Sánchez o cómo desafiar la teoría del cambio
Algo ha cambiado también entre los socialistas. Quienes ayer votaron una resolución que decía "no" a una investidura de Rajoy o de cualquier candidato del PP, hoy dudan; los que sostenían que facilitar un gobierno de derechas era llevar al PSOE a la disolución ya no lo tienen tan claro y quienes antes pensaron sólo en lo orgánico meditan ahora sobre España.
Ya sabíamos, por la doctrina heraclítea del cambio, que nada permanece, que el universo es un continuo devenir y que lo que hoy es blanco mañana se torna a negro por obra y gracia del tiempo o las circunstancias. Miren si no a Cataluña: que Artur Mas no se va por dignidad, pues se fue ya; que la CUP no investirá a un president de CDC, pues ahí tienen a Carles Puigdemont del "molt honrable!"; que las urnas dicen, pues las negociaciones "corrigen"...
Todo sea por la independencia o por el descalabro que los convergentes temían ante unas nuevas elecciones en marzo, pero han bastado 72 horas para que lo que el viernes parecía imposible, hoy sea irrefutable, eso es que el nuevo Govern activará automáticamente una hoja de ruta que contempla la culminación de las llamadas estructuras del Estado, la desobediencia al Constitucional y la redacción de una Carta Magna propia que desemboque en las primeras elecciones constituyentes de lo que se empeñan en llamar nueva república catalana.
Ahora amplíen la mirada porque la política catalana y la española son vasos comunicantes y el acuerdo de Junts Pel Sí con la CUP modifica también el panorama nacional. Rajoy, hasta ayer circunspecto y resignado a no encontrar apoyos para ser investido, recupera brío e intensifica la presión sobre el PSOE para que facilite un Gobierno de "amplia base parlamentaria", que viene a ser una gran coalición constitucionalista para plantar cara al reto catalán.
Nada permanece tampoco en el PP inalterable: que se dijo no a la reforma de la Constitución, pues se dice ahora sí, y aquí paz y después gloria; que hay que pactar un programa de recuperación económica, pues se pacta; que hay que incluir en un hipotético gobierno a quien llamó indecente al presidente del Gobierno, pues se le incluye... Todo es ya negociable, incluso es posible que "in extemis" como ocurrió con Mas, Rajoy también se preste a dar un paso al lado. Tiempo al tiempo. Todo sea, en este caso, por la estabilidad de España y el interés de la patria.
Algo ha cambiado también entre los socialistas. Quienes ayer votaron una resolución que decía "no" a una investidura de Rajoy o de cualquier candidato del PP, hoy dudan; los que sostenían que facilitar un gobierno de derechas era llevar al PSOE a la disolución ya no lo tienen tan claro y quienes antes pensaron sólo en lo orgánico meditan ahora sobre España.
La dirección convocará este lunes un Comité Federal para el día 30, pero el foco entre los barones ha virado ya a lo político para recuperar el debate de fondo, que no es otro más que responder a la pregunta de si puede el PSOE gobernar con una coalición de izquierdas y apoyado por los independentistas. El acuerdo en Cataluña aleja mucho más de la escena la posibilidad de un pacto con Podemos que, dicho sea de paso, nadie quiere salvo la dirección federal. Las alternativas que restan son tres. No hay más. Permitir un gobierno en minoría del PP y dar apoyo desde la oposición frente al desafío catalán, entrar en una gran coalición con una hoja de ruta reformista y una potente agenda social o ir a nuevas elecciones. De las dos primeras se habla y mucho en las conversaciones privadas que en las últimas horas se cruzan los tótem del socialismo. Pero nadie, y nadie es nadie, lo admitirá en público. Sobre la tercera, todo el mundo barrunta pésimas consecuencias.
Todo fluye también en el PSOE, aunque no en Pedro Sánchez, que mantiene inalterable su hoja de ruta para liderar una alternativa progresista y de cambio. "La defensa de la unidad de España no justifica una gran coalición", afirma en conversación con El Huffington Post. El "no es un no" de hace unos días sigue vigente, pese al cambio en el escenario catalán. Así que que Rajoy pierda toda esperanza y Saénz de Santamaría, ídem, porque nada hará a Sánchez salirse del guión que los suyos le escribieron la misma noche del 20-D para apuntalar su liderazgo interno.
Los inquilinos de Ferraz intentan ganar tiempo, sortear las presiones que ya reciben para formar parte de un frente constitucionalista y dejar que Rajoy se someta a la primera y a la segunda votación de su investidura. Cuando esto pase y los "noes" al candidato del PP sumen más que los "síes", Sánchez confía en someterse a una investidura de la que saldrá con más apoyos que rechazos porque la presión para entonces, sospecha, recaerá no ya sobre el PSOE, sino sobre el resto de fuerzas políticas. Aún echa cuentas, pero la aritmética no falla y salvo que Podemos, IU y PNV voten "sí" y ERC y CDC se abstengan, el líder del PSOE persigue un imposible porque a Ciudadanos -pese al pánico que le produce la repetición de elecciones- no se le espera en ninguna alianza en la que puedan estar los de Pablo Iglesias.
Claro que igual los de la formación naranja son de los que practican la doctrina de Heráclito que intenta desafiar un Sánchez que, logre o no la investidura que anhela, lo que pretende es llegar al próximo congreso federal del PSOE habiendo intentado lo que la militancia socialista demanda, que es una alianza de izquierdas. Pero de esto nada ha dicho a los barones con los que este fin de semana habló por teléfono para intercambiar impresiones sobre el escenario catalán y sobre su propuesta para las Mesas del Congreso y el Senado, en las que además de Patxi López para la Presdencia de la Cámara Baja, estará para una vicepresidencia Micaela Navarro por expreso deseo de la presidenta de Andalucía.