Brexit: apuestas y encuestas
Los partidarios de la permanencia en la UE han reaccionado tarde, cuando los resultados de las encuestas empezaban a ser alarmantes y han entrando de lleno en la cita aceptando el pulso de las emociones e intentando ahora meter el miedo en el cuerpo sobre los problemas económicos a los que se conduciría al país si gana la propuesta de la salida.
Foto: EFE
Entramos en el sprint del referéndum sobre la permanencia -incorporando las notables excepciones obtenidas por Cameron- o salida del Reino Unido de la Unión Europea. Una parte final ensangrentada de manera incomprensible por el asesinato de la joven política laborista Jo Cox. Cuestión que me ha hecho pensar si, tras tal brutalidad, debía publicar esta reflexión, ya que parece que se impone el silencio como mejor forma de respeto a la víctima y porque, tras la muerte, es difícil pensar en nada.
Es difícil -por no decir imposible- calibrar cómo afectará el asesinato a los resultados del próximo jueves. Los medios británicos piensan que llevará a la reflexión y, por lo tanto, a pensar su decisión, a algunos de los previamente arrastrados por la fuerte carga emocional puesta en el anzuelo de los Boris Johnson, Michael Gove o Nigel Farage para pescar votos en favor de la salida. De hecho, los mercados de cambio de moneda dieron cierto respiro a la libra a partir del viernes 17 de junio.
Parece que la cosa se ha puesto entre la lógica racional de los que defienden la permanencia y la fuerza emocional de los que, a lomos del soberanismo, optan por la salida, debiéndose señalar que éstos han jugado sus cartas estratégicas con suma habilidad. En primer lugar, la obtención de la celebración del referéndum puede considerarse una victoria para los opuestos a la permanencia. Se les da la oportunidad de medir sus fuerzas y, aun en el caso de que perdiesen y no lo hicieran por mucho, tendrán en tal celebración uno de sus trofeos. En segundo lugar, porque han dominado la comunicación durante la mayor parte del tiempo. El solo hecho de la denominación popularizada del acontecimiento -Brexit o sobre la salida de los británicos, como si Irlanda del Norte estuviese al margen- y no, por ejemplo, bajo la denominación de algo parecido a referéndum por la permanencia de Reino Unido en la UE, es ya significativo. Han ganado la batalla de la comunicación pública los que ponían el horizonte en la salida y no en la permanencia. Los partidarios de la permanencia en la UE han reaccionado tarde, cuando los resultados de las encuestas empezaban a ser alarmantes y han entrando de lleno en la cita aceptando el pulso de las emociones e intentando ahora meter el miedo en el cuerpo sobre los problemas económicos a los que se conduciría al país si gana la propuesta de la salida.
Para el observador externo, la situación creada por el referéndum es tan incierta como apasionante. Confieso que mi interés profesional está detrás, lo que me lleva a seguir con especial atención los resultados de las encuestas que publican los distintos medios de comunicación británicos al respecto. Hay que señalar que los distintos Brexit poll-tracker ofrecidos por distintos medios facilitan enormemente tal labor de seguimiento. Algunos con series de sondeos que vienen desde verano de 2015: la radiografía de un embarazo que tendrá su parto el día 23 de junio. Unas líneas que han tendido a ser favorables a la permanencia hasta hace relativamente pocas semanas, cuando se iba acercando el momento de la verdad, el del voto.
Así, a pocas horas de que se destapen las urnas, varias encuestas han dado ventaja a la opción de salida de la UE, aun cuando bien es cierto que las diferencias medias se han reducido en los últimos días. Sin embargo, las casas de apuestas, con tanta tradición en las Islas Británicas como las casas de encuestas, dan la victoria a la permanencia. Y, además, lo hacen con cierta holgura. Al igual que las encuestas, se vienen registrando resultados de apuestas desde verano del año pasado; pero aquí se ha mantenido durante toda la serie el mayor número porcentaje de apuestas a favor de la permanencia. Los movimientos de los apostantes nos dicen que la victoria será por un porcentaje corto, obteniendo entre el 45% y el 50% del total de votos.
Claro está, nos encontramos ante dos formas de acercarse a los acontecimientos futuros muy distintas. En una, las encuestas, se recoge de forma agrupada lo que dice cada uno de los encuestados que va a hacer el 23 de junio. Por lo tanto, cada uno habla por sí mismo. En la otra, las apuestas, se recoge cómo la gente se juega su dinero sobre lo que cree que va a hacer el conjunto de la sociedad. Con relativa independencia de lo que los apostantes vayan a hacer el día de la votación, éstos dicen lo que la gente hará.
Como cabe pensar que los apostantes también siguen los resultados de los sondeos mediante encuestas, es curiosa la constatación de la divergencia. Puede significar, entre otras cosas, que los apostantes no se creen tales resultados de las encuestas, o que estén provistos de unos especiales procedimientos de estimación. Tal vez aquí esté la cuestión, en que unos ponen en marcha procedimientos de estimación más o menos fundamentados o intuitivos, fruto de su propia cocina; mientras que las empresas demoscópicas están ofreciendo fundamentalmente resultados derivados de respuesta directa de los encuestados. Es decir, sin introducir ningún tipo de esa mítica cocina posterior a la obtención de los registros.
Vistas así las cosas, los nervios de cara al próximo 23 de junio se acumulan. En primer lugar, por saber cuál será la decisión final de los ciudadanos del Reino Unido con respecto a Europa. Una decisión que les compete a ellos, pero que repercutirá en todos los europeos. Pero, también, por saber si ganan las apuestas o las encuestas, y las encuestas-sin-cocina o las encuestas-con-cocina. ¡Apasionante!