"El nivel del agua sube 5 centímetros cada hora": testimonios desde Jersón
Varios vecinos hacen llegar a El HuffPost las urgencias de una ciudad y alrededores arrasados por la riada tras la voladura de la presa. Hablan de casas "flotando" y gente incapaz de salir de sus propias viviendas.
Las bombas, la ruina y ahora, una riada que cada hora se vuelve más cruel. "De 5 a 6 centímetros", en concreto. Ese es el ritmo al que crece la altura del agua en Jersón y alrededores desde que un ataque reventase la presa de Nova Kajovka este martes. Con todas las miradas (y acusaciones) puestas sobre Rusia, que niega cualquier responsabilidad y habla de "sabotaje" ucraniano, lo que queda es un panorama "desolador" y a peor para miles y miles de vecinos.
Porque si en las primeras horas, algunos habitantes confesaban a El HuffPost que buscaban refugio donde fuera, por ejemplo las plantas altas de cualquier edificio, ahora los riesgos son infinitos.
El paisaje que capturan fotografías y vídeos es el de casas derrumbadas o flotando a la deriva, entre balsas de emergencia y gente sin saber qué hacer ni dónde ir. Sólo en la margen derecha del río Dniéper, en Jersón, hay alrededor de 2.000 viviendas desaparecidas bajo el agua, de acuerdo con el testimonio de fuentes conocedoras. Son simples cálculos momentáneos, que se suman a los más de 16.000 desplazados en solo una tarde que certificó la ONU este miércoles.
Pasadas apenas 36 horas, es imposible hacer un balance oficial. Los afectados potenciales son "muchos miles más", como añadía la propia Naciones Unidas, calificando lo ocurrido como una "monumental catástrofe humanitaria y ecológica". Ya se habla de siete desaparecidos en la zona bajo control ruso cerca de la presa, pero la cifra temida es mucho mayor que la informada. Otras fuentes informan de que, dentro de Jersón, los perros que quedaban en la perrera municipal han muerto todos, ahogados. No hay resquicio que escape al desastre.
Porque incluso los poquísimos que 'escapan' de la riada, tanto en esta ciudad como en municipios vecinos, se enfrentan a un horizonte crítico. Desde Jersón, algunas voces anónimas —además de la inundación se sigue temiendo a la represión rusa— confiesan a El HuffPost que las autoridades han cortado el suministro de luz y gas y han pedido no consumir el agua que sale de los grifos. "Sale oscura y sucia, está contaminada con aguas residuales, productos químicos y restos de los cementerios arrastrados por la riada", explican.
Irse podría ser la solución, pero ni siquiera es una opción factible para mucha gente. Las principales vías de comunicación por carretera hacia puntos como Mikolaiv, habitual camino de huida desde Jersón, están inundadas y los vecinos que esperaron a este miércoles para escapar en sus propios vehículos no han podido salir de la ciudad. Únicamente hay opción de hacerlo por tren, una línea dañada y masificada que no da respuesta a las necesidades.
Las emergencias llegan por el agua, en pequeñas balsas entregando víveres básicos o directamente buscando desaparecidos o heridos por la riada. Quienes pueden lanzarse al agua no son todos, prosigue el relato desesperado. "Hay zonas de edificios en las que la gente está atrapada por el nivel del agua y no pueden salir de allí". Minuto a minuto, el panorama empeora. "El nivel del agua sube cada hora entre 5 y 6 centímetros, en el margen izquierdo ya alcanza los 5 metros en algunas zonas de la ciudad entre 50 centímetros y 3 metros", detalla una persona a este medio.
Con todo, el consejo de las autoridades, prorrusas y ucranianas, cada cual en distintas partes de la región, es que quien pueda se ponga a salvo "lo antes posible, que desconecten la electricidad y que se lleven consigo sus documentos y su dinero". Nadie lo verbaliza pero todos lo piensan: quizás, a la vuelta, ya no haya casa a la que volver.
Se asume que en este ataque, achacado a Putin y calificado como "crimen de guerra" contrario al derecho internacional humanitario, "morirá mucha gente". "Por los efectos del ataque a la presa y por falta de atención y asilo, porque cómo te pueden suministrar medicinas o alimentos básicos si tu casa está inundada", explicaba otra voz nada más registrarse el bombardeo a la presa.
Los peligros se multiplican. Porque al riesgo de más bombas, como las que no dejaron de caer desde la reconquista ucraniana en noviembre y aún hoy se sienten cerca, ahora se suman las enfermedades, la falta de agua potable, comida y alimentos.
Jersón, desde el miércoles por la mañana ha vuelto a ser el infierno bajo un agua que no deja de acrecentarse, empujada sin freno por el cauce desbordado el río Dniéper.