Cisjordania: los mapas de la violencia y segregación que sufren los palestinos
El foco ahora está en Gaza, pero la vida diaria en los territorios ocupados la marcan la violencia y la usurpación constantes de Israel hacia la población árabe.
El sorpresivo ataque terrorista de la milicia islamista Hamás contra Israel el 7 de octubre ha supuesto un golpe sobre el tablero de Oriente Próximo. Mientras que los hebreos siguen contando a sus muertos, que ya superan el millar, la aviación israelí bombardea sin descanso la Franja de Gaza, desde donde se lanzó el ataque, como paso previo a una invasión terrestre que, según el propio Gobierno israelí, "cambiará el rumbo" de toda la región.
Pero la acometida terrorista no es un hecho ni espontáneo ni aislado, sino parte de un conflicto de décadas en el que, excepto en el último ataque de la milicia suní, el Estado de Israel siempre ha empleado en cada encontronazo una potencia de fuego desproporcionada en relación a las agresiones de las facciones armadas islamistas.
Ahora los focos se centran en la Franja gazatí, asediada y bloqueada desde hace años por tierra mar y aire por las fuerzas militares israelíes, quienes deciden en última instancia lo que entra y lo que sale de esta franja de terreno (cuya superficie es la mitad de la ciudad de Madrid) y en la que viven en torno a 2,3 millones de personas.
Sin embargo, hasta octubre de este año, la mayor parte de muertes de palestinos en disturbios y acciones violentas motivadas por motivos políticos no ocurrieron en Gaza, sino en Cisjordania, en los territorios ocupados, según los datos recogidos por ACLED, una organización especializada en seguir los conflictos armados y zonas calientes de todo el planeta. Hasta que se iniciaron las hostilidades, de los 265 palestinos muertos en 2023 hasta el 4 de octubre, 44 estaban en la Franja de Gaza y 221 en Cisjordania. En estos territorios viven, según los datos de la ONU, en torno a 3,3 millones de palestinos.
Aislados por fuera...
No existe un bloque férreo como en Gaza, pero llevar una vida normal siendo palestino en los territorios ocupados y Cisjordania no es una tarea fácil. Los tan mencionados pero poco implementados Acuerdos de Oslo diseñaron una hoja de ruta según la cual Israel se comprometía a ceder la gestión de partes del territorio a la Autoridad Palestina, algo que en la práctica, se cumplió a medias y que en la actualidad hace que dicho ente no pueda manejar de una manera funcional el territorio que le corresponde.
En buena medida, el Estado israelí se ha encargado de que así sea. Para empezar, rodeó todo el territorio cisjordano con el conocido como 'Muro de la Vergüenza', una valla de hormigón y concertinas de casi 700 kilómetros de largo y vigilado por fuerzas militares que circunda toda Cisjordania.
Los cruces a Israel se pueden hacer por 14 puntos en los que numerosas organizaciones de defensa de los derechos humanos han denunciado que se somete a un control exhaustivo a los palestinos, que a veces son retenidos durante horas. Una cuestión especialmente complicada si se tiene en cuenta que una gran cantidad de población palestina de Cisjordania trabaja en Israel y deben cruzar la frontera a diario.
…Y aislados por dentro
Pero la segregación física y el aislamiento de los palestinos no termina en Cisjordania cuando se cruza el 'Muro de la Vergüenza'. De puertas para adentro, la situación alcanza nuevas dimensiones que incluyen controles de carretera, más muros y zonas de exclusión militar israelíes en las que los palestinos tienen terminantemente prohibida la entrada.
Una de esas zonas delimita toda la frontera que Cisjordania comparte con el Reino de Jordania, por lo que los palestinos, de facto, se encuentran encerrados entre el mencionado muro y esa zona, además de tener que someterse a los controles de carretera que imponen las fuerzas israelíes, que son en algunos casos tan severos como los que dan acceso al Estado sionista.
Esta situación de control se reproduce también en el interior de algunas de las principales ciudades, como Belén, Nablús, Jenin o Hebrón, donde se han dado en el pasado algunos de los altercados y choques más sangrientos entre palestino y los militares israelíes, en muchos casos con muertos del primer bando por armas de fuego de calibres reglamentarios.
Desde hace años, la organización sin ánimo de lucro B'tselem, que documenta la situación de los derechos humanos en los territorios ocupados, denuncia que Israel, por medio de estas exclusiones territoriales, se ha apoderado de una gran parte de los recursos naturales de Cisjordania, incluyendo las principales zonas aptas para el cultivo.
La organización citada en el parrafo anterior también denuncia el acaparamiento de tierras que Israel realiza por medio de los asentamientos de colonos israelíes. Según B'tselem, estos enclaves son una suerte de avanzadilla que responden a las ansias anexionistas que han ido ganando posiciones en los gobiernos israelitas de las últimas décadas, especialmente desde la irrupción de la ultraderecha.
Una inmensa cantidad de estos asentamientos, además, constituyen una violación de la legalidad internacional. Esta situación ha sido ampliamente denunciada por la ONU, que calcula que en esos lugares viven en torno a 700.000 personas, una cifra que no ha parado de crecer conforme se han ido construyendo nuevos enclaves a lo largo del tiempo.
Jerusalén Este
La situación que se vive en los territorios ocupados podría condensarse en la que se vive a diario en Jerusalén Este. Ese es el nombre que recibe la zona que quedó bajo control jordano tras la guerra de 1948, pero que después Israel ocupó en la Guerra de los Seis Días en 1967 y que después se anexionó en un movimiento no reconocido por una buena parte de la comunidad internacional.
De facto, toda la ciudad santa permanece bajo control israelí. Y Jerusalén Este no se incluyó en los Acuerdos de Oslo como una zona que debía ser transferida a la Autoridad Palestina. Sin embargo, que ha sido considerada por los árabes palestinos como la legítima capital de su Estado, aún inexistente.
Pero la realidad es que Israel, desde 1967, ha ido creando nuevos asentamientos de colonos en toda la zona, lo que frecuentemente ha derivado en protestas y disturbios callejeros entre palestinos e israelitas. Estos asentamientos han sido señalados como ilegales en sucesivas resoluciones de la ONU, aunque el Estado israelita, lejos de atender a ellas, ha seguido fomentándolos.
En Jerusalén Este se encuentra, para más inri, la explanada de las mezquitas, lugar santo tanto para judíos como musulmanes, por lo que la política del Estado israelí sobre esta zona ha provocado episodios muy sonados en los últimos años, como fueron los incidentes y enfrentamientos en el barrio de Shaij Jarra.
La guerra vuelve a ser abierta y declarada en Gaza entre Israel y Hamás, pero el conflicto siempre está latente, sea en forma de atentado, misil o muros de hormigón, alambradas y checkpoints. El río de sangre parece un continuo irremediable en Palestina, y lo único que cambia es su caudal.