El ultimátum de EEUU que no hace mella en Israel: la ayuda humanitaria a Gaza cae a su nivel más bajo en 11 meses

El ultimátum de EEUU que no hace mella en Israel: la ayuda humanitaria a Gaza cae a su nivel más bajo en 11 meses

Washington pidió medidas para agilizar la entrada de bienes a la franja, pero ahora afirma que Tel Aviv está tomando ciertas medidas y no va a congelarle el envío de armas ni a negarle su protección diplomática. Los datos de la ONU le contradicen.

Soldados israelíes vigilan camiones que transportan ayuda humanitaria en el paso fronterizo de Erez, al norte de Gaza, el 21 de octubre de 2024.Janis Laizans / Reuters

"Y no hubo nada". Esta es la historia esperada, una más entre Estados Unidos e Israel: Washington levanta el dedo a Tel Aviv, le da un plazo para saldar deudas pendientes y le amenaza con represalias si no cumple. El plazo pasa, EEUU queda contento con las explicaciones y no hay reprimenda alguna, por más que se acumulen sobre la mesa los informes que señalan que sí, que queda todo por hacer. Fin.

Es lo que ha ocurrido con el ultimátum que se le había dado desde la Casa Blanca al Gobierno de Benjamin Netanyahu para que aumentase la entrada de ayuda humanitaria en Gaza, la franja palestina bombardeada por su Ejército desde hace 13 meses y donde la situación es absolutamente desesperada. A través de una carta, el pasado 13 de octubre, el secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, y su compañero de Defensa, Lloyd Austin, trasladaron a Israel su preocupación sobre la situación humanitaria en Gaza y exigieron al agresor que llevara a cabo "acciones urgentes y sostenidas" para "revertir esta trayectoria". Si no, se plantearía el envío de armas al país. 

Israel tenía un mes para ello, un plazo que las ONG consideraron ya escandaloso, teniendo en cuenta la hondura de la emergencia, pero que permitía a Washington no mover un dedo hasta que no pasaran las elecciones presidenciales del 5 de noviembre, en las que se impuso el republicano Donald Trump, cambiando el color de la actual Administración Biden. Parecía que Washington hacía algo, un gesto, también, para los electores musulmanes o árabes, muy descontentos con la inacción demócrata en las guerras de Palestina y Líbano. Se sabía que si se daba algún paso contra Israel ahora sería revertido por Trump en enero, cuando tome posesión, pero es que ni un parche ha habido. 

"Hagan lo que deben hacer", aconsejaba Blinken estos días a los israelíes. Pero superados esos días, EEUU dice ahora que su aliado no merece castigo alguno, ni congelación armamentística ni abandono diplomático en organismos como la ONU ni aceleración en procesos legales de la justicia internacional, porque se ha empezado a mover. Vedant Patel, portavoz del Departamento de Estado -los jefes, silenciosos-, dijo el martes que Israel ha prometido la apertura de un nuevo cruce terrestre y la reanudación del reparto de ayuda en el norte de Gaza, la zona donde es más acuciante. 

Reconoce que hay que hacer más "avances", pero por ahora con eso le vale para afirmar que Israel cumple con las leyes norteamericanas. De no hacerlo, por norma, el Gobierno estadounidense estaría obligado a tomar represalias contra el país que sea, si en juego está ayuda de un organismo estatal norteamericano, como es el caso de USAid (la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional). Pero no es el caso, dicen. 

Lo que ocurre es que los números no dan la razón a Washington. La Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), que documenta diariamente lo que ocurre en este conflicto, y el propio Ejército de Israel constatan que la cantidad de ayuda que llega a Gaza ha caído al nivel más bajo desde diciembre. 

En octubre entraron 990 camiones a Gaza, el número más bajo en lo que llevamos de año, cuando EEUU, en su carta, reclamaba una media de 350 camiones al día para lograr al menos un flujo mínimo de bienes, pero es que las principales ONG que trabajan en la zona, además de la ONU, sostienen que lo que necesitan los gazatíes son 500 camiones al día, que son los que circulaban antes de la guerra. 

El máximo de entrada de camiones queda lejos, se registró en abril, con 225 camiones en un día según el propio Israel. Las entregas de ayuda alcanzaron su punto máximo, si sumamos estadísticas mensuales, en mayo, cuando 117.000 toneladas de alimentos entraron en Gaza en más de 6.000 camiones. También llegaron al territorio tiendas de campaña, medicamentos y otros suministros vitales.

Lejos. El número se ha desplomado desde primavera, con una media de 13 vehículos al día en el último mes. Tras el toque de EEUU, se llegó a un pico de 71 camiones en un día, 279 menos de los pedidos por Washington. La Oficina israelí de Coordinación de las Actividades Gubernamentales en los Territorios Palestinos (COGAT, por sus siglas en inglés), ha reconocido a la agencia AP que "la asistencia ha caído a menos de un tercio de sus niveles en agosto y septiembre". "En septiembre, ingresaron 87.446 toneladas de ayuda a la Franja de Gaza. En octubre, 26.399 toneladas", indica. Sólo 25.155 toneladas de ayuda alimentaria ingresaron a Gaza en octubre, menos que en cualquier mes completo desde diciembre de 2023.

En una aparente concesión de último momento, cuando se acercaba el fin del ultimátum, las autoridades israelíes anunciaron el lunes pasado una ampliación de la "zona humanitaria" designada, un espacio en el que supuestamente los civiles pueden moverse con seguridad, pero donde, en la práctica, la exposición es sólo un poco menor que en el resto de la zona, como ha denunciado la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA). Ahora se han añadido añadiendo áreas interiores, que podrían aliviar parcialmente el intenso hacinamiento y permitir que algunas personas desplazadas se alejen de la costa, con el invierno a la vuelta de la esquina. 

Palestinos de Gaza trepan a un camión con ayuda de Naciones Unidas en Deir Al-Balah, el 3 de noviembre de 2024.Majdi Fathi / NurPhoto via Getty Images

La situación

Sin embargo, no hay nada reseñable que haya cambiado en cuanto al volumen de ayuda que entra en la zona palestina, que antes se verse sometida a esta ofensiva ya vivía cercada por Israel desde 2007. La semana pasada, 15 jefes de agencias humanitarias de Naciones Unidas denunciaron en un comunicado conjunto la "apocalíptica" situación en Gaza, sobre todo en el norte. Más del 80% de la población -de 2,3 millones de personas antes de la guerra- ha sido desplazada y más de dos tercios de los edificios han sido destruidos o dañados.

El ganado y las cosechas se están muriendo y los sistemas de alimentación agrícola "han quedado diezmados" como consecuencia del bloqueo y los bombardeos, agrega la nota. Además, advierte que "la población entera del norte de Gaza está en riesgo inminente de morirse de enfermedades, hambre o violencia". No entran alimentos, ni medicinas ni material para levantar tiendas y protegerse, con noviembre mediado y en plena costa mediterránea.

Denuncian el "castigo colectivo" que sufren los palestinos, que ven cómo los mercados han cerrado por falta de bienes, como las panaderías o molinos -destrozados por los ataques en un 90%- no pueden trabajar, cómo no se puede comprar nada ni teniendo dinero. Todo el mundo pasa hambre, en mayor o menor grado.  

El norte es lo peor. La zona de Jabalia, Beit Hanoun y Beit Lahiya ha sufrido un asedio constante de un mes por parte de las tropas de Israel, que argumentan que el partido-milicia Hamás se ha reagrupado allí, llevando a cabo ataques relámpago desde túneles o edificios bombardeados. El perímetro está ahora vigilado por puestos de control de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y eso está complicando el acceso a la ayuda de las 75.000 personas que se calcula que aún quedan allá. Israel dice que esos gazatíes aún tienen "asistencia suficiente" de meses anteriores. 

La ONU lo niega, como niega que la zona esté totalmente evacuada. Y denuncia hechos difíciles de explicar, como que un lunes Israel permita que llegue algo de ayuda y un martes, de pronto, pida a la gente que la ha recibido que deje todo y se traslade de nuevo, forzando el abandono de parte de la ayuda. 

Israel impuso un bloqueo total de Gaza en las primeras semanas de la guerra, antes de suavizar gradualmente las restricciones bajo la presión internacional. Entonces vimos los primeros camiones entrando desde el paso de Rafah, en el sur, desde Egipto. Luego, la presión de sus ataques en esa zona provocó un cierre y se abrieron ocasionalmente los pasos de la frontera este, donde además son rutinarias las protestas de nacionalistas judíos que intentan boicotear su paso. 

En la carta de EEUU a Israel se pedía, igualmente, que se creara un canal de alto nivel para que las autoridades de Washington pudieran plantear sus preocupaciones sobre los daños causados a civiles en Gaza, que debería tener su primera reunión a finales de octubre. Es lo más prosaico, lo menos concreto, pero en este punto tampoco ha habido cumplimiento y los canales entre los dos países son los que ya existían. 

Muchos y buenos, pero para otras cosas, como para suministrar ayuda desde Norteamérica a Oriente Medio: en lo que llevamos de contienda, EEUU ha dado casi 18.000 millones de dólares a Israel en ayuda y provisiones, según un estudio de la Universidad de Brown. En el caso de las armas, una propia investigación de la Administración Biden ha constatado que el uso de armas de su país en esta contienda por parte de las FDI "probablemente" violan el derecho internacional. 

Una niña llora mientras trata de conseguir comida en un reparto benéfico en Deir Al-Balah, centro de Gaza, el 10 de noviembre de 2024.Ramadan Abed / Reuters

Los obstáculos y sus consecuencias

Entregar o no entregar ayuda es, de inicio, una decisión política, voluntaria. Y no es de esta guerra, viene de lejos. Desde que Hamás ganó las elecciones y llegó al poder en Gaza, hace 17 años. En todo ese tiempo, Israel ha mantenido el cerco por tierra, mar y aire, controlando qué entraba y qué no y, también, de qué proveedores venía, un importante negocio para las marcas israelíes. De ahí imágenes como la de más arriba, de niños pidiendo con latas escritas en hebreo.

En el recuerdo, las informaciones del diario Haaretz que desveló que incluso Tel Aviv calculaba las calorías con las que podían vivir los ciudadanos de la franja sin morir de hambre y, con esos datos, planificaba cuánto y cómo abría los pasos fronterizos. Ahora, en su operación "contra Hamás" tras los atentados masivos del 7 de octubre de 2023, ese grifo se ha cerrado más aún. 

EEUU detectaba cuatro problemas esenciales para un mejor reparto de ayuda: el lento procesamiento de las mercancías del lado israelí, las restricciones que impone a esos bienes, la anarquía que hay en el interior de Gaza y la presión de grupos que tratan de hacerse con ellos. El gabinete de Netanyahu se aferra a estos últimos, a la falta de seguridad, para exculparse. Rechaza la acusación de que la ayuda se restringe deliberadamente y acusa a las agencias humanitarias de no organizar su distribución de lo que se deja entrar. 

La coordinación con las autoridades militares israelíes es laboriosa, denuncian las ONG, y lleva mucho tiempo, ya que muchas solicitudes de convoyes son rechazadas. En octubre, las autoridades israelíes denegaron o impidieron directamente el paso de la ayuda humanitaria en el 58% de los casos, según las agencias de ayuda humanitaria. Los bienes se pudren, se caducan -también los aportados por países como España-, sin poder servir a una población que lo necesita. Un tercio no llega a destino, entre bandas y saqueos. 

Israel argumenta que no limita la ayuda y culpa a la ONU y los organismos humanitarios de no tener recursos suficientes para distribuir el material. "Desde el mes pasado han entrado más de 700 camiones al norte de Gaza y vamos a abrir otro cruce para la entrada de más ayuda. El problema no es la falta de ayuda, es la amenaza de que Hamás saquee los camiones", dijo recientemente el portavoz militar Nadav Shoshani. Un tercio de la ayuda no llega a destino, entre bandas y saqueos.

Javier Suárez, coordinador de la cadena de suministros de Médicos Sin Fronteras (MSF), denuncia claramente que uno de los grandes escollos radica en que las autoridades israelíes no ofrecen una lista oficial de artículos permitidos. Ya ocurría antes de la guerra, pero esa laguna ha crecido con los meses. Suárez, ebtrevistado por EFE, explica que se encargaba hasta hace poco de coordinar y negociar con las autoridades israelíes los envíos de MSF a Gaza y durante su labor -que duró tres meses-, vio que era relativamente fácil introducir medicinas o comida, pero las trabas llegaban con artículos que Israel denomina de doble uso. Esto es, objetos o materiales que pueden tener un uso civil y uno armado. 

La UNRWA, antes del 7-O, ya denunciaba, por ejemplo, que no se le dejaba entroducir lámparas incandescentes, velas, fósforos, libros, instrumentos musicales, lápices de colores, ropa, zapatos, colchones, sábanas, pasta, café, te, chocolate, nueces, champú y acondicionador para el cabello.

"El problema es que no tenemos nada por escrito y las listas van cambiando", explica ahora Suárez. Tijeras para quirófano, camas de hospital o muletas son consideradas de "uso dual", lo que obliga a devolver todo el camión, reorganizar sus contenidos y volver a pedir autorización, empezando de cero el proceso. La situación es especialmente grave en materia de higiene y residuos, por el peligro sanitario que conlleva. 

El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) trata de dar apoyo a la empresa municipal de recogida de basuras con reparaciones y combustible, y tiene un programa que ofrece dinero a ciudadanos para ayudar en la retirada de residuos. Pero el mayor problema es la falta de infraestructura. "Simplemente no hay infraestructura suficiente, como desagües, en las zonas del sur de Gaza para responder siquiera a pequeñas cantidades de lluvia", indica Sarah Davis, portavoz del CICR en Jerusalén. El organismo teme, a las puertas del invierno, el efecto de las lluvias y el frío en las zonas más pobladas del enclave.

La mayoría de los casi dos millones de gazatíes viven hacinados en una reducida zona entre Jan Yunis, en el sur, y Deir al Balah, en el centro, designada como "zona humanitaria" por las autoridades israelíes y plagada de tiendas de campaña, sin baños ni duchas. En los últimos días, tras unas lluvias que duraron apenas cinco minutos, los caminos se inundaron. "Esto significa que cuando llueva la gente vivirá en el barro", asegura Davis. "No sólo hará frío y será casi imposible mantener limpios los colchones, sino que existe el riesgo de que ese barro se mezcle con las aguas residuales y la basura", añade en declaraciones a la agencia española. 

Los organismos internacionales señalan la necesidad de que se permita introducir kits de invierno especiales, con lonas de plástico, mantas, tiendas de campaña y ropa térmica. La zona costera de Palestina tienen un típico clima mediterráneo, con inviernos relativamente templados pero húmedos. Sin casa, todo se acentúa. 

Las agencias humanitarias se enfrentan a los bombardeos, al pillaje de los hambrientos pero también de los grupos armados, incluyendo a Hamás -aún con ciertos medios, pese a estar descabezada-, que tratan de hacerse con los bienes que entran. Pero es que, en el caso de que entrase la ayuda y se distribuyera en paz, seguiría habiendo carencias: de conductores, de equipos de comunicación, de equipos de protección... Desde mayo, sólo se ha concedido una décima parte de las más de 300 solicitudes presentadas al COGAT para expedir permisos a conductores individuales, según informaron funcionarios de la ONU al diario londinense The Guardian

Estes es el marco en el que EEUU no ha actuado, pese a que su propio personal de cooperación ha denunciado que Israel había bloqueado deliberadamente el envío de alimentos y medicinas a Gaza. En octubre, un comité mundial de expertos en seguridad alimentaria conocido como IPC advirtió sobre una "fuerte probabilidad de que la hambruna sea inminente en ciertas zonas" del norte de Gaza. "El Estado de Israel ha convertido el hambre en un arma de guerra (...), entra para cubrir poco menos de un 6% de las necesidades diarias", denuncia Philippe Lazzarini, al frente de la UNRWA. 

El COGAT lo niega, de nuevo, habla de un estudio sobre datos incorrectos, parciales y sesgados. Sacan a relucir que, por ejemplo, ha funcionado la campaña contra la polio, con la que ya se ha protegido al 94% de la población objetivo, unos 600.000 niños menores de 10 años. Elude citar el hecho de que la polio ha regresado a Gaza por primera vez en 25 años precisamente por los efectos de su ofensiva.  

Si EEUU hubiera entendido que Israel violaba sus leyes de cooperación, sus informes podrían haberse presentado a cortes internacionales, apuntalando procesos contra su aliado, se habría visto más obligado a apoyar resoluciones de la ONU pidiendo un alto el fuego total, habría forzado la congelación al menos de su venta de armas a Tel Aviv, habría podido avalar la imposición de sanciones de otros estados (por más que ese debate esté aún muy verde en naciones occidentales). 

Titania
Titania
Santander

Ha pesado el electoralismo en el ultimátum y la inacción de Washington viene a dar la razón a esos electores propalestinos que se han quedado en sus casas sin votar o, incluso, han preferido a Donald Trump sobre Kamala Harris. El movimiento Abandon Harris habló de "traición" de la demócrata por no plantar cara a Israel. Pasadas las elecciones, tampoco ha habido cambio de política. 

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.