San Valentín para solteros
En estos tiempos que se imponen los bautizos para agnósticos y los bar mitzbah para gentiles, nosotros, los que no hemos encontrado la media naranja ni un medio melón que nos consuele, pedimos enérgicamente un pequeño hueco en esta celebración, un San Valentín para solteros.
Todos sabemos que San Valentín es una creación diabólica de los grandes almacenes para vender tarjetas de felicitación con fotos de niños diciendo cursiladas, cajas de bombones en forma de corazón y ropa interior sexy que casi nunca se usa. Sin embargo, no puede negarse que es una festividad que ha calado en la sociedad, que ha acabado por encarnar los valores del amor y de los enamorados. Y que, por lo tanto, supone una clara e intolerable discriminación para los colectivos marginados. Sin ir más lejos, el de los solteros sin compromiso. En estos tiempos que se imponen los bautizos para agnósticos y los bar mitzbah para gentiles, nosotros, los que no hemos encontrado la media naranja ni un medio melón que nos consuele, pedimos enérgicamente un pequeño hueco en esta celebración, un San Valentín para solteros. Sí, yo soy uno de ellos y los que no están en nuestra situación no pueden entender el escalofrío que nos recorre el cuerpo a los que, pasada una determinada edad, debemos contestar casi a diario a la archimanida pregunta sobre nuestro estado civil. Si no fuera porque nos hemos encontrado en esta situación un millón de veces probablemente nos sentiríamos como si estuviéramos en una reunión de alcohólicos anónimos confesando "Sí, tengo un serio problema con la bebida".
"Pero, ¿soltero soltero? ¿No has estado nunca casado?", suele ser la siguiente pregunta. Por lo menos nuestro incrédulo interlocutor no ha utilizado ese término absurdo que se tanto se utiliza últimamente: single. A pesar de mi formación publicitaria (o precisamente por ella), no me gustan los absurdos eufemismos que se utilizan para llamar a las cosas que ya tienen nombre. Si no has estado casado eres soltero, si has estado casado y ya no lo estás eres un divorciado y si eres viudo, mis condolencias pero esa es la palabra que se utiliza.
"Pero vivirás con alguien, ¿no?"
Llegado este punto lo mejor es negar con un movimiento de cabeza sin entrar en más explicaciones del tipo "sí, vivía con una novia pero lo dejamos" o "sigo viviendo en casa de mis padres porque la cosa está muy achuchada". Si tu interlocutor es un hombre, lo más probable es que el interrogatorio acabe ahí aunque, sin ninguna necesidad de ser telépata, puedes adivinar que está pensando:
a) Este tío es gay. Como dicen en el Río de la Plata, "soltero maduro, puto seguro".
b) Es un sabio. La vieja escuela de "soltero y cuarentón, que suerte tienes bribón". Se imaginará, casi siempre erróneamente, una vida de vicio y perversión en la que uno se levanta junto a una diosa de largas piernas diferente cada mañana.
Sin embargo, si nuestra interlocutora es una mujer, es casi seguro que no se conformará con una explicación vaga y continuará con el interrogatorio.
"¿Por qué no te has casado?" La pregunta del millón, para la que la mayoría de los solteros no tenemos una respuesta honesta y coherente. Además, da un poco igual que contestes que todavía no has encontrado la horma de tu zapato o que las mujeres solo te han querido utilizar para el sexo duro; ella pensará:
a) Que eres gay. Lo único que te puede salvar de esta percepción inicial son unas buenas manchas de grasa en la camisa, un descosido en el pantalón o que sean las tres de la mañana, ambos estéis en la barra de un bar con una copa en la mano y tú estés intentado palparle los muslos.
b) Un raro. Seguro que es de los que:
- No puede vivir sin las lentejas con chorizo de su madre.
- Es un obseso de la caza con hurón, del Scalectric o de los comics de La guerra de las galaxias.
c) Un maniático. "Debe de ser de esos que tiene las camisas ordenadas por colores y le puede dar un ataque de urticaria si se encuentra una pestaña en el lavabo".
d) Un golfo. Inevitable si realmente estás intentando palparle los muslos en la barra de un bar.
e) Un psicópata, que va a intentar descuartizarla a la menor ocasión y que expondrá su cabeza disecada en algún rincón secreto de su siniestra mansión junto al de otras incautas.
f) Las opciones b, c, d y e juntas.
Es dura nuestra vida. Como verán, un soltero, sin abrir prácticamente la boca ya ha sido juzgado, condenado y, muchas veces ejecutado. ¿Nos merecemos o no una festividad que conmemore la incomprensión a la que nos vemos sometidos?