Aprenda un idioma nuevo, toque el piano y retrase el Alzheimer
El aprendizaje de una lengua a partir de cierta edad es algo que puede convertirse en una tarea ilusionante y llena de significado emocional y social y por ende ser capaz de evitar ese "apagón emocional". Y, por supuesto, hacer posible el almacenamiento de "energía pensante", la reserva cognitiva.
Dicen que a Johann Wolfgang von Goethe, ya viejo, le bastaba que alguien le dijera que algo era muy difícil de hacer o entender para que, si esto era de su interés, se pusiera ese mismo día a estudiarlo desafiándose a sí mismo hasta, por lo menos, intentar atacar el nuevo reto. Es más, dicen que un día Goethe le dijo al canciller Müller: "¿Es que he llegado a los 80 años para estar pensando siempre en lo mismo? Más bien aspiro a pensar cada día algo nuevo y diferente". Y, efectivamente, en ese tiempo Goethe estaba escribiendo una de sus obras maestras Fausto (El sueño de la Inmortalidad. Alianza 2008). Goethe, sin saberlo (estamos hablando del temprano siglo XIX) practicaba lo que hoy nos enseña la neurociencia y es que el cerebro, a cualquier edad y particularmente durante el envejecimiento, requiere, para mantenerse con salud, verse sometido a retos, exigencias y desafíos mentales nuevos y constantes. Y esto último, que es aprendizaje y memoria, es lo que cambia, para bien, su estructura y función. Precisamente, hoy se recomienda, por sus consecuencias positivas en relación al envejecimiento del cerebro, hacer ejercicio mental, cognitivo, todos los días aprendiendo cosas nuevas (frente a la repetición de una rutina diaria), sean manuales, manejar el correo electrónico, hacer la compra por Internet o utilizar cotidianamente las redes sociales. O simplemente, aprender a pintar o dibujar y más complejamente, ya lo veremos después, aprender a tocar un instrumento musical.
Lo que poca gente sabe es que el comienzo de las enfermedades neurodegenerativas y en particular, la enfermedad de Alzheimer, es muy dependiente de los estilos de vida que haya llevado y lleve el individuo. Sin duda que existe un sustrato genético predisponerte, pero este sustrato no es determinante para su aparición. Como lo es, en alto grado, y lo repito una vez más, de la vida que lleve el individuo. Precisamente, en un artículo aquí en el Huffington Post (Ante un Alzheimer incipiente...¡Eche Ud. a correr!), ya señalé hace algún tiempo que la practica del ejercicio físico aeróbico diario ha demostrado ser un poderoso instrumento no solo para retrasar la aparición de esta enfermedad, sino que incluso practicado durante su desarrollo ralentiza, de modo significativo, su progresión.
Pero el ejercicio físico, aun con todas las bondades que son muchas, no es suficiente. El cerebro humano requiere también de esfuerzos intelectuales, mentales, sociales, que además, y para bien, se vean recompensados con el aplauso de los demás, que es lo que sostiene ese esfuerzo. Es decir, el cerebro necesita de un nivel de trabajo mental activo, todos los días. Y para alcanzar ese objetivo propuse, hace algún tiempo, aprender un idioma nuevo a partir de los 50 años (¿Se puede retrasar el envejecimiento del cerebro? Alianza 2011). A este respecto hay un estudio reciente muy interesante, realizado en un grupo de población canadiense con un probable diagnóstico de Enfermedad de Alzheimer, mostrando que en las personas bilingües desde la infancia aparecen los primeros síntomas de demencia 5 años mas tarde que la media de edad de los pacientes que hablan una sola lengua. Este estudio concluye indicando, obviamente, el gran beneficio no solo personal y de la familia sino también de gasto social que puede representar hablar idiomas.
Todo esto deja en el tintero dos preguntas que pienso son relevantes. Primera, si el aprendizaje de una lengua extra ofrece una cierta protección contra el Alzheimer, ¿podrían dos o tres lenguas multiplicar el efecto protector? Segunda, ¿ofrece el mismo efecto protector que ser bilingüe desde la infancia, el aprendizaje de un idioma nuevo en una persona de 50 años como yo propongo? Para la primera pregunta no hay respuesta puesto que no hay ningún estudio que la avale. Para la segunda, sin embargo, si podríamos aventurar una respuesta que debiera ser afirmativa pues no hay nada, ningún dato, que no nos permita suponer que en estas personas adultas se cree una reserva cognitiva, aun cuando menor, que aquella que se crea en el cerebro de los niños bilingües o trilingües (Aprende un idioma nuevo y tal vez te vuelvas más listo). La plasticidad cerebral, base de esta reserva cognitiva, existe y se potencia con el aprendizaje activo a lo largo de todo el arco vital del ser humano, aun cuando desciende con la edad del individuo.
En cualquier caso pienso que el aprendizaje de una lengua nueva a partir de cierta edad es algo que puede convertirse en una tarea ilusionante y llena de significado emocional y social y por ende ser capaz de evitar ese "apagón emocional" que asoma con la edad. Es más, aprender una lengua proporciona placer al ser fuente posible de reconocimiento y aplauso por los demás e ingrediente importante de satisfacción personal y confianza en las propias capacidades y posibilidades cognitivas. Y, por supuesto, hacer posible ese almacenamiento de "energía pensante" que conocemos como reserva cognitiva (barrera neural que frena los procesos neurodegenerativos). Y de este aumento de reserva cognitiva se puede esperar, como con las personas bilingües, un retraso en la aparición de la Enfermedad de Alzheimer.
Y un añadido a todo lo dicho: hoy ya sabemos que aprender música, (tocar un instrumento, en particular el piano) a edades ya tardías (mayores de 65 años) contribuye en positivo a mejorar de forma significativa aquellas funciones ejecutivas o de control e inhibición cognitiva y de aumento de foco atencional y creación también de reserva cognitiva. Sin duda un elemento más, la música, a considerar como tratamiento preventivo en la lucha contra esa devastadora enfermedad que es el Alzheimer (Frontiers in Psychology doi: 10.3389/fpsyg, 2013,00810).