Harris tiene un sueño: futuro y unidad, las promesas de la Convención con las que ha puesto rumbo a la Casa Blanca

Harris tiene un sueño: futuro y unidad, las promesas de la Convención con las que ha puesto rumbo a la Casa Blanca

La vicepresidenta de EEUU, ya candidata formal a la presidencia por los demócratas, sale de Chicago encumbrada como líder, tan inesperada como respaldada. Busca el voto de todos los que escapen de la "calamidad" de Trump. Faltan sus propuestas. 

Kamala Harris agradece el voto de los delegados tras su proclamación como candidata demócrata a la Casa Blanca, el pasado jueves, en Chicago.Brian Cassella / Chicago Tribune / Tribune News Service via Getty Images

Las convenciones políticas son siempre burbujas en las que todo se magnifica. Lo bueno y lo malo, los liderazgos y la ilusión, las facciones y los reproches. Es el momento de la escenificación, todo está dopado. Por eso, no siempre arrojan la imagen real, el pulso estable de un partido. Y, sin embargo, es imposible abstraerse a su visceralidad, a las corrientes de emoción que generan. Esas son reales, aunque corran el riesgo de ser efímeras. 

La que esta semana ha celebrado en Chicago el Partido Demócrata de Estados Unidos ha sido un ejemplo de libro de cómo un teatro de cuatro días puede levantar la moral de una formación sumida en las dudas y el desconcierto hace apenas un mes. Los progresistas han elegido a Kamala Harris como su candidata a las elecciones del 5 de noviembre, con Tim Walz como su compañero para la vicepresidencia, entre mensajes de entusiasmo, con la esperanza de un tiempo nuevo frente al "caos" o la "calamidad" que supondría el retorno a la Casa Blanca del republicano Donal Trump, ya entronizado por su partido el mes pasado

Nadie preveía este escenario. Joe Biden era, cuatro semanas atrás, el candidato. Las dudas sobre su capacidad acabaron por generar una ola de presión tan grande que él, convencido de poder hacer el trabajo, se retiró de la carrera. Señaló a Harris como su favorita y, de golpe, el partido se volcó con ella, cerrando filas. No era la amadrinada, los delegados tenían libertad de voto, pero todo apuntaba a ella: su papel de número dos en la Administración, su nombre en la pseudoempresa con que se concurre a las elecciones y se recauda el dinero, el conocimiento, los tiempos, la ambición. Y el trabajo, porque en sus primeras diez horas de aspirante habló con más de cien diputados, senadores, altos funcionarios, gente que le garantizó su apoyo. 

Chicago ha sido la cristalización de todo eso y algo más: de un mensaje nuevo. Harris ha prometido a los estadounidenses, en su discurso de casi 45 minutos, un futuro que ni Trump ni Biden pueden ofrecer ofrecer: porque tiene 59 años, porque es mujer, porque procede de dos minorías raciales y entiende la multiculturalidad, porque ha sido fiscal. Tiene un sueño y, pese a que ella misma calificó su nuevo viaje de "improbable" hace un puñado de días, las cosas se han dado la vuelta y ha llegado el momento de ir a por él. Un sueño de unidad, de todos a una, de superar las divisiones que tan amargado han tenido al país en los últimos ocho años, sobre todo. “Con esta elección, nuestra nación tiene una valiosa y fugaz oportunidad de superar la amargura, el cinismo y las batallas divisivas del pasado”, dijo.

Su discurso dejó que desear, porque fue vaga en sus planteamientos y n sus propuestas concretas, un acto deliberado, en un intento de contentar al máximo número de votantes, de izquierdistas a templados, de liberales a republicanos descontentos. Pero tuvo un fondo que comparten muchos estadounidenses y que se impuso a las lagunas: el empeño en defender la convivencia sobre los valores fundacionales de la nación. 

Los estadounidenses pueden tomar el camino de un nuevo mandato de Trump, "un hombre poco serio" -fue bastante educada en sus ataques, más aún si se compara con los "floja", "lunática" y "marxista radical" que él le regala a ella- que supone una "seria amenaza" para a la democracia y las libertades básicas. O también pueden, apoyándola, comprometerse con lo que siempre fue EEUU: la tierra de la "Libertad, oportunidad, compasión, dignidad, justicia y posibilidades infinitas", enumeró. 

Los delegados demócratas, con carteles en favor de Kamala Harris, durante su intervención en la convención.WILL OLIVER / EPA / EFE

Más allá de la ilusión entre sus correligionarios, ese ha sido el mensaje de más calado de la convención. "Juntos podemos hacerlo". Harris es la que puede, dice de sí misma. Se vendió como una especie de catalizador de todo lo que EEUU quiere y defiende. Puso su historia como un botón de muestra para evidenciar que viniendo de una clase "trabajadora", una hija de hindú y jamaicano puede llegar a ser lo que se proponga. Eso, dice, es lo que quiere para todos y sobre esa base de ensueño promete "construir".

 "Salgamos y luchemos por ello. Salgamos y votemos por ello. Y juntos, escribamos el próximo gran capítulo de la historia más extraordinaria jamás contada", animó. El partido y sus intereses, promete, estarán por detrás siempre de los intereses nacionales. Palabra de fiscal que -se vanagloria- nunca ha tenido más cliente que la ciudadanía. 

Harris ha ofrecido estos días dos anzuelos muy potentes a los electores: el primero es el la garantía de que votando demócrata tendrán un descanso del histriónico Trump. Ese ya lo tenía Biden, la verdad. La clave está en el segundo: apostar por la boleta Harris-Walz supone, también, dar carpetazo definitivo a su etapa, sacar al magnate de la política (tiene ya 78 años, no es un niño pese a que reprochaba a Biden sus 81) y garantizar que hay porvenir, más allá de esos hombres anglosajones blancos y ancianos. Si la gente quiere cambio, ella es el mayor cambio para la política estadounidense en décadas y su llegada al Despacho Oval será verdaderamente histórico, haga lo que haga luego. 

La actual vicepresidenta tiene el lastre de tres años y medio de mandato en el que no ha brillado -aunque el sprint final, centrado en el aborto y los derechos humanos, está siendo muy vistoso-, de su comienzo poco firme y algunas equivocaciones. Parecía inestable. Sin embargo, ha aprendido, ha perfeccionado sus habilidades políticas, se ha rodado, ha creado coaliciones estables de trabajo (en la Administración y en el partido) y ha ganado credibilidad. Su popularidad es ahora del 49% cuando era del 30 hace un mes, dice YouGov, y desde hace dos semanas, las encuestas le dan mejores datos que a Trump, con el 49% del voto, frente al 46% del republicano, como media. Ventaja ligera, pero ventaja, cuando Trump encabezada todos los sondeos en los dos últimos años y ha llegado a sacarle casi ocho puntos a Biden. 

Ahora se la ve como un figura política de las que hacen cosas. "Tiene el potencial de ser una líder transformadora", en palabras de Juan Verde, grancanario, miembro del Consejo Asesor Presidencial de Biden, como ya lo fue con Barack Obama. Su lectura de la convención es que "no se respiraba tal nivel de entusiasmo desde 2008", cuando el expresidente negro, el primero en la historia, inició su campaña. "Hemos pasado de una campaña sin mucho empuje, con muy poca energía, a un movimiento nacional, histórico", explica, repitiendo términos como "ilusión", "esperanza" y "cambio". "El partido ha presentado un frente común y la candidatura de Harris se está convirtiendo no sólo en algo que ilusiona al pueblo, sino, claramente, en un movimiento que podría darle la victoria al Partido Demócrata", ahonda. 

Harris está vendiendo la unidad de acción cuando se viene de un tiempo de trincheras, pero no sólo nacionales, también de partido, recuerda Verde. Es una de las grandes diferencias respecto a la campaña de la otra mujer que intentó ser presidenta demócrata, Hillary Clinton, que ganó en voto popular a Trump pero no la presidencia. "Hay un claro y contundente apoyo -constata- a una nueva generación de líderes que empuja" y que alude directamente al alma de cualquier ciudadano: lo que quiere ser, lo que aspira a ser. Es clave ese cambio, porque cambiante es el electorado, no tiene tanto que ver con el de 2016. "Tienen ahora algo con lo que contrastar, que es la presidencia de Trump, que cometió los errores que cometió y llevó al país por donde lo llevó, versus una persona que habla de futuro", añade. 

Si Trump ha sido la desestabilización, Biden se convirtió en un punto de transición. "El país le debe mucho", defiende el asesor. Pero futuro, durabilidad, estabilidad... eso es lo que añade Harris. Su "problema" es que "no todo el mundo" conoce lo que ha hecho ni lo que puede hacer; lo mismo pasa con Walz. Es el reto: enseñárselo. Sobre todo, en el caso de los indecisos, que son el segmento clave que condicionará el resultado. Los estados más variables y codiciados, los bisagra, son hoy Pensilvania, Michigan, Georgia, Arizona, Wisconsin y Nevada. Los negros, latinos y jóvenes también están en su diana, porque se habían alejado ligeramente de Biden -algo de lo que se jactaba Trump- y debe recuperarlos. 

Kamala Harris y Tim Walz, saludando a los reunidos en Chicago.WILL OLIVER / EPA / EFE

Los cambios en la carrera

Harris sale de su convención con un partido unido detrás de ella, que exhibe esa imagen de piña como un pavo real. Su metamorfosis y la irrupción de Walz, el gobernador de Minnesota, que se ha convertido en el "entrenador" de EEUU, es digna de estudio. Por ahora funciona. La duda es cuánto va a durar el deslumbramiento, a unos 70 días para la cita electoral. Si complicado es llegar, más aún es mantenerse. 

Todo son incógnitas en la campaña por venir. Trump concluyó su nominación en julio con la certeza de que su intento de regresar a la Casa Blanca, desafiando un delito grave, estaba en camino. Biden estaba mal. Pero el ascenso de Harris le plantea enormes problemas, se preocupa por sus mitines con multitudes y lamenta la desaparición de sus ventajas en las encuestas. Pese a ello, no actúa diferente, no abandona la política de insultos por los temas que podrían hacerle recuperar la Casa Blanca, no aclara sus apuestas, su programa. Una vez le funcionó. ¿Y ahora? El escenario es cambiante. 

Los republicanos se mofan de la alegría desatada de los demócratas, cuando los precios siguen altos y hay inseguridad económica, pero ellos también tuvieron su momento, con atentado a Trump de fondo. Jauja se esfuma. Quedan las propuestas. De eso se ha visto poco en la convención y es donde Harris va a tener que acelerar, tiene que explicarse y exponerse. Aparte de los mítines, debe diseñar una agenda política detallada (y contársela a la gente), presentar un plan económico urgente, dar entrevistas, hasta de las duras. Con azúcar en sangre, bien, pero yendo al detalle, a lo concreto, su sueño (y el de los ciudadanos) no se hará realidad. 

El dúo demócrata ha hecho promesas de precios más bajos y más viviendas, pero no ha explicado cómo ampliaría el acceso a la atención médica, los medicamentos recetados, el cuidado infantil más barato, su política verde. Primero se han dado a conocer ellos (de sus citas a ciegas a los tratamientos de fertilidad y las fotos infantiles, esas ya se las sabe todo el mundo), pero debe llegar el programa. Se sabe que la economía, el aborto, la deuda de los consumidores, los servicios públicos y la inmigración serán sus ejes de gestión, pero de su web han desaparecido documentos con planes concretos que estaba ahí antes de la candidatura, por si hay que rehacerlos. 

Hay que ver también el tono, si Harris entra al trapo de las críticas por llegar de Trump, a las que tienen miedo en el Partido Republicano por si dice alguna burrada sobre mujeres, negros o asiáticos que le hunda la campaña, por más que no lo hayan hecho ya cuatro enormes procesos judiciales. Obama llamó a no repetir la terminología "deplorable" del adversario y se echó sobre los hombros las peores críticas al millonario, evitando que Harris se centrase en otra cosa que no fuera su sueño. El cara a cara entre los dos aspirantes a la Casa Blanca será el 10 de septiembre. Datos, propuestas y emociones a tope. Entre ellas esa alegría del principio, ante la que veteranos demócratas han advertido en la convención, del propio Obama a Bill Clinton. "Hemos visto que más de una elección se nos escapaba cuando pensábamos que no podía ocurrir", avisó este último, recordando sin citar el caso de Hillary, su esposa. 

La convenció sacó a Biden a escena el lunes, el primer día, y ya se olvidó de él, piropos aparte. Sin embargo, pese a esa liberación política que es en realidad su ausencia, había otra sombra que Harris no ha abordado y que le irán estallando en campaña: las manifestaciones propalestinas. Apenas una frase para apoyar la "libertad" y "dignidad" de los palestinos, mientras que se hizo toda una demostración de apoyo a Israel y su "derecho a defenderse". Los campus pueden reactivarse cuando pasen las vacaciones y se acerque el aniversario de la guerra en Gaza, el 7 de octubre. 

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Ahora que la convención ha terminado, Harris debe demostrar que puede convertirse en una figura política singular, digna de los últimos cuatro días de homenajes, que lleve a su partido a la victoria con un liderazgo claro y abrir ese "nuevo camino" que propugna. Ha dicho que puede. Ahora tiene que hacerlo y disipar dudas.