Cajal o la vergüenza de la ciencia española
La mirada constante hacia atrás, añorante, comienza a poner cada vez más de manifiesto la tristeza que representa un pueblo incapaz de producir y mimar a sus científicos generación tras generación. Y así visto, Cajal representa más que un orgullo, una vergüenza para nuestra ciencia.
Tal día como hoy, 17 de octubre, apenas 6 horas antes de morir, Cajal, postrado en su cama y sin poder hacerse ya entender con su propia voz, escribió sus últimos párrafos legibles: "La inapetencia es completa. Hasta los medicamentos los vomito. Ayer tuve dos vómitos formidables. Estoy afónico. No puedo leer, ni comer y las fuerzas se agotan". Un "formidable" activo, leyendo y escribiendo hasta, prácticamente, el mismo momento de su muerte. Un estandarte de la ciencia y el pensamiento que poco ha servido como semilla en este país nuestro, huérfano de toda traza de cultura científica. Y así seguimos. Y esto viene ahora a cuento a propósito del Día de Luto para la Ciencia en el que se ha invocado una vez más a Santiago Ramón y Cajal en esa reivindicación. Y quiero, junto al aplauso que hago a esas reivindicaciones justificadas, criticar, una vez más, la referencia a Cajal. Levantemos la voz, que es necesario, pero propongo que lo hagamos con una mirada al futuro y con el valor y la realidad del presente. Y ya no más veces mirando hacia atrás, hacia el pasado, aun cuando ese atrás tenga un valor incuestionable.
Precisamente a esto último refiere lo que sigue, es decir, quiero hacer unas reflexiones que me sirvieron con ocasión de un acto sobre Cajal hace ahora casi 25 años. En ellas puse énfasis en el hecho de que acuñamos o celebramos o recordamos, en este país, con ocasión de unos acontecimientos u otros y de modo harto reiterado, alguna fecha, anécdota o acontecimiento relacionado con nuestro científico más emblemático, su vida o su obra científica. En relación a ello, y antes de nada, me apresuro a señalar que, sin duda, es de bien nacidos recordar a los mayores y glorificar los hechos y personas destacadas de la historia de un pueblo. Y que Cajal, que duda cabe, representa para España un símbolo científico del buen hacer. Del hacer honesto, perseverante y lúcido de la Ciencia. Pero dicho esto último, hay que añadir al mismo tiempo que ese único símbolo y su constante glorificación desvela nuestra desnudez como pueblo al no poseer otros creadores de su talla en ciencia significativa para el acerbo de la ciencia en el mundo. Y esto último, para muchos, tiene un calado social importante pues esta rememorización constante a Cajal a través de los tiempos revela, más que un mérito de nuestra aportación internacional a la ciencia (por la que tanto invocaba el propio Cajal) nuestra orfandad, nuestra aparente incapacidad y por ende nuestra soledad y pobreza. Por ello, la mirada constante hacia atrás, añorante, comienza a poner cada vez más de manifiesto la tristeza que representa un pueblo incapaz de producir y mimar a sus científicos generación tras generación. Y así visto, Cajal representa más que un orgullo, una vergüenza para nuestra ciencia.
Lo que acabo de señalar ya al parecer lo había dicho uno de nuestros más ilustres pensadores: Ortega y Gasset. Precisamente, en el prólogo escrito por el doctor García Valdecasas al libro sobre Cajal y Barcelona de Diego Ferrer escribió: "El caso Cajal no significa un orgullo para nuestro país, había dicho Ortega, sino más bien una vergüenza, porque es una casualidad" (cita que hizo al parecer originalmente Gregorio Marañón en un discurso de la RAE). De ahí que la reiteración constante a Cajal, y más en los últimos tiempos, lo único que revela es que nuestro país no posee ninguna figura de su altura, ni tampoco hay visos de que podamos tenerla en mucho tiempo.
Quienes hemos vivido algún tiempo en otros países en donde hacer ciencia original forma parte normal del desarrollo de esa sociedad y en donde hay decenas de premios Nobel vivos y trabajando día a día, tales acontecimientos no tienen lugar ni se conciben. Sir Charles Sherrington, contemporáneo de Cajal, también premio Nobel de Fisiología y Medicina, que representa para la historia de la Fisiología del cerebro lo que Cajal para la Morfología, no es celebrado en Inglaterra más allá de lo que un acontecimiento histórico y retrospectivo pudiera dar lugar. Y es que una sociedad que produce hombres de ciencia que se van pasando el testigo científico, generación tras generación, mira fundamentalmente hacia delante, hacia el futuro. Y desgraciadamente miradas hacia atrás muy constantes pueden revelar una falta de querencia hacia ese mismo futuro. Estoy seguro de que también, el propio Cajal, lo hubiese visto así y lo hubiese denunciado. Es más, el mismo hubiese espoleado el ambiente indicando que hay que mirar hacia delante con enorme ambición e ilusión. Y ahora, en estos momentos, en que la Neurociencia en particular en nuestro país es motivo de un despertar esperanzador, todavía más. Precisamente, en una conferencia celebrando a Cajal y casi como caja de resonancia de cuanto acabo de señalar, dijo Carlos Belmonte: "Hay que procurar dejar que Cajal sea el punto de referencia constante de la neurociencia española". Y, añado yo, aplaudir con referencias a los más destacados científicos españoles y regalarlos y mimarlos. Y todavía más, mirar a los niños y los colegios, porque es de ahí de donde se puede esperar que arranque una verdadera cultura de la ciencia que dé amparo cotidiano al valor social que tiene la ciencia, tanto en riqueza material como prestigio social. Dejemos pues de glorificar en exceso el pasado y afanémosnos en abrir puertas hacia el futuro logrando que nuestros talentos, que los hay y muchos, no solo lo demuestren allende las fronteras, sino que fructifiquen entre nosotros. Que deje de ser un eco internacional, que tantos españoles hemos escuchado, aquello de la esterilidad científica de los españoles cuando en España, y tan brillantes y fructíferos cuando trabajando en otros países que arropan la Ciencia.
Lo cierto es que, socialmente, poco ha cambiado entre nosotros desde hace esos 25 años. Y por eso me niego a pasar por alto la celebración o referencias de actos o personas "de pasado" de "recuerdo" de aquello que fue la ciencia en España. Me niego, digo, pues Cajal, hoy, para desdoro de los políticos españoles y de todos los españoles juntos, y lo digo fuerte una vez más, solo revela la vergüenza que representa la ciencia y el pensamiento en España. ¿Señor Rajoy, señor presidente del Gobierno, señor Wert, no les revuelve su sentir de dignidad nacional, este espectáculo deplorable de la Ciencia en España?