográficos tomados el 14 de abril en la rambla del Carmelo (Barcelona), muy lejos de la India, donde el Holi es, desde hace siglos, un festival-institución que celebra el tiempo de cosecha, la llegada de la primavera y, a modo de efímera metáfora, representa una sociedad sin castas, etnias, religiones o clases sociales, una simplificación del inmenso y complejísimo puzzle que es la India. Los intensos colores, fabricados antaño con flores de plantas medicinales, simbolizaban remedios ayurvédicos contra enfermedades provocadas por el cambio de temperatura estacional. Hoy, más de veinte siglos después, algunos alertan de la toxicidad de los polvos utilizados, el impacto medioambiental de las hogueras previas y las agresiones sexuales cometidas durante el caos indisoluble a la masiva celebración. ]