Las claves de la semana: ¿Qué quiere el PSOE?
"El PSOE tiene que tener claro lo que quiere, y no estoy seguro de que lo tenga claro". El que habla no es Rajoy, ni Iglesias ni Rivera. No es el adversario, sino la conciencia y la memoria reciente del PSOE. Es Felipe González. Para lo bueno y para lo malo, el ex presidente del Gobierno no deja indiferente a nadie. Esta semana no iba a ser menos, con la que está cayendo en el partido. En El País escribió que los socialistas no debían obstaculizar un gobierno del PP en minoría. En Jot Down dijo lo que en la primera línea han leído. Y ha dado en el clavo.
Preguntar qué quiere el PSOE no es lo mismo que averiguar qué pasa por la cabeza de Pedro Sánchez, qué desean los barones o qué esperan los militantes. Todo depende de cómo y a quién se mire, de si se está en el regate corto o en la política grande, de si el problema es tomar decisiones para las próximas semanas o para los próximos lustros...
Si se mira a Sánchez, no se sabe. Si se observa, a sus críticos, está claro. Las crónicas hablan de confusión y desconcierto. Más bien lo de estas dos semanas de silencio calculado del secretario general ha sido una zapatiesta, un desgobierno. Unos, que hay que intentar formar gobierno si Rajoy no lo consigue; otros, que a la oposición, sin dudarlo; unos, que hay que abstenerse "in extremis"; otros, que nunca será siempre nunca...
Y en estas sale González para marcar el camino por el que se debe transitar, no vaya a ser que alguien ande pensando en nuevas veleidades. Entiéndanse por tal, nuevos juegos malabares como el de esperar a que Rajoy no sume los apoyos necesarios e intentar una investidura de Sánchez, como han apuntado Armengol (Baleares), Iceta (Cataluña) y Tudanca (Castilla y León). Inevitable no confundir entre lo que conviene a España, lo que interesa al PSOE y las ambiciones e intereses personales.
Rajoy impone la narrativa
Entre tanto caos y el mutismo de Sánchez es como Rajoy ha conseguido instalar en la opinión pública que la responsabilidad de que España tenga o no gobierno recae en el PSOE, y sólo en el PSOE, aunque haya otras posibilidades. La aritmética le da para otras sumas, pero la desaparición durante dos semanas de Pedro Sánchez ha permitido que la derecha imponga una narrativa difícil de desmontar a estas alturas, aunque eso sea lo que se proponga el secretario general del PSOE ante el Comité Federal que hoy celebra su partido.
Demasiado tarde para explicar que con Ciudadanos (32), PNV (5), CDC (8) y CC (1), Rajoy supera los 176 diputados necesarios y que el PSOE se irá a la oposición que es donde le han enviado los ciudadanos. Y más complicado aún será poner orden en el caos socialista, consecuencia -que diría el presidente de Aragón- de la tramontana, esas ventoleras que, según dejó escrito Josep Pla, "deprimen adormecen, encogen el cuerpo y producen protestas perfectamente inteligibles".
El virus del populismo orgánico
De momento y ante la cita más esperada del socialismo, nadie sabe qué dirá Sánchez. El hecho de que haya convocado a la Ejecutiva Federal antes de la reunión del máximo órgano entre congresos ha desatado todo tipo de especulaciones y desconfianzas. Se espera, eso sí, que no ponga paños calientes a la derrota del 26-J; que diga que el PSOE no apoyará a Rajoy ni por activa ni por pasiva; que la derecha puede y debe buscar apoyos en otras fuerzas políticas; que se callen ya todos aquellos que generan ruido interno y que el que quiera abstenerse en primera o en quinta votación lo diga alto y claro y lo explique a la militancia en lugar de cacarearlo en los reservados de los restaurantes o entre los vagones del AVE .
Con todo, quienes han hablado con él estos días dicen que confía en que Rajoy no logre sumar los apoyos necesarios y que rechace de nuevo presentarse a la investidura, como hizo en diciembre. Una hipótesis que dejaría de nuevo la pelota en el tejado del PSOE a quien sin duda la derecha culparía de unas terceras elecciones.
El caso es que el candidato socialista ha inoculado en el PSOE el virus del populismo orgánico. Ante cualquier desavenencia con las baronías amaga con buscar la confrontación entre bases y cuadros. Detrás de todo ello, emerge por enésima vez la todavía no resuelta pelea por el liderazgo. De ahí que algunos -con la excepción de Fernández Vara- hayan echado el freno a su primer impulso de apostar por la abstención socialista a un gobierno del PP en minoría cuando no haya más remedio. Nadie quiere perder posiciones entre la militancia de cara al próximo congreso. Y así es como Sánchez vuelve a ganar tiempo al tiempo y los eternos aspirantes han tenido otra vez que replegar y hacer equilibrios entre lo que piensan en alto y lo que hacen por debajo.
Algo más que la tramontana
El Comité Federal dirá hoy "no" a Rajoy sin demasiados adornos ni explicaciones. Los críticos creen que para no tenerse que desdecir el día que el PP haya sumado por lo menos 170 diputados y haya que votar abstención, por las buenas o por las malas. Los oficialistas, que se trata de una posición inamovible para la primera y la decimoquinta votación si ésta produjera. Lo del PSOE parece algo más que los efectos de la tramontana.