En común sí se puede
Lejos de constituirse como un partido abierto, colaborativo, de acuerdo a los valores iniciales que guiaron su constitución, en los últimos meses estamos viendo la evolución de Podemos hacia un partido más tradicional construido de forma vertical y en el que prima más el mantenimiento férreo de una determinada estructura de poder y la defensa de unas siglas.
Cuatro años después del 15M muchos seguimos esperando una alternativa electoral cuyo objetivo sea conquistar el poder para devolvérselo a la ciudadanía. Esta declaración de intenciones no es solo un brindis al sol o un juramento bonito al tomar posesión, sino que debe significar una serie de hechos muy concretos. En primer lugar, el establecimiento de mecanismos de control democrático, participación y transparencia -tanto en los propios partidos políticos como en las instituciones que gobiernan- que permitan dar el siguiente paso hacia una democracia más avanzada. Y en segundo lugar, el desarrollo de unas políticas públicas realistas pero siempre fundamentadas en los valores de solidaridad, justicia, igualdad y progreso social de la izquierda, diseñadas de forma abierta y transparente con la concurrencia de los mejores expertos y, a través de mecanismos deliberativos, de todos aquellos ciudadanos interesados en participar.
¿Hay algún partido que ofrezca estas propuestas y que esté en condiciones de implementarlas? Cuándo escribí una serie de artículos preguntando qué necesitaba la izquierda para construir una alternativa ganadora, aventuraba que Podemos podía convertirse en una alternativa aglutinadora, capaz de convertirse en una auténtica herramienta participativa abierta de forma transversal a todos aquellos con ganas de cambio.
Sin embargo,cada vez está quedando más claro que Podemos, por sí solo, no puede. Lejos de constituirse como un partido abierto, colaborativo y a disposición de la ciudadanía de acuerdo a los valores iniciales que guiaron su constitución, en los últimos meses estamos viendo su evolución hacia un partido más tradicional construido de forma vertical y basado en lógicas electorales competitivas, en el que prima más el mantenimiento férreo de una determinada estructura de poder y la defensa de unas siglas. Cada vez está más claro que Podemos, a pesar de sus enormes aciertos a la hora de adoptar en política el lenguaje abierto, inclusivo y directo del 15M, no está siendo capaz de dar voz al grueso de una ciudadanía que sueña con el cambio.
¿Y cuál es la solución? En un momento en el que las claves del éxito vienen dadas por la apertura, la colaboración y la huida de sectarismos, la salida pasa sin duda por apostar por la confluencia constructiva entre distintas fuerzas políticas, movimientos y ciudadanos, sin olvidar la defensa común de unas políticas de izquierda que, sin caer en clichés y en cerrazones ideológicas, puedan ayudar a cambiar una situación social y económica que ahonda cada vez más en injusticias y desigualdades. Solo replicando los modelos de éxito que se vivieron en varios municipios, con la confluencia de partidos políticos de izquierdas, movimientos sociales y ciudadanos desde una óptica abierta e inclusiva que ayude a borrar egos, siglas y ansias de poder, será posible ocupar un gran porcentaje del tablero político y garantizar que la opción del cambio sea mayoritaria en las próximas elecciones generales.
Para ello, debemos poner nuestro granito de arena por la confluencia desde ya, sin por ello olvidar nuestras convicciones. En la actualidad, yo estoy defendiendo este proceso convergente desde Decide en Común, una nueva fuerza política que quiere constituirse como espacio donde construir un auténtico socialismo democrático, una línea política hasta ahora sin referencias una vez vista la deriva socioliberal del PSOE. Los puntos básicos de este nuevo partido político, fundado entre otros por Alberto Sotillos (exmilitante del PSOE que luchó con escaso éxito para mejorar la transparencia y democracia interna de ese partido) se centran precisamente en los elementos que considero esenciales para garantizar ese cambio que nuestro país necesita: apuesta sin maquillajes por la participación ciudadana y la transparencia (no solo a nivel de propuestas programáticas, sino como propio compromiso interno), desarrollo desde el realismo y el sentido común de propuestas socialistas alineadas con la defensa de la justicia económica, la igualdad, el ecosocialismo y la defensa de los servicios públicos, la creencia en un sistema de gobierno democrático siempre en proceso de mejora y, por supuesto, el cambio de lógica electoral, pasando de la competición a la colaboración como método para lograr el cambio a través del trabajo con otras fuerzas políticas y movimientos sociales con valores y programas similares. Como siempre, trabajar juntos para el bien común es el camino.