Esequibo, la tierra riquísima de Guayana que Venezuela perdió y quiere recuperar
El Gobierno de Maduro ha hecho un referéndum, ganado por goleada, para sondear la anexión de un territorio que se ha vuelto especialmente importante por las reservas de petróleo, oro y minerales encontradas en los últimos años.
El Gobierno de Nicolás Maduro quiere recuperar Esequibo o la Guyana Esequiba. Una tierra que un día fue venezolana, que se perdió en beneficio de la vecina Guayana y que hoy se ha vuelto más jugosa que nunca porque a su formidable diversidad étnica, cultural y natural -un pulmón verde lleno de pueblos originarios y decenas de idiomas distintos- suma el hallazgo de yacimientos riquísimos en petróleo, oro y minerales.
En los últimos cinco años, se han multiplicado los descubrimientos en la zona, lo que en buena parte va a permitir a Guyana convertirse en el país que mayor ritmo de crecimiento económico experimentará en los próximos años, según el Fondo Monetario Internacional. Eso ha hecho que las aspiraciones históricas se mezclen con las crematísticas y la pelea se retome. El pasado 3 de diciembre, se celebró en Venezuela un refrendo en el que el 95% de los votantes respaldaron la anexión del territorio en disputa, un gesto que desde el otro lado de la frontera se ve casi como un casus belli, un motivo de guerra.
Pese al gesto, las cosas se han calmado en los últimos días. Los presidentes de ambos países se vieron el pasado jueves en San Vicente y las Granadinas para acordar no amenazarse ni usar el fuerza en su disputa por el Esequibo. Tampoco es que hayan llegado a una resolución de fondo, pero no hay más agresiones y eso destensa, aunque las reivindicaciones de cada cual siguen ahí.
Estas son las claves de un conflicto viejo y enquistado que no acaba de resolverse.
Qué es y qué tiene el Esequibo
Estamos hablando de un territorio de casi 160.000 kilómetros cuadrados que se ubica entre los ríos Orinoco y Esequibo, limitado por Brasil en el suroeste y que desde 1966 se encuentra bajo la custodia de Guyana.
Es muy rico, se mire por donde se mire. Cuenta con una extensa red fluvial, ancha y navegable, y 300 kilómetros de costa, con sus respectivas aguas territoriales y zona económica exclusiva. El conjunto aporta unos recursos forestales, agrícolas y pesqueros que son una parte fundamental de las fuentes de riqueza de Guyana, basadas principalmente en las industrias extractivas.
Una gran parte de su superficie es selva tropical, poco explotada, con posibilidades económicas por descubrir según los sondeos de diversas firmas internacionales. Ya se han localizado importantes reservas de oro, cobre, hierro y otros minerales como la bauxita, los diamantes y el manganeso, y metales como el oro, además de los yacimientos de gas natural, uranio y petróleo descubiertos a partir de 2015: el gigante petrolero Exxon Mobil descubrió 11.000 millones de barriles de petróleo frente a las costas del pequeño país latinoamericano.
La suma de estos bienes y la atracción inmediata de capital extranjero ha multiplicado por tres el PIB guyanés en sólo cuatro años: tras un crecimiento récord del PIB real en 2022 (62,3%, el más alto del mundo, tras años menos buenos por la pandemia), se espera que el PIB real suba este año en torno al 38%. El PIB ha pasado de los 5.400 millones de dólares en 2019 a los 16.300 millones de la actualidad.
El riesgo de depender demasiado de los beneficios económicos del Esequibo es real, porque la Guyana Esequiba constituye aproximadamente dos terceras partes del territorio del país, pero alberga sólo una tercera parte de los poco más de 800.000 habitantes del país.
No sólo preocupa esa dependencia, sino el impacto de las extracciones y prospecciones que se están haciendo en la zona, un verdadero boom que alerta a los ecologista y preservacionistas. El Esequibo tiene más de 12,4 millones de hectáreas bosques, de acuerdo con cifras de Global Forest Watch, pero entre los años 2000 y 2020 se perdieron 135.318 de ellas, aproximadamente un 1,1 % del total, denuncia la ONG venezolana SOS Orinoco. De ellas, 31.000 hectáreas fueron destruidas por la minería, principalmente la de oro.
Existe también una gran diversidad étnica en su población, entre la que se incluyen varios grupos indígenas que también habitan en Venezuela y en otras zonas de Guyana, cuyo modo de vida también está siendo amenazado por la presencia de la industria. Aunque el idioma predominante es el inglés, por razones históricas, se habla también el arawak, el pemón, el arekuna o el wapishana.
El origen de la disputa
Casi 200 años lleva abierta la disputa por este trozo entre Guyana y Venezuela, con altibajos de tensión, relevos en la posesión de la tierra y aspiraciones cruzadas que ahora reviven al calor del negocio y, dice Maduro, sobre todo de la "necesidad" de unir la patria. Hay que remontarse a 1777, cuando Esequibo estaba aún dominio del Imperio español. En ese año pasó a formar parte de la recién creada Capitanía General de Venezuela, que finalmente consiguió su independencia como República de Venezuela en 1811.
Por entonces, Guyana todavía no existía como nación, sino que era parte de una colonia británica. En 1814 el Reino Unido y Países Bajos firmaron un tratado mediante el cual los británicos adquirían una parte de Venezuela, sin definir exactamente la frontera occidental de este territorio adquirido. En 1819, con la creación de la República de Colombia (o Gran Colombia), Londres reconoció el curso del río Esequibo como la frontera, pero siguió siendo una realidad difusa.
Para solucionar esta situación, en 1840 Reino Unido eligió al explorador Robert Schomburgk para definir claramente la frontera, conocida desde entonces como la Línea de Schomburgk, que reclamaba unos 80.000 kilómetros cuadrados más de territorio venezolano de los adquiridos inicialmente, una zona donde se habían descubierto reservas de oro. Se desencadenó la ambición británica por ese territorio y ahora la historia se repite.
Durante las décadas siguientes el Imperio británico ya había instaurado minas dentro del territorio en disputa, a pesar de las denuncias de Venezuela por la invasión de su territorio. Así, el país buscó el apoyo de los Estados Unidos para resolver la cuestión. El gobierno venezolano del general José Antonio Páez denunció esa presunta incursión a su país por parte del Imperio británico, del que Guyana formaba parte, y se adhirió a la llamada Doctrina Monroe. Aquel movimiento, que reclamaba "América para los americanos", se convirtió en un levantamiento generalizado contra el colonialismo, pero con los años, la idea de proteger al continente acabó convirtiendo a Latinoamérica en el patio trasero de Washington. Pero esa es otra historia...
El caso es que el EEUU del presidente Grover Cleveland intervino en 1895 firmando un tratado con los británicos para la resolución del conflicto mediante un tribunal internacional. Londres no lo veía, de inicio, pero acabó yendo a la mesa. Finalmente en 1899, con el Laudo Arbitral de París, el tribunal falló a favor del Reino Unido, legitimando la Línea Schomburgk como frontera entre ambos territorios y dejando el Esequibo dentro de las fronteras de la colonia británica. Guayana, con el tiempo.
"Venezuela, persuadida de que se aplicaría el uti possidetis iuris, -un principio legal del Derecho Internacional que les garantiza a los Estados administrar territorios que geográfica e históricamente les pertenecen- aceptó acudir a un tribunal en París", pero el historiador Manuel Donís, citado por la BBC, sostiene que el país fue engañado. Habla de que, pasados 40 años, se comprobó con papeles en mano que hubo complicidad entre los delegados británicos y el juez que tenía el voto clave, por lo que hoy Caracas sigue pensando que el territorio fue tomado de forma ilegítima e ilegal y que le corresponde porque era suyo en el momento de su independencia.
Los choques más recientes
El Reino Unido ha reconocido las quejas de Venezuela en el Acuerdo de Ginebra, aún vigente, que busca encontrar soluciones satisfactorias para el arreglo práctico de la disputa limítrofe y que se firmó con Caracas justo tres meses antes de otorgar la independencia a Guyana, en 1966, al constituirse como estado de pleno derecho. La documentación que había surgido con los años no dejaba en buen lugar a Londres y las dudas sobre la titularidad de la tierra eran sensatas como para hablar de zona en disputa.
El pacto sostenía que si los dos países no podían ponerse de acuerdo en una solución pacífica, el secretario general de la ONU debería elegir posibles mecanismos de solución, contenidos en el artículo 33 de la carta de Naciones Unidas, referido al arreglo pacífico de controversias. Pese a ello, no se logró una resolución que aclarase el conflicto.
Los años fueron pasando sin que hubiera solución alguna, con oleadas de tensión y distensión. Guyana, Reino Unido y Venezuela firmaron en 1970 el Protocolo de Puerto España que congeló las conversaciones, directamente, durante 12 años. Cuando Hugo Chávez llegó al poder en Venezuela, en 1999, prácticamente no tocó la situación sobre el Esequibo, porque antepuso la transformación bolivariana que propugnaba y ese conflicto, en parte exterior, retrasaba sus planes. Venezuela era un país suficientemente rico en recursos como para avanzar y tocaba centrarse en otras metas. Ha sido Maduro, su sucesor, quien lo ha retomado cuando han venido mal dadas, en años de desabastecimiento y hundimiento económico, más aún cuando hace ocho años se detectaron los nuevos y jugosos yacimientos petroleros en Esequibo.
Guyana, por su parte, no cede y se aferra a su statu quo actual. El Laudo Arbitral de París de 1899 dispuso las fronteras y con eso se queda, más allá de que se descubriera poco equilibrio entre los jueves o que la ONU hable de zona en disputa. Las peticiones de Venezuela son "absurdas", dice el gabinete de su líder, Irfaan Ali.
Ahora, con el referéndum, se ha querido reafirmar el deseo del pueblo venezolano de recuperar el Esequibo como primer paso para volver a luchar por esta región. No obstante, el organismo legal encargado de tomar esta decisión sería la Corte Internacional de Justicia (CIJ), porque ahí es donde está el balón de este debate. Y es que Guyana hizo en 2018 una petición ante el tribunal de La Haya para que se resuelva el conflicto territorial, pero Venezuela ha negado desde entonces la legitimidad de esa institución para resolver la disputa. Si no se acepta el árbitro, no hay de qué hablar.
La CIJ, en diciembre de 2020, se declaró competente en el asunto, pero Caracas sigue sin aceptarlo y, desde entonces, se suceden los avisos de Naciones Unidas al Palacio de Miraflores. Este mismo diciembre, la Corte ordenó a Venezuela no tomar ninguna medida "que modifique la situación que actualmente prevalece" en el territorio. Ambas partes deben abstenerse "de cualquier acción que pueda agravar o extender la controversia ante la Corte o hacerla más difícil de resolver", añade. Era un aviso a la consulta de Maduro, a punto de celebrarse.
Ahora, tras el encuentro entre los dos líderes, al menos se ha puesto el tema sobre la mesa con una hija de ruta, si no de solución, sí de contactos. Ambas naciones se comprometen a no intensificar el conflicto y a evitar incidentes en la frontera que se puedan considerar un ataque. Si eso ocurriera, entonces mediarían los actores que se vieron ya el pasado jueves, de consenso. Habrá una comisión conjunta de ministros de Relaciones Exteriores y técnicos que trabajarán conjuntamente en una salida y dentro de tres meses, las partes volverán a encontrarse en Brasil. Tras el aldabonazo, la ligera esperanza de resolver las cosas dos siglos más tarde.