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Cómo se sacan fuerzas ante ultras como Trump: la teoría de la "esperanza infinita" y otras rojerías

Cómo se sacan fuerzas ante ultras como Trump: la teoría de la "esperanza infinita" y otras rojerías

Estamos en el año 2025. Toda la Tierra parece ocupada por la derecha radical y la polarización. ¿Toda? ¡No! Unos cuantos irreductibles hacen frente, todavía y como siempre, al peligro. Pero la vida no es fácil para los ciudadanos que lo aguantan.

Protesta contra Donald Trump el 8 de marzo de 2025, con motivo del Día Internacional de la Mujer, en Montpelier, (Vermont).John Lazenby / Getty

Qué ilusos. Decíamos hace cinco años que venían otros felices 20, un respiro tras las tremendas crisis económicas. No sabíamos que ya habíamos estrenado el año del coronavirus y su brutal pandemia. El 21 se fue entre mascarillas y distancia y el 22 se aguardaba como un respiro, pero antes de acabar febrero ya teníamos la invasión rusa de Ucrania y el dominó posterior: la mayor guerra en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, la peor inflación en 40 años y una crisis energética como no se veía desde 1973. La incertidumbre se instaló entre nosotros y parece ahora perpetua, sumando Oriente Medio en llamas (Gaza, Líbano, Siria). La idea que nos rondaba era la de que las cosas ya sólo podían mejorar. Ja. Y esto no era todo. 

El mundo vive hoy un giro desconocido, marcado por el ascenso de la ultraderecha, la extrema derecha, el populismo, el hipernacionalismo, el fin del multilateralismo, la polarización y hasta el odio, un maremoto del que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es su mayor exponente. 

Aunque ganó las elecciones en noviembre y apenas manda desde enero, la velocidad, la profundidad y el descaro de sus acciones están cambiando el orden que conocemos a pasos agigantados, destrozando certezas, valores y estabilidades. Sus émulos y correligionarios aceleran también sus planes, crecidos en la cresta de la ola, también en Europa

En ese contexto, es normal que haya una corriente de desánimo entre los ciudadanos más progresistas, que afecta tanto a sus planteamientos políticos como a los más íntimos y personales. ¿Qué se puede hacer ante esta avalancha de radicalismo? ¿Cómo combatirla? ¿A qué puede recurrir una persona para no hundirse en el desánimo y cambiar las cosas? A partir de aquí, los antiwoke pueden ir dejando de leer este artículo porque porque corren el riesgo de indigestarse: lo que viene es una explicación de la llamada teoría de la "esperanza infinita" y unos cuantos consejos para actuar desde el activismo, la democracia y la psicología. 

Luther King revive

20 de enero pasado. Trump jura su cargo como 47º presidente de los Estados Unidos de América en la misma jornada en que se celebra el Día de Martin Luther King, un festivo federal que conmemora el legado de uno de los mayores luchadores por los derechos civiles (y en especial de la comunidad afroamericana) del país. El republicano apuntaba las líneas de su nueva legislatura en Washington, mientras la activista Angela Davis, filósofa y reconocida feminista, estaba en Boston, celebrando al doctor, y daba la clave de la lucha en la nueva era. 

En un mensaje que se viralizó de inmediato, Davis explicó que debemos recordar una de sus frases más emblemática de King, pronunciada en 1968 en aquel discurso mítico de Tengo un sueño: "Debemos aceptar la decepción finita, pero nunca perder la esperanza infinita". Es verdad, dijo, que no suele haber "momentos propicios" para la lucha, ni ahora ni en el pasado, a la hora de confrontar el "conservadurismo", pero "aunque no podemos crear las condiciones para las luchas con la que nos comprometemos" sí que podemos poner sobre la mesa "nuestra determinación, nuestra visión de futuro". 

Trump es una decepción infinita, doble en este caso, como político y como proyecto avalado por una sociedad que no estaba encontrando respuestas a sus problemas, que acabará como acabaron otras. "Los desafíos de hoy nunca deben impedirnos imaginar un mañana mejor", enfatizó Davis en su discurso, más extenso que el clip al que se aferraron los que aún quieren creer. Ningún sentimiento, añadió, puede perdurar para siempre, ni el odio o la angustia ni la alegría o la relajación. Queda la esperanza, la única excepción, aunque cada año se la someta a más pruebas. El reto es celebrar esa confianza y "renovar el compromiso" de que va preñada. Porque no hay mal que cien años dure.  

Davis insistió en que en el curso de la Historia han sido los ciudadanos, no los políticos, los que han determinado los cambios. "Lo que estamos viviendo ahora no durará. Nos enfrentamos a enemigos racistas y destructivos sin control, pero somos muchos", defiende. 

"Hay buenas razones para estar preocupados"

Los hijos y nietos de quienes decían que King se había buscado su propio asesinato (un tercio de los norteamericanos, según los sondeos citados por la Universidad de Prairie View A&M) son los mismos que el 6 de enero de 2021 tomaron el Capitolio avalando la teoría de las elecciones robadas que alimentó Trump ante la victoria de Joe Biden. EEUU se ha hundido en el nacionalismo ultraconservador en 60 años y es una losa demasiado pesada de encajar para quieres tienen una mentalidad abierta, respetuosa con la diferencia (de las minorías raciales a la sexualidad) y progresista. 

"Hay buenas razones para estar preocupados", resume Rahsaan D. Hall, abogado y director de la Urban League of Eastern Massachusetts (Liga Urbana del Este de Massachusetts), presente cuando en Boston cuando Davis dio su alentador discurso. "Intentarán distraernos, dividirnos y agotarnos a cada paso", augura, al hablar de los movimientos ciudadanos o políticos que puedan surgir contra la nueva Administración. 

Sin embargo, se aferra a la esperanza de la "conciencia" y a la de la "experiencia". "Ya hemos pasado antes por esto", dice haciendo referencia al primer mandato del magnate, entre 2017 y 2021. Reconoce que cuesta el retorno, por cuanto supone un amplio apoyo de sus políticas, hasta el punto de devolverlo al Despacho Oval. 

Aunque tengan esa hoja de ruta previa, esta vez Trump va más allá, está envalentonado y no tiene camarilla que le chiste, lo que obliga a estar "más a la defensiva", con "miedo incluso" a que se revoquen los permisos de operar a ONG nacionales o estatales o se busquen maneras  de anularlas, por ejemplo, vinculándolas con supuestas acciones terroristas. Apuesta por la prudencia y la reflexión pero no por la inacción. "Ante la angustia y el desafío, la comunidad", defiende, y define tres pilares para la pelea: "la defensa de la democracia, la exigencia de la diversidad y el combate de la pobreza".

"Estamos eligiendo la comunidad por encima del caos", dice con orgullo, destacando la necesidad de revertir la situación de "realidad invertida", por la que hay que ir demostrando la verdad más que la mentira. "A veces, hay que desviarse porque el camino no es recto, pero nadie dijo que fuera fácil", resalta. 

Viktor Orban y Donald Trump, en marzo de 2019 en la Casa Blanca. BRENDAN SMIALOWSKI via Getty Images

Manual de resistencia

Robándole el título de su libro al presidente español, Pedro Sánchez, podemos un auténtico manual de resistencia ante estos tiempos es el que ha confeccionado Daniel Hunter, director de la organización Choose Democracy (Elige Democracia) y lo ha publicado en Waging Nonviolence. Vale para Trump pero también para cualquier ultraderechista. 

"La clave para tomar medidas efectivas en un mundo trumpista es evitar perpetuar los objetivos del autócrata: miedo, aislamiento, agotamiento y desorientación", resume. Dos líneas, pero mucho trabajo por hacer detrás. Asume Hunter que estamos ante dirigentes que no respetan ni las legislaciones vigentes, que no tienen control y sí muchas ganas de vengarse del sistema, por lo que "no es fácil" enfrentarse a ellos. La "abrumadora" certeza de las políticas que se van aprobando o destrozando y el agotamiento general juegan en contra de la pelea, pero el autor de What If Trump Wins?: An Interactive Pick-Your-Path Adventure (¿Y si Trump gana?: Una aventura interactiva de "elige tu camino") plantea un decálogo para ir empezando y, quizá, también ganar. 

Básico en su texto es esa idea de encontrar la senda correcta, que no tiene por qué ser la misma en cada uno de nosotros. Hay muchas vías por las que optar. Define cinco, que los críticos seguramente verán como naif o hasta violentas. La primera es "proteger a las personas", sobre todo a las que son blanco directo de los ataques, mentiras o persecuciones. Puedes comprometerte con una ONG acudiendo a ayudar o simplemente donando, puedes hacer una bienvenida a los nuevos migrantes de tu barrio o hacer una reunión de padres del colegio sobre diversidad sexual. Hay grados.

La segunda es "defender las instituciones cívicas", las que han sostenido las democracias en el mundo que más cerca tenemos durante décadas, sus leyes -siempre mejorables- y sus valores. Vale estar en un sindicato de función pública o apoyar sus acciones, vale defender los protocolos y las responsabilidades corporativas, vale salvar los datos que Trump quiere destrozar como han hecho miles de científicos en EEUU. 

En tercer lugar, plantea "irrumpir y desobedecer", que es la vía que más gusta al autor -sin hacer proselitismo de ella- yendo de un gesto inofensivo pero simbólico (cita los clips que se ponían los noruegos durante la Segunda Guerra Mundial para demostrar en público que no eran colaboracionistas nazis) a una protesta estudiantil o laboral que se acabe convirtiendo en causa de toda la sociedad. Aún así, entiende que a veces hay que ir más allá de las simples protestas o manifestaciones, que pueden ser un "callejón sin salida". 

Una trabajador sostiene un cartel que dice "Sí al sindicato", en referencia al United Auto Workers (UAW), en la planta de ensamblaje de Volkswagen de Chattanooga (Tennessee), el 19 de abril de 2024.Seth Herald / Reuters

En cuarto lugar, defiende "allanar el camino para la no cooperación masiva", que cristaliza en pasos como la desobediencia fiscal, huelgas nacionales, cierres laborales y otras tácticas de "desobediencia masiva no violenta", que suele ser muy efectivo. 

Al fin, plantea "construir alternativas", porque no basta con la crítica destroyer. Hay que "tener una visión", aunque sea lento el camino, porque es así como crecen las democracias. "Sanar y consolidar", recomienda, haciendo un trabajo cultural y de valores, que toque todas las facetas de la sociedad, del campo a la infancia. 

Aparte de estas sendas, Hunter da otra serie de recomendaciones en paralelo. Una es que "no obedezcas de antemano ni te autocensures", porque los autoritarios se alimentan de ello y se les da parte del trabajo hecho. "El espacio político que no usas, lo pierdes", avisa. También hay que estar muy pendientes de grietas que pueda haber en los Ejecutivos totalitarios o iliberales, porque pueden surgir "oportunidades" para desgastar su poder. Igualmente, hay que ser "realistas" sobre ese poder. A Trump "no vamos a convencerlo", asume, sabedor del "agotamiento psicológico" y la "desesperación" que eso puede provocar. 

Pero, a la vez, "sin la gente no puede gobernar", por lo que hay que ir tocando los "pilares" que sustentan a cualquier gabinete. "Eliminar un solo pilar de apoyo a menudo puede dar lugar a concesiones importantes que salvan vidas. En respuesta al cierre del gobierno de Trump en 2019, el gremio de auxiliares de vuelo preparó una huelga nacional. Una huelga de ese calibre dejaría en tierra aviones en todo el país y una red clave de transporte. A pocas horas de anunciar que se “movilizarían inmediatamente” para llevar a cabo la huelga, Trump capituló", recuerda.

Ante estos escenarios y estos políticos, hay que "manejar el miedo", no suprimirlo, sino "redirigirlo". La CNN sostiene que "las amenazas por motivos políticos a funcionarios públicos aumentaron un 178% durante la primera presidencia de Trump"y provienen principalmente de la derecha. El autor defiende que en estos tiempos no hay que dejarse intimidar. No es cuestión de ir de valientes, matiza, sino de ser firmes y resistir las amenazas. 

El futuro hay que verlo "en positivo", por lo que los progresistas pueden "hacerse un favor" si dedican la misma energía y tiempo a pensar de forma optimista que a hundirse y quejarse, a peleas mediáticas o en redes sin sentido. Porque, aunque ahora no parezca factible, a Trump y a los que son como él se les puede echar por las urnas o forzando su marcha: aprovechando sus extralimitaciones o sus humillaciones, sus patinazos o sus desmanes. No es muy usual en el caso concreto de EEUU tener que ir a elecciones anticipadas, pero ¿y si...?

La desesperación personal

Antes de todo lo anterior, Daniel Hunter da unos consejos que él mismo sabe que suenan raro en tecla de un activista pero que cree esenciales. Son los referidos a la desesperación personal de estos tiempos. En un momento de "gran desconfianza", propone creer en uno mismo, en sus principios y convicciones, no desde el fanatismo sino desde el convencimiento de que otro mundo es posible. Si la autocracia "fomenta la división", tenemos que ver "con nuestros propios ojos", sin mediadores, admitiendo dudas y miedos también y hasta "descansando" de medios o redes si hace falta. 

Igualmente, plantea que es básico rodearse de personas de confianza frente a lo que Hannah Arendt llamaba verlassenheit, una soledad que es "un ingrediente central de la autocracia y el fascismo", cuando el pensamiento se cierra al mundo y se ayuda a "acelerar" la llegada de los ultras. Los duelos también hay que pasarlos, concluye, porque si se enquistan llevan al inmovilismo, y hay que asumir que hay cosas que no se pueden lograr, porque si se trata de tapar todas las vías de agua no se cubre bien ninguna. Y "el caos es amigo del autócrata". 

María José Campos, psicóloga especializada en crisis, avala esas recomendaciones, "para nada prosaicas aunque hablemos de política mundial". Explica que ya hay una investigación de 2017, The Dangerous Case of Donald Trump: 27 Psychiatrists and Mental Health Professionals Assess a President (El peligroso caso de Donald Trump: 27 psiquiatras y profesionales de la salud mental evalúan a un presidente), que habla sobre el aumento de la ansiedad entre pacientes durante el primer mandato del republicano y da cuenta de esta lucha interna por no ahogarse en las "aguas turbulentas".

Manifestantes sostienen carteles con la leyenda "Mantente woke" y "Jode a un fascista todos los días" durante la manifestación del Día de la Mujer en París (Francia), el 8 de marzo de 2025.Stefano Lorusso / Getty

Campos descarta que sea una especie de mal del primer mundo. "Claro que hay problemas vitales de mayor calado, pero es humano y natural sentir un dolor legítimo por los problemas sociales, más allá del partido al que se vote. Podemos estar enojados, frustrados, tristes, ansiosos... Puede parecer que el planeta está fuera de control y que estas generaciones no tienen la seguridad de las pasadas, que sus planes de vida descarrilan (pienso por ejemplo en un migrante o en una persona trans), que la esperanza es un bien escaso, difícil de alcanzar", expone. 

"No es sorprendente", insiste, que la desesperación lo "abarque todo", marcada por "sentimientos de futilidad, apatía y desesperanza". "La humanidad está experimentando una clara policrisis, con numerosas fuerzas que se unen para poner en riesgo el futuro colectivo e individual: el neofascismo, sí, pero también el cambio climático, la oligarquía tecnológica, los conflictos geopolíticos, el aumento del coste de la vida, la derogación de derechos y libertades civiles..." cita. 

Hemos enfrentado circunstancias similares antes, pero "esta es la primera vez que experimentamos tales amenazas con el fácil acceso a la tecnología y la interconexión global, que hace probable que lo que ocurre en rincones remotos del mundo nos afecte de alguna manera, aunque apenas sea económicamente". Eso lleva a que el efecto Trump se note hasta en España, sin ir más lejos. 

Hay amenazas existenciales, pero la experta cree que hay que atender a la importancia que tiene también en este caso la salud mental. "Es muy difícil diagnosticar un trastorno de ansiedad o hablar de catastrofismo cuando el mundo ofrece un futuro sombrío para los jóvenes. Tampoco parece razonable decirle a una madre soltera que trabaja en dos sitios para mantener a su familia que necesita abordar su depresión con 10 sesiones financiadas por Medicare", el sistema sanitario que Trump se está cargando.

"Me parece importante reconocer la tristeza y que ninguna figura paterna vendrá a tomar las riendas y encontrar una solución rápida. Lamentar la pérdida de la esperanza de una salida mágica es importante para que podamos respirar hondo, recuperar la compostura y volver a la lucha", ahonda.

Aboga también por diferenciar entre esperanza y optimismo. "La esperanza es un antídoto emocional contra la desesperación y nos permite creer que nuestras acciones pueden generar un resultado positivo, mientras que el optimismo es la creencia de que todo saldrá bien independientemente de nuestras acciones". Confundir ambas y esperar una solución sin actuar puede generar apatía, añade. 

Campos recomienda acudir a un especialista si se necesita ayuda, pero explica que también se puede actuar con "pequeñas acciones" en los hogares y comunidades, "prestando atención a las tendencias sociales más generales". Por ejemplo, "enseñar a nuestros hijos a ser respetuosos con los demás, donar a bancos de alimentos, ejercer nuestro derecho al voto, negarnos a participar en ataques en redes sociales, invertir en voluntariado, organizar una recaudación de fondos, protestar, cuidar de nuestros amigos o alimentar cuerpo y mente apropiadamente". Todas estas salidas "pueden ser transformadoras" y ayudar a tolerar estas preocupaciones existenciales y a fortalecer a la sociedad ante las sombras en ascenso. Así no hay que bajarse del mundo. 

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.