La guerra con Hamás socava los lazos de Israel con países árabes y bloquea su integración en la zona
El conflicto frena la normalización de relaciones con Arabia Saudí, tras los avances diplomáticos de los últimos meses, apadrinados por EEUU.
La guerra abierta entre Israel y el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás) tras la ofensiva lanzada el 7 de octubre por el grupo armado palestino contra territorio israelí resquebraja la ya de por sí compleja integración del país en la región de Oriente Próximo y pone en peligro el proceso de normalización de sus relaciones diplomáticas con Arabia Saudí.
Los bombardeos llevados a cabo por las fuerzas israelíes durante las últimas tres semanas han llevado a casi una decena de países árabes a mostrar su tajante condena a las violaciones del Derecho Internacional y a pedir un alto el fuego inmediato para acabar con lo que consideran una "vulneración de los derechos legítimos del pueblo palestino".
Todos ellos han criticado el "castigo colectivo" contra la población palestina y han apelado a la "responsabilidad" de Israel como "potencia ocupante". Temen a su vez que las repercusiones del conflicto se extiendan a otras zonas de Oriente Próximo, algo que tendría "graves consecuencias" para la seguridad regional e internacional.
Entre estos países se encuentran Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Bahréin, que destacan por haber firmado en 2020 los Acuerdos de Abraham -a los que posteriormente se sumaron Marruecos y Sudán, si bien Jartum no llegó a ratificar los documentos- y que junto a Egipto y Jordania mantienen relaciones diplomáticas con el Gobierno israelí.
El pacto, supervisado por la Administración de Donald Trump con la vista puesta en alcanzar la paz en la región, no es sino una mera manifestación de la voluntad de iniciar relaciones por la vía diplomática, pero deja completamente fuera cuestiones como la situación en los Territorios Ocupados Palestinos, a la espera de la materialización de la solución de dos Estados, respaldada por Naciones Unidas.
Los acuerdos -que supusieron el mayor acercamiento en décadas de ambos bloques a medida que la postura frente a Israel parecía evolucionar- respondían así a los intereses individuales de estos países, aunque todos parecían coincidir en la idea de favorecer la situación de Israel en detrimento de Irán, un escenario del que Arabia Saudí podría sacar provecho.
En este sentido, el pacto surge como reflejo de la desconexión de estos países frente a la causa palestina a medida que se centran en sus propias prioridades y debilidades a nivel interno. Esto, para muchos, ha llevado a países de la región a dejar de lado la Iniciativa Árabe de Paz -impulsada por Riad y aprobada por la Liga Árabe en su cumbre de 2002 en Beirut-, que sí situaba a la población palestina en el centro de los esfuerzos para resolver el conflicto palestino-israelí.
La mejora de las relaciones con las autoridades israelíes ha llevado a estos países a alejarse, en cierto modo, de sus propias posturas históricas y, según los expertos, podría haber contribuido a la planificación de los ataques por parte de Hamás.
Hasta entonces, la mayoría de los países árabes habían mantenido que el reconocimiento de Israel estaba estrechamente ligado al cese de la ocupación de territorio palestino y a la materialización de la citada solución de dos Estados, que contempla el establecimiento de un Estado palestino en las fronteras de 1967 y con Jerusalén Este como capital.
Desde Estados Unidos son muchas las voces que reivindican ahora "más que nunca" la importancia de los Acuerdos de Abraham y que piden a Arabia Saudí no abandonar la senda para la normalización definitiva de las relaciones diplomáticas con Israel, en un momento de creciente tensión ante la posibilidad de que el conflicto se extienda a otros países de la región.
En el tercer aniversario de la firma de los acuerdos el pasado mes de septiembre, el Gobierno estadounidense pidió "avanzar aún más" en la integración de Oriente Próximo para lograr una región más "pacífica, segura y próspera".
El caso saudí
Los bombardeos perpetrados por Israel han propiciado protestas en toda la región y han reforzado los llamamientos a favor de la causa palestina, incluso entre ciudadanos saudíes y a pesar de que el Gobierno ha mostrado su determinación a acallar cualquier atisbo de bloquear los planes del príncipe heredero, Mohamed bin Salmán, para el país.
Entre estos planes se encuentra una reducción de las tensiones en la zona, una cuestión que ha quedado materializada en el restablecimiento de relaciones con Irán en marzo a pesar de su larga rivalidad y tras la ruptura de sus lazos diplomáticos en 2016 tras un ataque contra misiones saudíes en Irán a manos de manifestantes que protestaron contra la ejecución del clérigo chií Nimr al Nimr.
A nivel interno, la situación podría llevar a una cierta desestabilización, lo que complicaría las medidas puestas en marcha para normalizar las relaciones con Israel, una medida que Irán ha dicho que sería una "puñalada por la espalda" a los palestinos. A pesar de que las autoridades israelíes hablaban de una normalización para 2024, Riad ha seguido defendiendo como requisito para ello la creación de un Estado palestino con Jerusalén Este como capital.
Por ello, el presidente estadounidense, Joe Biden, apunta directamente a Hamás y habla de una clara intencionalidad en sus ataques: "Una de las razones por las que han actuado como han actuado (...) es porque sabían que yo iba a sentarme con los saudíes". Así, ha destacado que se trata de una represalia para evitar, además, que los saudíes "reconozcan a Israel", algo que "habría unido a Oriente Próximo".
Sin embargo, el resurgimiento del interés de los saudíes por la causa palestina podría ejercer una creciente presión sobre Israel a la hora de decidir qué soluciones políticas poner sobre la mesa una vez finalice la guerra y podría llevar al país a hacer concesiones para una fructífera normalización de relaciones con Arabia Saudí.