¿Qué puede pasar ahora entre Irán y EEUU tras la muerte de los soldados norteamericanos?
Tanto Washington como Teherán se han mostrado cautelosos a la hora de elevar la temperatura de guerra en Oriente Medio, pero Gaza se sigue desangrando y, cuando más dure ese frente, más riesgo de que prenda la mecha en otra esquina.
Quien juega con fuego, se acaba quemando. Y con fuego se lleva jugando en Oriente Medio ya muchas semanas, con la temperatura de guerra subiendo a causa de los ataques sobre Gaza y la activación del llamado Eje de Resistencia. El cinturón de aliados de Irán está cargando contra intereses israelíes y de sus aliados, léase Estados Unidos, en respuesta a la agresión sobre Hamás, un grupo cercano a los intereses de los ayatolás. Ahora, la muerte de tres soldados de EEUU por un ataque de supuestas milicias proTeherán en Jordania pone las cosas en un nuevo escenario.
Estamos ante el primer ataque con drones que mata a uniformados de EEUU, pero no ante los primeros militares de este país muertos en este pico de crisis. Eso hay que matizarlo. Ya dos navy seals, que desaparecieron el 11 de enero durante una operación para incautar armas de fabricación iraní con destino a los hutíes en Yemen, fueron dados oficialmente por muertos a principios de la pasada semana. Pero aquello fue en una acción ofensiva. Ahora son ellos los que han sido atacados.
Hasta el momento, tanto Irán como EEUU han intentado mantener controlada la situación. Claro que se han acusado mutuamente de elevar la tensión, unos por apoyar al Gobierno de Tel Aviv y otros por estar con un grupo como Hamás, calificado de terrorista por Occidente, pero también ha habido contactos diplomáticos entre las partes para evitar males mayores.
Tras el golpe de Hamás a Israel del 7 de octubre pasado y el inicio de la respuesta de Israel sobre Gaza se han producido sostenidos ataques a intereses norteamericanos desde Yemen o Irak, de milicias seguidoras del régimen iraní. Eso ha complicado notablemente el comercio en el mar Rojo y ha llevado a compañías punteras a anular temporalmente sus rutas por la zona. Hasta el momento, han sido un tira y afloja, exhibiciones de fuerza, provocaciones dentro del juego de la región, para demostrar con quién se está. Serias, pero de consecuencias controladas.
Aún así, había chispa y peligro y por eso era casi inevitable que miembros de las tropas estadounidenses acabasen muriendo. Desde el inicio de la guerra de Israel contra Hamás en la franja, las bases estadounidenses en Irak y Siria han sido atacadas más de 150 veces, según funcionarios estadounidenses que han dado estas cifras a medios como la BBC. Los ataques estadounidenses de respuesta, en esos casos, han sido limitados, "quirúrgicos". Casi siempre se han centrado en edificios, silos de armas e infraestructura clave de los grupos señalados como culpables, sobre todo los hutíes.
Ahora la duda es la respuesta ante una agresión distinta: el presidente Joe Biden ha señalado como culpables a "grupos militantes radicales respaldados por Irán" y ha prometido que habrá una respuesta de EEUU, a la que no ha puesto lógicamente ni fecha ni forma. "Haremos que todos los responsables rindan cuentas en el momento y de la manera que elijamos", ha garantizado, una fórmula abierta.
"La pregunta que enfrenta Biden es si quiere reaccionar ante los acontecimientos en la región o si quiere enviar un mensaje más amplio, que intente restaurar una sensación de disuasión que simplemente no ha existido en la zona desde hace meses", sostiene en el NYT Brian Katulis, investigador del Middle East Institute y que fue asesor de seguridad de Bill Clinton.
Algunos de sus críticos republicanos ya están pidiendo ataques en el propio Irán, lo que sería una escalada formidable. No hay que olvidar que estamos en año electoral, que todas las bazas para dañar al mandatario valen a los conservadores y que el que será casi con seguridad su candidato, Donald Trump, ya ha dicho que con él en la Casa Blanca estos ataques no tendrían lugar -lo que no dice es cómo-. "Golpee a Irán ahora. Golpéelos fuerte", ha dicho, por ejemplo, el influyente senador Lindsey Graham. Pero, a la vez, hay republicanos templados que se han llevado las manos a la cabeza y critican a sus colegas como "malditos lunáticos" por querer ir a degüello con la República Islámica, con el coste que eso puede conllevar. Eso también mancha en precampaña, la belicosidad sin medida.
No obstante, es poco probable que eso ocurra, ya que la Administración Biden ha estado tratando de evitar un conflicto más amplio en la región, con numerosos viajes de sus más altos funcionarios y contactos diarios, en un intento de evitar que haya más sangre y se desvíe aún más su atención en un flanco que no era para nada prioritario para sus intereses. Una gran reacción militar de EEUU, que podría tener consecuencias impredecibles, es algo que Biden rechaza profundamente. En la NPR, la radio pública norteamericana, han sido muy gráficos al exponer que se han tenido que escuchar muchos "maldita sea" en el Despacho Oval, porque justo este día era el que Biden no quería que llegara, pero ha llegado. Y ahora está en la encrucijada.
Hay un problema extra que influye en la posible respuesta: un gran ataque puede complicar notablemente las negociaciones que se están llevando a cabo en Francia para lograr un alto el fuego en Gaza. En esas reuniones está participando hasta la CIA norteamericana, además del Mossad israelí y funcionarios israelíes, egipcios y qataríes, en un intento de liberar al centenar de rehenes israelíes que siguen en manos del Movimiento de Resistencia Islámico. Los medios de Israel sostienen que hay avances para su vuelta a casa, que tendría como contrapartida la liberación también de presos palestinos -no se sabe en qué número- y una tregua de dos meses en Gaza, con entrada de ayuda humanitaria para unos civiles que no pueden más.
El equipo de Biden también está tratando de negociar un acuerdo separado para evitar un conflicto más amplio entre Israel y otro partido-milicia respaldada por Irán, Hezbollah, que tiene su base en el Líbano y con quien el fuego cruzado es sostenido desde hace tres meses. Es una información avanzada por la CNN. Un motivo más para contener las cosas.
Desde Teherán han negado la mayor: dicen que no tienen nada que ver con lo ocurrido y que las acusaciones son "infundadas". "Irán no se entromete en las decisiones de los grupos de la resistencia sobre cómo apoyar a la nación palestina o defenderse a sí mismos", dijo esta madrugada el portavoz del Ministerio de Exteriores iraní, Naser Kananí.
Ese desmarque cuenta, también, en el juego de la diplomacia, por más que un portavoz menor de la misión iraní en la ONU afirmase en paralelo que "el conflicto ha sido iniciado por el ejército estadounidense contra grupos de resistencia en Irak y Siria, y tales operaciones son recíprocas entre ellos". Y es que los ayatolás no dejan de meter el dedo en el ojo, por su doble política antiamericana y antiisraelí. El segundo es su enemigo declarado, del que busca su fin. El primero es su principal patrocinador. A ojos de su público y sus aliados, no puede quedarse de brazos cruzados ante lo que pasa en Gaza. Como siempre, la duda está en cuándo se traspasa la línea roja, el punto de no retorno que lleve a una contienda global.
Ahora las agencias de inteligencia de EEUU y sus socios internacionales intentaban determinar si lo ocurrido este domingo es un intento deliberado de Irán de intensificar el conflicto o si sólo pretendía ser el mismo tipo de ataque limitado que se ha visto desde hace semanas, pero que ha acabado dejando víctimas mortales de por medio.
Porque no es lo mismo contenerse con heridos o daños, como tenía hasta ahora EEUU, que con muertos. Los ataúdes retornando cubiertos con la bandera no gustan a ningún mandatario. El hecho de que los fallecidos sean militares, atacados ex profeso, multiplica las preguntas sobre si esta vez la respuesta será diferente, si la presión de la opinión pública y de esos opositores que quieren el cargo de Biden apretarán para que se haga algo. Si se hace, Biden tendrá que ser muy cauteloso para que no sea la mecha de un conflicto mucho mayor, incontrolable.
¿Qué es lo que se suele aplicar en estos casos, si no se quiere más guerra? Es común replicar con un ataque al grupo responsable del dron, localizado vía inteligencia, o llevar a cabo también ataques directos contra activos iraníes, preferentemente fuera de sus fronteras por irritar menos. Parece más probable la agresión a esas otras fuerzas proxy que a Irán mismo. El equilibrio entre la réplica fuerte por la muerte de los suyos y la debilidad de quien no sabe hacerlo es complicado, y más aún cuando la guerra en Gaza supera los tres meses y los ánimos están más que caldeados. Y cuando los ojos, en casa, miran atentos, para decidir el voto.
También influye en los pasos que se den el hecho de que EEUU ya está inmerso, junto a Reino Unido, en una campaña contra los hutíes de Yemen, que tampoco están frenando los ataques a buques en la vital ruta marítima del Mar Rojo, dicho sea de paso. Eso lleva esfuerzos y atención por parte de sus militares en la zona, que según datos de la Administración Trump superaban los 65.400 hace tres años.
Tampoco lo tiene sencillo Irán. Se encuentra, igualmente, bajo presión interna, tanto por protestas sociales contra el régimen islamista como por las consecuencias económicas de las sanciones internacionales, muchas e importantes, que lastran su día a día y que le impedirían entrar en una guerra con Estados Unidos con garantías, no ya de éxito, sino de aguante. Los ayatolás han golpeado, pero por persona interpuesta en la mayoría de los casos -aunque también ha llevado a cabo ataques propios- y no ha alcanzado, desde luego, objetivos que sean a las claras de EEUU o de Israel.
A mediados de mes sí hablaron de un ataque de la Guardia Revolucionaria "en la sede del espionaje del régimen sionista (Mossad) en la región del Kurdistán iraquí", pero nadie en Tel Aviv ha confirmado que así sea y se han guardado de reivindicar las instalaciones como propias. Es más: se ha contenido incluso cuando ha tenido asesinatos quirúrgicos de algunos de sus altos comandantes de dicha a Guardia Revolucionaria, de los que culpa a Israel quien, de nuevo, no valora ni confirma.
Más de 26.000 gazatíes han muerto y 64.700 han resultado heridos en 114 días de ofensiva israelí sobre Gaza, el origen de todo esto, donde además se calcula que miles de cuerpos siguen desaparecidos bajo los escombros, según el Ministerio de Sanidad de la Franja, controlado por Hamás. Que haya más en todo Oriente Medio está, también, en las manos de otros actores, poderosos y peligrosos. De momento, en el aire están las palabras de Biden: "Responderemos".