Qué es Hamás

Qué es Hamás

El Movimiento de Resistencia Islámica ha golpeado como nunca a Israel, pero ahora afronta las consecuencias (y, con él, los gazatíes). Estos son sus orígenes, su ideario, sus actos y sus aliados. 

Una militante de Hamás participa en una manifestación para celebrar el 25º aniversario del grupo en Nablus (Cisjordania), en diciembre de 2012.Majdi Mohammed / AP

Hamás en todas las portadas, abriendo informativos, eje de debate en cada tertulia. El grupo armado palestino, con un ataque múltiple lanzado el sábado pasado, ha generado la mayor escalada en décadas en el conflicto palestino-israelí, un terremoto con respuesta de Tel Aviv sobre la franja de Gaza que nadie sabe aún en qué puede desembocar. Todo está sobre la mesa: la batalla larga, la propia desaparición del grupo por aplastamiento, la ofensiva terrestre, la ocupación, la calma gracias a la mediación internacional. 

¿Pero de qué hablamos cuando hablamos de Hamás? ¿De dónde viene la milicia que acaba de asestar a Israel el mayor golpe (humano, militar, de imagen) en décadas? 

Hamás es el más grande y potente entre los grupos islamistas palestinos y su nombre es un acrónimo árabe de Movimiento de Resistencia Islámica, aunque la palabra por sí sola tiene también significado en árabe: entusiasmo, fervor, celo. Su origen se remonta al arranque de la Primera Intifada palestina (de 1987 a 1993) contra la ocupación israelí del este de Jerusalén, Cisjordania y la Franja de Gaza, desde 1967. 

Tiene un brazo político, comandado por Ismail Haniye (exiliado en Qatar), y también una rama armada, las llamadas Brigadas Al Qassam, fundadas cuatro años más tarde y lideradas ahora por el comandante Mohammed Deif, el cerebro tras el ataque que nos ocupa. Hamás, como bloque, es considerado un grupo terrorista por Israel, por supuesto, pero también por aliados suyos como Estados Unidos, la Unión Europea o Reino Unido. Otros, como Rusia, China, Turquía, Brasil, Noruega o Suiza no lo consideran como tal.

Hoy, Hamás comanda políticamente y militarmente la Franja de Gaza, un territorio de unos 365 kilómetros cuadrados en el que viven unos 2,3 millones de palestinos. El grupo ganó legítimamente las elecciones en 2006 y tomó el mando del territorio al año siguiente. Desde entonces, Gaza sufre lo que la ONU califica como un "castigo colectivo", un bloqueo por tierra, mar y aire por parte de Israel -y, también, de Egipto-, que hace que sus hacinados habitantes tengan una existencia miserable

Los orígenes y el ideario

Hamás fue fundada por el carismático jeque Ahmed Yasín en 1987, pero su estructura venía forjándose desde tiempo atrás. Ya en 1979, este líder religioso logró el permiso de Israel (ocupante de Gaza, entonces) y fundó el Mujama al-Islamiya o Centro Islámico, una asociación con fines benéficos. Con los días, fue acogiendo a miembros de otros grupos que ya tenían la lucha armada como meta, como Los coaligados de la tierra del Isrá y el Movimiento Islámico de Lucha. Con ese barro, cuajó una estructura nueva encabezada por Yasín y con dirigentes de peso como Mahmud Al Zahhar y Ábdel Aziz ar-Rantisi, sus asistentes. El movimiento comenzó como una rama de los Hermanos Musulmanes en Egipto, su inspiración.

El jeque Ahmad Yassin, fundador de Hamás, en e l15º aniversario de la creación del grupo, rodeado de milicianos en Gaza, en diciembre de 2002.Abid Katib / Getty Images

Hay constancia de contacto directo con las autoridades de Israel en sus primeros tiempos. Avner Cohen, responsable de Asuntos Religiosos en la Gaza de entonces, afirmó a The Wall Street Journal: "Hamás, a mi pesar, es una creación de Israel (...). Fue un enorme y estúpido error". Misma lectura del general Yitzhak Segev, que fuera gobernador de la franja: "El Gobierno de Israel me da un presupuesto y yo se lo doy a las mezquitas", afirmó a The New York Times. Habla de los centros de culto en los que Hamás comenzó a reclutar gente para su causa, en paralelo a la acción caritativa, que sigue siendo uno de los pilares de su apoyo por parte de los palestinos. 

Se estaba alimentando al dragón, poco a poco y en diversos ámbitos, porque el dinero acabó también en consolidación de una rama afín a Hamás en la Universidad Islámica de Gaza, creada en 1978. De allí acabaron saliendo con el tiempo buena parte de sus dirigentes pasados y presentes y, también, de los científicos responsables de su arsenal. 

Cuenta en El Mundo Javier Espinosa, uno de los mejores corresponsales que ha tenido la zona, que mientras todo esto se armaba Al Zahhar, del equipo fundador, se veía sin problemas con el ministro de Defensa de Israel del momento, Isaac Rabin, que luego fue primer ministro y acabó siendo asesinado por un ultra por defender el proceso de paz. Y que Yasin (que estaba ciego y en silla de ruedas) recibía atención médica en suelo israelí con su anuencia. Eso era antes del lanzamiento de Hamás como tal. Las cosas se enredaron cuando en 1984 Yasín fue arrestado por tener armas con las que, dijo, iba a atacar a sus enemigos de la OLP. 

Fue más tarde cuando, creciendo fuerte, Hamás sacó a la luz de verdad su ala militar, las Brigadas Izz al-Din al-Qassam, para llevar a cabo una lucha armada contra Israel con el objetivo de liberar la Palestina histórica. Está en su carta: "No existe ninguna solución al problema palestino que no sea la Yihad". En su primer comunicado, de 1987, ya tenían la careta fuera. "La Intifada de nuestro pueblo rechaza la ocupación y sus presiones, la confiscación de la tierra, la construcción de asentamientos y la política de sometimiento de los sionistas [...]. El Islam es la solución y la alternativa. Nuestro pueblo conoce el camino del sacrificio y el martirio. Haced que entiendan que la violencia no engendra más que violencia, que la muerte no trae más que muerte", afirmaban. 

Su pensamiento enerva al otro lado de la frontera, porque anula directamente al adversario. Los estatutos fundacionales de Hamás definen los territorios palestinos históricos -incluido el actual Israel- como tierra islámica y excluyen cualquier paz permanente con el Estado judío. En 2017, Hamás elaboró un nuevo documento político que suavizó algunas de sus posiciones declaradas y utilizó un lenguaje más mesurado. No hubo reconocimiento del Estado de Israel, pero sí aceptó formalmente la creación de un Estado palestino interino en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este. El documento también subraya que la lucha de Hamás no es contra los judíos sino contra los "agresores sionistas ocupantes". Israel dijo que el grupo estaba "intentando engañar al mundo".

A diferencia de Organización para la Liberación de Palestina (OLP), liderada por Yaser Arafat y la más poderosa en Palestina en esos años, Hamás no reconoce la condición de Estado de Israel, pero sí que acepta un Estado palestino con las fronteras de 1967, esto es, Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este como capital del país. "No renunciaremos ni un centímetro del territorio palestino, sin importar cuáles sean las presiones recientes y sin importar cuánto tiempo dure la ocupación", dijo Khaled Meshaal, otro líder en el exilio del grupo palestino en 2017.

Hamás se opone violentamente a los Acuerdos de Paz de Oslo negociados por Israel y la OLP a mediados de los años 90 del pasado siglo y que eran la base para la convivencia en laz y seguridad de dos estados soberanos, un plan nunca aplicado más que en fases muy iniciales, que permitió la creación de la Autoridad Nacional Palestina y poco más. Esa postura crítica, ante algo que no ha avanzado sino que ha dado desazón y desilusión, le dio prestigio, aglutinó los apoyos de los más desencantados. 

Hamás dice que está "formalmente comprometido" a establecer un Estado palestino y ha perseguido este objetivo mediante ataques contra soldados, colonos y civiles israelíes, tanto en los territorios palestinos ocupados como en Israel. Terror. Suyos son los atentados más bárbaros ejecutados en Israel, en las dos Intifadas. Su primer ataque, que mató a dos soldados de Israel, data de 1989. Las consecuencias fueron inmediatas: cadena perpetua para el jeque Yasín y deportación de cerca de 400 dirigentes más del partido-milicia a Líbano. 

Allí, al norte, fue donde los milicianos encontraron el calor de Hezbolá, el partido-milicia chií prosirio, que desde entonces le ha dado cobijo, formación, medios y aliados, como Siria e Irán, que a la larga han mantenido fuertes y actualizados a los mismos que Israel trató de quitarse de encima. 

Daba igual. Se habían dado cuenta de que tenían un poder efectivo de veto político a base de cometer ataques, incluso suicidas, nunca antes visto. Autobuses, cafeterías, mercados, centros comerciales, checkpoints... civiles y militares, daba igual. 

Investigadores de Israel revisan un autobús reventado por Hamás en Haifa, al norte, en abril de 2002. Hubo ocho muertos.Scott Nelson / Getty Images

Los atentados, que calaron hondamente en el mundo entero y generaron una terrible imagen de la causa palestina, confundiendo a los defensores de la paz con los terroristas, fueron ampliamente culpados de haber alejado a los israelíes del proceso de paz y de llevar al poder a los Ariel Sharon y Benjamin Netanyahu, con los que se inició una era de radicalización que llega hasta hoy, cuando Israel tiene un Gobierno del Likud aliado con los religiosos y los ultranacionalistas

El poder

Hamás siguió ganando poder e influencia en los años siguientes a medida que Israel tomaba medidas drásticas contra la Autoridad Palestina, a la que acusaba de patrocinar los ataques mortales de la milicia. Frente a una Autoridad Nacional Palestina que se aferraba a su compromiso con la no violencia y a sus acuerdos internacionales, Hamás era el grupo que hacía. Si Fatah, el partido amarillo de Arafat, estaba atado por la institucionalidad, el verde, Hamás, se veía con las manos libres para seguir apostando por atacar, a la vez que asistía a su red de clínicas y escuelas, ayudando a los palestinos a los que no llegaba ni el progreso ni la paz. 

El grupo pasó un tiempo difícil entre marzo y abril de 2004, cuando el jeque Yasín y su sucesor, Rantisi, murieron en sendos unos ataques con misiles de Israel en Gaza. Impactantes son las imágenes de sus funerales y lo que supusieron para la franja. Pese a ello, hubo relevo y sus planes siguieron adelante, a lo que ayudó que justo también en noviembre del mismo año muriera el raïs Arafat, líder histórico de la Organización para la Liberación de Palestina y después de Fatah, presidente palestino, cabeza visible de la lucha palestina y del nuevo camino por la paz. Su antagonista tampoco estaba ya sobre la tierra y el sentimiento de orfandad era un tren al que subirse. 

Funeral de Abdel Aziz Rantissi en las calles de Gaza, el 18 de abril de 2002.Abid Katib / Getty Images

La Autoridad Palestina quedó entonces bajo el liderazgo de Mahmud Abbás, aunque liderazgo es una etiqueta que siempre ha venido un poco holgada a un hombre que solía estar en la sombra, cerebro gris en el exilio norteafricano, que nunca ha conquistado del todo a los palestinos. Desde el principio, Abbas se opuso claramente a los métodos de Hamás, por entender que iban contra su causa, más que a favor del pueblo. 

Clave fue el año 2005, cuando Israel retiró sus tropas y asentamientos de Gaza. Ya no había ocupación dentro, aunque se reservaba el control de sus cielos, su perímetro por tierra y el mar, todo lo que ha sido ahora violado por Hamás. Ante la oportunidad de manejar el territorio desde la política, el Movimiento de Resistencia Islámica apostó por revivir su más adormecida rama e ir a por todas, a las elecciones parlamentarias que iban a celebrarse al año siguiente. Las ganó, con transparencia y sin fraude. Los gazatíes apostaron por ellos, con un 44,45% de los votos, mientras que Fatah quedó en segunda posición, con un 41,43%. 

La victoria de Hamás sentó las bases para la ruptura política total. Ellos quedaron de un lado, gobernando en la Franja de Gaza, y la ANP en Cisjordania. Los islamistas seguían insistiendo en que con Tel Aviv no hay nada que negociar, rompiendo el Ejecutivo de unidad nacional pactado meses antes, tras cinco días de lucha fratricida en lo que se bautizó como "La Batalla de Gaza". Dejó al menos 120 muertos. 

Desde entonces, las tensiones entre Fatah y Hamás han dominado la política palestina y, a pesar de varios intentos de reconciliación, el liderazgo palestino sigue dividido. El último empujón se dio en octubre del año pasado, pero sigue habiendo muy poca comunicación entre ellos y mucha más desconfianza. Hamás nunca ha reconocido los acuerdos firmados entre otras facciones palestinas e Israel y actúa, como se ha visto, por su cuenta. 

La guerra 

Desde que se hicieron con el control de Gaza en 2007, los militantes de Hamás y las fuerzas israelíes han chocado cada día. Tel Aviv, para empezar, con apoyo de Egipto, planteó un cerco o bloqueo de toda la franja, que complica notablemente la vida no sólo a los milicianos sino a todos los ciudadanos, apoyen o no a Hamás. Naciones Unidas ha declarado que la situación actual de Gaza es invivible, porque el bloqueo afecta a la electricidad, el combustible, el agua, los alimentos, el material de construcción... Tel Aviv ha llegado a contar las calorías con las que un gazatí puede no morirse de hambre, para calcular qué deja pasar

Y no hay manera de levantar cabeza cuando, además, Hamás lanza cohetes a Israel, Israel responde con bombardeos y la zona sufre seis guerras en 15 años. Como repite la UNRWA, hay prácticamente dos generaciones de palestinos que no conocen la paz en esa tierra. Israel defiende que el aislamiento de Gaza busca prevenir la violencia hacia su propio territorio y también debilitar a Hamás y presionarlos para que detengan sus ataques. Claramente, no ha surtido efecto. 

Un grupo de reclutas de Hamás aprenden a atacar a colonos de Israel en un campo de entrenamiento en Gaza, en agosto de 2004.Getty Images

La ONU, en cambio, sí ha alertado incesantemente de que una política de estrangulamiento y ostracismo podría llevar a un incremento del extremismo en Gaza. Ha tenido que haber muchos milicianos para atacar esta vez, muchos de ellos han muerto por el camino. Mucha gente dispuesta a ir. 

Israel considera que Hamás es culpable de todos los ataques que salen de Gaza y ambos bandos permanecen en constante estado de conflicto, alternándose incidentes sangrientos y grandes hostilidades. Una de las más mortíferas, en 2014, provocó la muerte de 2.251 palestinos, incluyendo 1.462 civiles, durante 50 días de lucha. En el bando israelí murieron 67 soldados y seis civiles. El choque grave más reciente era el de mayo de 2021, 256 personas murieron en Gaza y 13 en Israel en un conflicto de 11 días que terminó con una tregua mediada por Egipto.

Pero la escalada reciente con la Operación Espadas de Hierro del Ejército israelí como respuesta es otro mundo, estamos ante la andanada más ambiciosa que Hamás ha lanzado desde Gaza y la penetración territorial más grave a la que Israel se ha enfrentado en una generación, un día después del aniversario 50 de un ataque sorpresa de Egipto y Siria contra Israel en 1973 que propició una guerra en Medio Oriente, la guerra de Yom Kippur.

Los aliados

Hamás no está solo y eso complica este conflicto, forma parte de una alianza regional que también incluye a Irán, Siria y el grupo Hezbolá en Líbano; todos ellos se oponen a las políticas estadounidenses hacia Oriente Medio e Israel. Se supone que, gracias a Hezbolá, ha logrado apadrinamiento ante Teherán para recibir dinero, formación y medios, que han ayudado a cometer ataques y a mantener a sus líderes en el exilio. 

Hamás y la Jihad Islámica, el segundo grupo armado más grande de la región y que ha tenido un papel mínimo en este ataque, suelen estar unidos contra Israel y son los miembros más importantes de la sala de operaciones conjuntas que coordina la actividad militar entre los distintos grupos armados en Gaza. La relación entre ambos grupos ha sido tensa cuando Hamás ha ejercido presión sobre la Jihad Islámica para que detuviera los ataques contra Israel. De hecho, ahora Tel Aviv estaba más pendiente del grupo de negro y eso, dice la prensa local, ha sido uno de los fallos de su inteligencia, pagados con mucha sangre y mucho secuestro.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.