¿Vamos a permitir que las empresas farmacéuticas pongan precio a nuestras vidas?
Gracias a la mejora en métodos de diagnóstico y gracias al desarrollo de terapias y fármacos, es posible detectar y tratar muchos tipos de cáncer de forma mucho más efectiva que años atrás. Sin embargo, esto es solo válido para aquellos que puedan pagarlo en EEUU o en países en desarrollo.
Guillermo Orts-Gil y Patricia Casbas-Hernández
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el número de casos diagnosticados de cáncer ha ido aumentando de forma progresiva en los últimos 40 años. Sin embargo, la mortalidad asociada al cáncer ha disminuido. Pese a todo, según el Instituto de Estadística de Salud de Washington (IHME) el cáncer representa aún, junto con las enfermedades cardiovasculares, una de las primeras causas de mortalidad a nivel mundial. La conclusión es que hoy, gracias a la mejora en métodos de diagnóstico y gracias al desarrollo de terapias y fármacos, es posible detectar y tratar muchos tipos de cáncer de forma mucho más efectiva que años atrás. La nueva situación plantea, sin embargo, el siguiente problema: esto es solo válido para aquellos que puedan pagarlo. En Europa y en países con un sistema de salud universal los pacientes están todavía a salvo de la ansiedad que produce tener que pagar los medicamentos oncológicos. En otros lugares como en EEUU o en países en vías de desarrollo, donde los gobiernos no quieren o no pueden hacer frente a estos gastos, los pacientes pagan, parcial o totalmente, el coste de sus tratamientos.
Pero, ¿cuánto cuestan realmente los medicamentos para tratar un cáncer? Por poner algunos ejemplos desde EEUU: los medicamentos para leucemia que se aprobaron en 2012 rondan los 100.000 dólares al año por paciente. Certuximab (Erbitux, comercializado por Eli Lilly y Merck), utilizado para tratar cáncer de colon, tumores cerebrales y cáncer de pulmón, ronda los 80.000 dólares (18 semanas de tratamiento por paciente). Aunque muchos de estos medicamentos son sustancialmente más baratos en Europa que en EEUU, siguen suponiendo un gasto importante.
Y esta situación podría incluso empeorar. Hace pocos días los medios de comunicación se hacían eco de una de las mayores operaciones comerciales entre empresas farmacéuticas de los últimos años: la compañía suiza Novartis informaba de que comprará la división de productos oncológicos de GlaxoSmithKline (GSK) por 14.500 millones de dólares.
El director general de Novartis, Joseph Jiménez, informaba a los periodistas: "Las transacciones marcan un momento de transformación para Novartis". Y añadía: "Mejoran además nuestra posición financiera y contribuirán a nuestro índice de crecimiento y márgenes de beneficios de forma inmediata". En efecto, las acciones de Novartis subían en Zúrich más de un 2% a 76,4 francos suizos. El precio de las acciones de GSK avanzaba en Londres un 5%. Esta es probablemente una buena noticia para las empresas que cerraron los acuerdos pero ¿qué sucederá con los pacientes?
Para empezar, según John LaMattina, quien trabajó para Pfizer durante 30 años (algunos de ellos como jefe mundial de investigación y desarrollo), las empresas que realizan este tipo de transacciones recortan normalmente en I+D y reducen la competencia científica y el desarrollo de mejores productos.
Según Tahir Amin, cofundador de la organización sin ánimo de lucro Initiative For Medicines, Access & Knowledge: "Si sólo unas pocas empresas pueden dar forma al mercado, se permite a esos pocos decidir lo que se ve como la salud pública". En otras palabras, sin competencia no hay necesidad de negociar los precios. A la postre, quien sufre esto son los propios pacientes.
Estudios recientes estiman que el coste asociado al desarrollo y comercialización de un medicamento ronda los 1.000 millones de dólares. Una vez que la empresa recupera esta inversión, el resto son solo beneficios. Para que se hagan una idea: la venta del medicamento Trastuzamab (Herceptin, comercializado por Genetech) reportó 6.300 millones de dólares solo en 2012.
Algunos de ustedes pensarán, tal vez, que éstas son cosas que les quedan lejos y que hay otras más urgentes de las que preocuparse. Permítannos sólo aportar un par de datos más:
1.- Se estima que, en 2050, uno de cada dos hombres y una de cada tres mujeres padecerán algún tipo de cáncer a lo largo de su vida.
2.- España ha pasado, en pocos años, de estar a la cabeza en la incorporación de fármacos oncológicos, junto a Austria, a situarse a la cola, junto a Portugal o Grecia.
Así que, aunque la cuestión de cómo las empresas farmacéuticas se apoderan de los mercados nos pueda parecer un poco lejana, creemos que vale la pena preguntarnos: ¿qué les espera a los pacientes de futuro?
En otras palabras: ¿vamos a permitir que estas empresas pongan precio a nuestras vidas?
Nota del autor: mis más sinceros agradecimientos para Laia Prat Ortega y Aleix Ruiz Falqués. Sin sus comentarios y sugerencias mis artículos estarían del todo incompletos.