A un mes de las elecciones europeas: las encuestas, los escenarios y retos de una cita decisiva
Entre el 6 y el 9 de junio, cerca de 400 millones de europeos tienen una cita para decidir en qué Unión quieren vivir. La ultraderecha y la polarización amenazan la Unión en un momento en que la suma en la acción es clave.
9 de mayo, Día de Europa. Los Veintisiete festejan en este día su unidad, recordando la histórica declaración de hace 74 años de Robert Schuman, con la que empezó esta historia de hermandad y de éxito. El día no sólo es importante por la celebración en sí, que llena de azul y amarillo las actividades de colegios e institutos, sino porque, ahora sí, falta exactamente un mes para que se celebren las elecciones comunitarias.
Entre el 6 y el 9 de junio, cerca de 400 millones de europeos están llamados a las urnas para elegir a 720 eurodiputados, 15 más que en las anteriores elecciones de 2019, cuando el coronavirus o la guerra de Ucrania y Gaza eran impensables. A España le tocarán 61 de esos asientos, la cuarta nación con más representantes. De esa mayoría de la Cámara -la única institución del bloque elegida democráticamente-, del peso de los países y las fuerzas y contrafuerzas saldrán, luego, los puestos de mando en el propio Parlamento Europeo, el Consejo, la Comisión o el Banco Central.
En un momento de tremenda polarización, con los debates nacionales anteponiéndose a los comunitarios, es más necesario que nunca -desde las primeras elecciones, en 1979- insistir en que no se trata de una cita menor, de un trámite ajeno, algo que apenas nos llega y afecta. Toca de lleno, dentro, porque, cada vez, más lo que se decida en las instituciones europeas condiciona nuestro día a día.
La defensa ante la amenaza rusa y la guerra de Ucrania, la inflación y la recuperación económica, el descontento en las zonas rurales, el cambio climático y la transición verde, más la digital, la inmigración o las relaciones exteriores con gigantes como Estados Unidos o China serán los temas punteros en los cinco años de legislatura por venir, hasta 2029.
La convocatoria, pese a ser gigantesca por el número de votantes, se ha visto afectadas por la escasa participación reciente y el desinterés de los electores, que consideran que la Unión demasiado lejana y elitista. Por más que los temas recién citados sean de formidable importancia, acaba viéndose como una consulta menor en la que medir la popularidad interna de cada ejecutivo. "La europeización ha sido leve en estos años. Ha repuntado, pero no llega a ser el principal motor del voto. Han salvado un poco los jóvenes, pero prevalecen las preocupaciones domésticas", explica el europeísta belga Matthias Poelmans.
En España, en la última convocatoria votaron el 60,70 % de los ciudadanos, un alza de casi el 17% (la media europea fue del 50,66%, 21 puntos menos que en la primera cita de esta naturaleza), pero es que hablamos de uno de los países más europeístas del club. Las previsiones, según el Eurobarómetro, son de que un 64% acuda esta vez. No es mal dato. Ayuda que la fecha coincide, esta vez,
El momento necesita compromiso y participación. El futuro de la Unión, de todos, se decide en un contexto marcado por dos guerras, la de Ucrania y la de Gaza, que rondan su vecindario e influyen en sus intereses, de lo geopolítico a lo comercial. Por si no hubiera suficientes tensiones, la principal incógnita será ver si los partidos de extrema derecha, populistas y/o antisistema salen reforzados de la cita, como se barrunta. Los recientes éxitos electorales en Holanda, Italia, Finlandia o Suecia siembran dudas sobre el futuro de la UE, porque han ascendido al poder partidos que son marcadamente euroescépticos. Que usen las instituciones europeas para reventarlas desde dentro es más que posible.
Los últimos sondeos sostienen que el Partido Popular Europeo (PPE), los conservadores clásicos, lideran la intención de voto. Seguirían siendo, como ahora, la fuerza más votada, aproximadamente con el 23% de los votos -si hacemos una media entre las encuestas más destacadas, de medios como Euronews, Euractiv, POLITICO y The Economist- y 180 escaños. Le seguiría la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas (S&D), con 139, que conservaría igualmente el segundo puesto que ahora ostenta. En el tercer y cuarto está más en disputa, entre el grupo de extrema derecha Identidad y Democracia, que lograría una cifra récord de 82 a 85 escaños, y los liberales de Renew, entre 83 y 86. Puede haber vuelco, porque los centristas están perdiendo apoyos en las encuestas más recientes.
En quinta posición estaría el Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos, con 75 asientos, más los 50 del Grupo de Los Verdes/Alianza Libre Europea, los 55 de partidos nos adscritos y los 37, finalmente, del Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica.
Los populares crecen, los socialistas se estancan o bajan, como lo hacen los liberales, los verdes y la izquierda, y es la amalgama de ultras y de fuerzas aún no adscritas a ninguno de los siete grupos actuales la que tiene visos de crecer y mucho en la cita de dentro de un mes. La enorme duda es si esa subida podría situar a la extrema derecha con un rol clave entre los dos principales grupos, conservadores y socialistas que, aunque ideológicamente opuestos, cooperan para garantizar el funcionamiento de las instituciones de la UE en una gran coalición.
Hasta ahora, la postura era clara: populares, socialistas y liberales iban juntos, apoyados puntualmente por verdes e izquierda, manteniendo un bloque de poder marcado por la apuesta por Europa y la defensa del Estado de derecho. Esa suma principal a tres, si Renew no se hunde más, es posible. Sin embargo, ante el ascenso que auguran los sondeos a los radicales de derechas, están empezando a cambiar las cosas. "No se plantea ni como hipótesis ir con ellos", decía una fuente del PPE en diciembre pasado, en un acto de cierre de la presidencia española del Consejo en Bruselas. Lo que no estaba sobre la mesa, bueno, ahora está, a tenor de lo expresado por Ursula von der Leyen, la actual presidenta de la Comisión Europea y aspirante a revalidar el cargo por el PPE.
"Dependerá de la composición del Parlamento Europeo y de quién está en cada grupo", dijo la alemana el pasado 29 de abril en un debate electoral convocado por POLITICO en la Universidad de Maastricht. Era su respuesta a una pregunta directa de Los Verdes sobre si pactaría con el ECR, ultraderecha pura y dura a la que ahora se llama descafeinadamente "euroescépticos blandos" y que incluyen en sus filas a formaciones como los Hermanos de Italia de Giorgia Meloni (neofascistas) o el polaco Ley y Justicia (sancionado cuando estaba en el poder por violar el Estado de derecho), además del español Vox, y que podría integrar en la nueva legislatura al Fidesz húngaro de Viktor Orban.
Identidad y Democracia (ID), por su parte, es el hogar de partidos de extrema derecha como el Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen o Alternativa para Alemania (AfD), que tienen aún peor estampa y con los que, en principio, el cordón sanitario está asegurado. "Serán problemáticos a efectos de mayoría, porque por ejemplo los ultras franceses encabezan todas las encuestas y casi duplican los datos del partido del presidente (Emmanuel) Macron (Renacimiento) con su candidato estrella, Jordan Bardella. Pero sobre todo evidencian el cansancio del electorado con las formaciones clásicas y con las alternativas progresistas de los últimos años, cayendo por desencanto en salidas radicales", dice Poelmans.
Pero más le preocupa ECR, porque ha logrado "desdemonizar o normalizar o banalizar" a la ultraderecha, porque la derecha "se ha apoyado en ellos" y los ha acabado "legitimando", y porque han amoldado su discurso a lo que las instituciones europeas quieren escuchar, "como la alineación con la defensa de Ucrania y los postulados de la OTAN", detalla. "Es tacticismo, es pragmatismo, nadie sabe cuánto de convencimiento hay en quien lleva décadas, aunque fuera con un público minoritario, desdeñando a la UE".
El Consejo Europeo de Relaciones Exteriores constata en un análisis que los ultras pueden ser primera fuerza en nueve estados (Austria, Bélgica, Eslovaquia, Francia, Hungría, Italia, los Países Bajos, Polonia y la República Checa) y ocupar el segundo o tercer lugar en otros nueve países (Bulgaria, Estonia, Finlandia, Alemania, Letonia, Portugal, Rumania, España y Suecia). Casi la mitad de los escaños del Europarlamento pueden acabar en manos de formaciones ajenas a los tres grandes grupos de cabeza, en un momento de conservadurismo y fragmentación.
Su peso puede llevar a la derecha del PPE, dice, a hacer menos remilgos a su apoyo. Si son elecciones para mostrar el descontento, como suelen, los populistas pueden beneficiarse de ese voto desde las tripas porque, como dicen los historiadores, se tarda tres generaciones en olvidar el pasado y en volver a cometer los mismos errores, y esas son las que llevamos desde los primeros fascismos del siglo XX.
"Si los comicios de 2019 determinaron el fin de la gran coalición que, desde los orígenes del Parlamento Europeo, había garantizado a socialdemócratas y democristianos una mayoría de escaños en el pleno de Estrasburgo, ahora el gran interrogante está en saber dónde quedarán los límites de la derechización de la UE", explica el Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB) en su análisis de claves para lo por venir.
Los escenarios
"Las nuevas mayorías en la UE serán cruciales para decidir el futuro de los compromisos climáticos, la continuidad de la ayuda a Ucrania y las urgentes reformas institucionales que deben facilitar la entrada de futuros miembros. La ampliación tiene que pasar de ser una promesa a una realidad, pero la UE está cada vez menos preparada para llevarla a cabo", destaca el tanque de pensamiento barcelonés. Más aún si entre el 30 y el 37% de los diputados que salgan de las urnas el mes que viene son críticos con la UE y recelan de los "burócratas" de Bruselas.
"El intenso ciclo electoral de 2024 será decisivo para saber si se consolida la contestación, la fragmentación y el auge del extremismo político que han transformado las democracias a nivel global, o bien si el sistema resiste", añade.
Con estos mimbres, el analista y diplomático Leo von Breithen Thurn describe en Geopolitical Monitor, un medio especializado en política exterior, las posibles alianzas de poder que pueden cuajar. El primero es "la Europa de derecha", una coalición mayoritaria únicamente de derecha que excluye a los socialistas pero incluye a los liberales, en este caso el PPE, el ECR, la ultraderecha y los liberales que se acerquen a ellos, aún tapándose la nariz. Es poco probable, "especialmente debido a las dificultades y diferencias en posiciones que van desde la integración europea, la inmigración y el respeto del Estado de derecho hasta la guerra en Ucrania". Desde luego, la suma de derecha y ultraderecha (conservadores, democristianos y radicales) no llega al mínimo para lograr nada.
La segunda es la que llama "Europa conservadora", una coalición de centro derecha formada por el PPE, los socialistas y los liberales pero que también podría incluir a otros grupos políticos conservadores y de derecha en el Parlamento, como ECR según la puerta abierta de Von der Leyen, pero los socialistas han dejado claro ya que con este grupo, ni a la vuelta de la esquina. Es un radicalismo que se niegan a tener como aliado.
"La Europa Verde y de Centro-Derecha" sería la tercera opción: además del PPE, los socialistas y los liberales, esta coalición incorporaría a los Verdes, "solidificando su posición como la mayor mayoría de votantes en el Parlamento Europeo". "La formación de tal coalición no es muy esperada y sería intrínsecamente delicada. Los posibles obstáculos para su establecimiento podrían surgir de los partidos de centro derecha, en particular aquellos que critican el Pacto Verde durante las campañas electorales", detalla. Ahora mismo, tampoco darían los números para que saliera adelante.
Al fin, está la "Nueva Vieja Europa", la actual suma del PPE, socialistas y liberales, que "es muy probable". "Esto implica que la agenda de la Comisión continuará como antes, incorporando algunos planes nuevos y nuevos comisarios. Sin embargo, a partir de mediados de 2024 su mayoría en el Parlamento Europeo será menos fuerte, lo que les obligará a buscar activamente el apoyo de otros partidos para obtener votos", concluye el analista.
Además de las elecciones al Parlamento Europeo, hasta 12 estados miembros también tienen comicios en este año. Unas han pasado ya, como las portuguesas, pero quedan por delante por ejemplo las de Bélgica y Austria, que se votan también el 9 de junio, por lo que serán también un buen termómetro para medir la fuerza de la extrema derecha, que aspira a salir reforzada de las elecciones a la Eurocámara.
En el 2023, las urnas europeas dieron una de cal y otra de arena, con la victoria de la oposición polaca, por un lado, y los buenos resultados del islamófobo Geert Wilders en los Países Bajos, por el otro. Las mujeres y los jóvenes serán decisivos en el rumbo final del continente.
Lo que está en juego
Europa viene de pasar una de las legislaturas más duras de su historia. Apenas tres meses después de que Ursula Von der Leyen se convirtiera en presidenta de la Comisión y Charles Michel en presidente del Consejo, el mundo se topó con las primeras pistas de la pandemia de coronavirus, algo inédito en décadas. Los Veintisiete supieron trabaja codo con codo, coordinar sus protocolos de seguridad, apostar por la compra y reparto conjunto de vacunas y material médico y, más tarde, pactar un fondo común para salir de la crisis generada por el covid-19. El fondo de recuperación ha sido un éxito que ha salvado a todos por igual.
Un ejemplo de lo que debe ser la UE, una verdadera unión que volvió a demostrarse desde febrero de 2022, cuando Rusia invadió Ucrania. Nunca antes se habían entregado armas a otro aliado, ni se había hecho un desembolso de ayuda como el presente para Kiev. Porque, como dice la presidenta germana, "Kiev es el corazón de Europa", hasta el punto de estar buscando su adhesión aún con un 20% de su territorio ocupado.
"Son acontecimientos imprevistos y de un calado tan profundo que han obligado a la UE a establecer un nuevo orden, un proceso de adaptación en el que se ha robustecido la política de seguridad y defensa, el concepto de autonomía estratégica en lo militar y en lo energético y la ruptura con la dependencia de Rusia. Se han hecho apuestas propias, con legislaciones potentes en materia de Inteligencia Artificial, desinformación, transición verde y digital o dependencia de materias críticas, y se ha ganado peso en lo geopolítico, en busca de una voz propia. Todo eso, en el nuevo mandato, tiene que consolidarse, pero con la atomización parlamentaria y, sobre todo, con la subida de la ultraderecha, hay que esta vigilantes", sostiene el europeísta.
Se espera, añade, que se pueda ampliar la política exterior y las acciones de influencia mundial, la aplicación de las reglas fiscales recién reformadas, en un contexto de "desafío económico" que no ha desaparecido, tras la peor inflación vista en 40 años, en el que es "urgente mejorar la competitividad". Vendrán cinco años "esenciales" para la ampliación de la UE al este -especialmente trascendente es la entrada de Ucrania-, para las relaciones con China, África o América Latina -y con el norte, que es también año electoral en EEUU-, y con la aplicación de las nuevas regulaciones de IA.
Asume el experto que parte de estos consensos y nuevas políticas situadas inesperadamente arriba de la agenda han sido fruto de "las urgencias, de los imprevistos", pero "eso no quiere decir que sean coyunturales". "Hay que definir bien el rumbo para que no se tuerza por intereses partidistas. Es complicado, como se ha visto en la reciente negociación del Pacto de Migración y Asilo. Ya se han producido disrupciones en el consenso con Polonia o Hungría. Más iliberales, más ultraderechistas, menos proeuropeos... Hay que ver si hay cambio de juego. Está en juego la democracia, más que el sistema", concluye.
Eso también afectará a la agenda verde, que se había ralentizado en los últimos meses o en la que se han dado pasos atrás en busca de un consenso, por ejemplo, con los agricultores, reculando en posiciones ya adoptadas en pleno año electoral. "Se esperan cambios significativos en posturas ambientales si la ultraderecha asciende, lo mismo en lo social", avisa.
Recuerda, además, que para la nueva legislatura será insoslayable, igualmente, la reforma interna de la Unión. Ya se ha empezado el proceso de reinicio, de revisión de los Tratados fundacionales que han quedado obsoletos, por ejemplo, al exigir unanimidad en decisiones de política exterior, lo que ha resultado ser un importante escollo en conflictos como el de Ucrania.
Voto que fija poder
Las elecciones determinarán las políticas, las apuestas y, también, los nombres, con sus tendencias. Porque las mayorías que surjan decidirán los principales cargos en las instituciones: el Parlamento Europeo, el Consejo y la Comisión.
Empezando por esta última, lo que se dice en Bruselas es que la germana Von der Leyen, del PPE, tiene muchas posibilidades de mantener el cargo. "Sigue siendo la opción más fácil para los jefes de Estado y de Gobierno de la UE", resume Von Breithen Thurn. Los conservadores tienen complicado hacerse con el Consejo, históricamente, así que puede ser, de nuevo, una por otra.
Hay una "fuerte predisposición", explica, a que un presidente "posea una importante experiencia ministerial, una cualidad que potencialmente falta en los Spitzenkandidat del PPE del Parlamento Europeo, como Roberta Metsola o Manfred Weber", el líder del grupo. "Sin embargo, cualquier grupo del Parlamento Europeo que consiga la mayoría de escaños tendrá cierto peso moral a la hora de hacer valer la presidencia de la Comisión para un candidato de su grupo", añade. Todo eso hace que "las perspectivas de Ursula von der Leyen de conseguir un segundo mandato parezcan favorables".
Para proceder a todas las elecciones de altos cargos hay que seguir un protocolo y respetar varios criterios. El más obvio es el reparto de fuerzas que dejen los comicios en el Europarlamento. A eso se añade la necesidad de que haya un equilibrio geográfico, para que ninguno de los 27 socios se quede descolgado. Y luego viene lo más peliagudo: el peso de las familias políticas en el Consejo, donde se dan cita los jefes de Gobierno de los aliados.
Cuantos más países gobierne la derecha, más peso tendrá para decidir. Y uno más: para presidir la Comisión se añade la condición de que el nombre del elegido ha de contar con el respaldo de 15 de los 27 estados (mayoría cualificada se llama) pero que representen al menos al 65% de la población europea. Si un país de mucho tamaño, como España, se planta ante un nombre, no sale adelante.
El Consejo, claro, depende de esto también. Es la institución crucial para dar forma a la agenda del próximo ciclo político, responsable de seleccionar al próximo presidente de la Comisión y otros puestos clave, y los comisionados electos influyen significativamente en la agenda. Además, las negociaciones políticas y los intercambios políticos son parte integral del proceso de nombramiento de todos ellos. Si bien el Parlamento Europeo ejerce una influencia considerable y desafía el papel del Consejo, su papel no deja de ser menor.
"Estas elecciones servirán para decidir en qué Europa queremos vivir", defiende la presidenta del Parlamento Europea, Roberta Metsola. "Usa tu voto", llama la campaña para animar a la participación de su Eurocámara, en la que recurre al testimonio de víctimas del nazismo para poner en valor la memoria y la necesidad de democracia. De lo que cada uno ponga en su sobre depende que la décima legislatura europea sea la de la involución o la del progreso en un momento clave para el mundo, en el que la unidad es más que nunca un valor.