¿Día de la Victoria? Rusia rememora la debacle nazi con Ucrania evidenciando su vulnerabilidad
Razones de seguridad han llevado a descafeinar, si no anular, los principales eventos en todo el país. Putin cuenta los ataques ucranianos en suelo ruso, la división de sus próximos o el reproche de Wagner por falta de munición y tiene poco que celebrar.
El 9 de mayo está marcado en rojo, rojísimo, en el calendario de Rusia. Es así desde 1945, cuando la Unión Soviética (URSS) se impuso a Alemania y llegó la ansiada capitulación nazi. 78 años se cumplen en este 2023 de aquel momento crucial del siglo XX. La tradición dice que en este día Moscú y las principales ciudades rusas se llenan de uniformes, de armamento, de veteranos y de fanfarrias para mostrar al mundo su poderío militar, vigente más allá de los recuerdos de la Segunda Guerra Mundial. El Día de la Victoria es el momento de sacar músculo y de recordar que nunca más habrá quien quiera matar a casi 27 millones de rusos sin asumir las consecuencias.
Pero este año, esa fiereza de otro tiempo ha quedado descafeinada, si no anulada. El presidente ruso, Vladimir Putin, se ha visto obligado a rebajar los fastos porque el día llega en un momento en que está lejos de cantar victoria, cuando más se le ven las costuras, o sea, las vulnerabilidades, cuando está embarrado en la guerra de Ucrania, esa que iba a durar tres días, roza los 15 meses ya y no parece tener fin cercano. Hay ataques en su propio territorio, hasta en el Kremlin si nos atenemos a la versión oficial, tiene dividido al ejército y a sus mercenarios, que se quejan de falta de munición, y se le viene encima una ofensiva que puede hacerle perder parte de lo ganado, armamento occidental mediante.
Putin siempre ha utilizado esta festividad para impulsar su imagen de hombre fuerte, año tras año en el poder. Eso no cuela en 2023. Se han cancelado los desfiles en las regiones rusas de Kursk y Belgorod, que limitan con Ucrania, y en la Crimea ocupada por Rusia, citando preocupaciones de seguridad. También en otra veintena de grandes ciudades. ¿Qué va a vender, si no puede? En Moscú limitará los actos a lo más marcial pero anula la marcha del Regimiento Inmortal, en la que participan familiares de caídos rusos. El riesgo de que vayan padres o esposas de los caídos en Ucrania, en esa guerra no declarada, aún llamada "operación militar especial" era demasiado alto.
No puede hacerlo, cuando desde hace un año calla las cifras de sus bajas porque se multiplican y hunden la moral. La Inteligencia de Estados Unidos viene estimando que 20.000 soldados rusos han muerto en Ucrania desde diciembre y otros 80.000 han resultado heridos; eleva a más de 100.000 el total de muertos rusos, que Ucrania, a su vez, calcula en 193.430 desde que se inició la invasión. El medio independiente Mediazona y el servicio ruso de la cadena BBC han confirmado a partir de esquelas y otros datos públicos la muerte de 22.055 militares desde el 24 de febrero de 2022, aunque el número "no refleja la cifra real de pérdidas", advierten.
Este es el primer primer Día de la Victoria soviética sobre la Alemania nazi desde la movilización parcial de 300.000 reservistas decretada en septiembre por el presidente Putin, por lo que cientos de miles de rusos tienen a hijos, esposos y nietos luchando en el frente, recuerda EFE. A ellos se suman los 18.000 voluntarios con contrato y los 50.000 presos reclutados por el Grupo Wagner. Y ni por esas.
Hoy Kiev sigue atrincherándose, formando a su gente en el exterior para usar el nuevo armamento y mientras continúan los intensos combates alrededor de Bajmut, la ciudad que lleva nueve meses de asedio, en la que Rusia se puede marcar su primera conquista desde el verano -controla el 95%-, pero que no acaba de caer. La guerra en Ucrania es ya la peor en tierra europea desde la Segunda Guerra Mundial y por mucho que Putin insista en que también es una cruzada contra los nazis -uno de los pilares de su narrativa- la supuesta meta no tapa los datos.
La seguridad, en entredicho
En los últimos meses, ha habido una serie de presuntos ataques con aviones no tripulados dentro de Rusia y el territorio ocupado por Rusia en Ucrania que han hecho saltar las alarmas en el Kremlin, cuyo edificio fue incluso diana la semana pasada, en un supuesto intento de asesinato del presidente en plena noche, con los preparativos de la Plaza Roja para este 9 de mayo de fondo.
El pasado día 4 ardieron dos depósitos de combustible en el sur de Rusia, en Ilskii, a unos 30 kilómetros al noreste del puerto de Novorrosiisk, donde la Flota rusa del Mar Negro tiene una de sus bases, y en una planta de producción de derivados de petróleo en Novoshájtinsk, en la región de Rostov, según las autoridades locales.
El mes pasado, un dron cayó en la ciudad de Kireyevsk , a unos 400 kilómetros de la frontera con Ucrania, hiriendo al menos a tres personas en una explosión después de que fuera derribado, dijeron los medios estatales rusos. En febrero, un dron se estrelló en el pueblo de Gubastovo, a unos 100 kilómetros de Moscú, en lo que el gobernador local dijo que era un intento de atacar la infraestructura civil. Una imagen de los restos parecía ser consistente con un UJ-22, un tipo de dron fabricado por Ucrania. Tiene un alcance de 800 kilómetros en vuelo autónomo. Su rango bajo vuelo controlado directamente es mucho más corto. Y en diciembre del año pasado, un ataque con aviones no tripulados golpeó una base aérea a 600 kilómetros al noreste de la frontera con Ucrania, según el ejército ruso.
Ninguno de estos ataques ha sido reivindicado oficialmente por Ucrania. Sin embargo, el ejército de Kiev ha dicho que socavar la logística de Rusia forma parte de los preparativos para su esperada contraofensiva.
Ambos bandos han desplegado drones en el conflicto hasta el momento, y muchos se han utilizado para vigilancia y selección de objetivos. En términos de alcance, los expertos dicen que los drones lanzados desde Ucrania podrían llegar al territorio ruso y tan lejos como Moscú, que está a unos 450 kilómetros de la frontera. La frecuencia de tales ataques está causando nerviosismo entre los rusos de a pie, que han visto la guerra como algo lejano a su territorio, más allá del reclutamiento masivo de soldados. Los medios rusos informan que la policía de Moscú se ha visto inundada con llamadas del público informando sobre avistamientos de drones en la capital.
Un suma y sigue de grietas en la seguridad que ha alcanzado, sobre el terreno, incluso a referentes de la defensa rusa. Por ejemplo, hace tres días que Ucrania ha derribado por primera vez un misil hipersónico lanzado por Rusia, obra de los Patriot de Estados Unidos, algo nunca visto hasta ahora. Y los tanques T90M, llamados a ser los opositores de los Leopards europeos, siguen cayendo en un goteo incesante.
La llegada de los drones al Kremlin ha causado más nerviosismo, sea cual sea su origen. ¿Es cosa de Ucrania, de enemigos de Putin? No se sabe nada con certeza, pero la imagen que se transmite es de debilidad: entre medidas de seguridad extremadamente estrictas, incluidos controles exhaustivos y largos convoyes de vehículos, con el espacio aéreo cerrado y el tráfico detenido por los desfiles, la pregunta de cuán bien protegido está el líder ruso y la efectividad de las defensas aéreas rusas ha quedado sobre la mesa. También la duda sobre la respuesta que Moscú prometió. ¿Ir a por el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski? ¿Represalia nuclear? ¿Una nueva ofensiva sobre Ucrania, cuando la esperada era la de Kiev?
El riesgo del sonrojo
Más allá de la seguridad, está la lectura de la vergüenza: a ver cómo se llevan a cabo fastos de victoria cuando en las casas rusas, pese a la propaganda, hay ausencias crecientes de los uniformados que se fueron a Ucrania. Los esfuerzos del Kremlin para inflar el poderío del ejército ruso se han topado también con su necesidad de ocultar los enormes costes en vidas y equipos que Rusia ha pagado desde que invadió Ucrania. Y Putin es, además de presidente, comandante en jefe de esas tropas.
La activista opositora Elvira Vikhareva ha escrito en Facebook que el Gobierno teme tanto un evento multitudinario y, por tanto, imposible de controlar al 100%, en parte por la "paranoia" de Putin sobre su vida, ataques externos y posibles traiciones. Pero insiste en que, por encima de eso, está "el miedo a los rusos". "La gente marcharía sin los retratos de sus bisabuelos. La gente saldría con los retratos de sus padres, hijos, hermanos. El regimiento resultaría no ser inmortal", sino "demasiado mortal". "La lectura sería evidente: la operación militar especial no se está llevando a cabo sin costo alguno. Es por eso que la cancelaron", indica.
En términos más generales, las autoridades temen cualquier manifestación masiva de la gente en público, "las autoridades obviamente tienen miedo", insiste. Y recuerda los datos oficiales de los eventos del Día de la Victoria de 2022; entonces, 125 personas fueron detenidas por protestas contra la guerra en Ucrania muchas de ellas durante los eventos del Regimiento Inmortal.
En este año, las autoridades han intensificado su represión contra la disidencia contra la contienda, dictando largas penas de prisión y abriendo un número sin precedentes de casos de "traición" en las últimas semanas. Lo han denunciado organismos internacionales independientes como Amnistía Internacional y Human Rights Watch.
Descomposición interna
Putin se enfrenta con una situación interna delicada, que afecta a todo su Gobierno y, especialmente, a la gestión de Ucrania. Básicamente, hay dos bandos enfrentados: la cúpula actual del Ejército y el Ministerio de Defensa, comandado por el poderoso Serguei Shoigu, y el del llamado Partido de la Guerra, compuesto por el ala dura de las Fuerzas Armadas más los mercenarios de Wagner y los luchadores chechenos que lidera Ramzan Kadirov.
Los segundos quieren más mano dura, unos por visión militar y otros por intereses particulares, los de controlar más suelo en Ucrania y, por tanto, más recursos, y llevarse así más dinero para sus territorios o mejores contratos. Actúan de forma independiente a Defensa, se comunican con el círculo del presidente sin pasar por Shoigu (el caso más claro es el del jefe de Wagner, Yevgueny Prigozhin) y se ven tan fuertes que hasta critican en público algunas decisiones sin riesgo a acabar en la cárcel.
El líder de los mercenarios de Putin, Prigozhin, está ahora mismo en todos los titulares del planeta porque ha vuelto a reclamar munición desde el epicentro de la mayor batalla que se libra en estos momentos en Ucrania, la de Bajmut, donde se incumple un plazo tras otro de conquista. Afirmó el viernes pasado que no tenía más del 10% de los medios necesarios para seguir peleando y que, por eso, retiraba a su gente. El vídeo de su denuncia, en el que aparece rodeado de soldados rusos muertos e insultando, es un golpe a la gallardía de Putin.
Lo por venir
El Kremlin, según ha informado el propio Prigozhin, ya se ha comprometido a enviarle el material que necesita, aunque no se sabe cuándo llegará. Hasta los chechenos de Kadirov estaban ya trasladándose a la zona para ayudar cuando sonó la campana de Moscú. A partir de ahora el general-carnicero Serguéi Surovikin, otrora comandante de las tropas rusas en Ucrania, será la persona encargada de "tomar las decisiones en relación a las acciones de combate de Wagner y su comunicación con Defensa". Y Putin ha dejado manga ancha a los milicianos: pueden actuar "como consideren conveniente" en Bajmut.
"Los ocupantes ya pueden reclamar el récord Guinness por la frecuencia de cambio de plazos. Después de que el 1 de mayo no funcionó, se pospuso para el 9 de mayo", se ha mofado Serhii Cherevatyi, portavoz del Comando Este del Ejército de Ucrania, refiriéndose a los intentos de Rusia de tomar la zona, sin cuajar. Aunque, según los informes, Rusia controla la mayor parte de Bakhmut, Cherevatyi ha dicho a medios como Politico que Ucrania aún controla la parte occidental de la ciudad y que las rutas de suministro están abiertas. Las fuerzas de Kiev están manteniendo la línea e incluso han logrado recuperar parte del territorio, añade.
Según el grupo de expertos del Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW), algunas posiciones rusas en la zona son vulnerables a los contraataques y podría haber oportunidades para que Ucrania avance. Misma lectura de Kiev, pero sin el entusiasmo.
Ante este orden de cosas, más que de "victoria", se habla entre las tropas rusas de algo más modesto, un "éxito estratégico" que consistiría en quedarse con los territorios anexionados, esto es, Donetsk, Lugansk, Zaporiya y Jersón.
La inteligencia ucraniana advierte desde hace semanas de "posibles provocaciones" por parte de Rusia durante el 9 de mayo. "El estado agresor elige fechas simbólicas para sus provocaciones. Los servicios especiales rusos pueden prepararlas para el 9 de mayo en el territorio de la Federación Rusa y de Bielorrusia", afirmó el portavoz del servicio de inteligencia del Ministerio de Defensa, Andrii Yusov, a través del portal Ukrinform.
Ya en 2022 se especuló muchísimo con si Putin declararía la guerra en una jornada tan señalada. Sólo se limitó a acusar a Occidente de la contienda y a amenazar con su arsenal nuclear. Un año más tarde, no está en condiciones más que de taparse. En Moscú habrá tanques y cazas de combate y misiles balísticos intercontinentales con cabeza nuclear y cientos de militares de uniforme inmaculado... pero también un ambiente sombrío y muchas preocupaciones. Ganar no es esto.