Zombi TTIP: ¿quién está intentando revivir el tratado transatlántico?
Esta tarde la Comisión Europea vendrá a Estrasburgo a presentar sus "recomendaciones para la apertura de negociaciones entre la Unión Europea y los Estados Unidos". Mañana jueves el pleno del Parlamento Europeo votará si apoya o no esta reapertura. Porque en realidad se trata de esto: de reabrir las negociaciones comerciales fallidas que entre 2013 y 2016 intentaron desembocar en la firma de un Tratado Comercial Transatlántico, más conocido por sus siglas TTIP: aquella OTAN comercial paralizada gracias a la movilización de millones de personas a ambos lados del Atlántico y que hoy las élites políticas y empresariales intentan revivir cual zombi. Todos los esfuerzos que está poniendo la Comisión para desvincular estas negociaciones del impopular TTIP no hacen más que confirmar la conexión.
Resulta paradójico que las mismas élites europeas que llevan años criticando la política comercial de la Administración Trump, quieran ahora reabrir las negociaciones con el Gobierno estadounidense. Más aún cuando la propia comisaria de Comercio de la UE, Cecilia Malmström, declaraba hace un año que la UE no firmaría ningún acuerdo comercial con países que no hayan ratificado el Acuerdo del Clima de París. Y ese es el caso de Estados Unidos. Precisamente hoy la Eurocámara ha debatido sobre cambio climático en otro de sus habituales ejercicios de incoherencia entre las bonitas palabras de las instituciones europeas y sus políticas concretas en sentido opuesto.
La resolución llega al Parlamento Europeo después de haberse aprobado por la mínima en su Comisión de Comercio Internacional (INTA). El propio texto reconoce que la negociación con Trump "no refleja los principios generales de los acuerdos comerciales de la UE", pero que "dadas las circunstancias excepcionales, la apertura de negociaciones de un acuerdo con un alcance limitado y líneas rojas articuladas, podría ser de interés para los ciudadanos, las sociedades y las empresas europeas".
La realgeopolitik más cruda se impone en un contexto de creciente competencia mundial entre potencias decadentes y emergentes por recursos cada vez más escasos y tasas de rentabilidad en caída libre.
Las élites políticas europeas y estadounidenses vuelven a ponerse al servicio de las multinacionales de ambos lados del Atlántico, las verdaderas beneficiadas por un acuerdo neoliberal contrario a cualquier interés general, de la soberanía alimentaria, de los derechos de las mayorías y de la propia democracia.
Es significativo que incluso el presidente de INTA, el socialdemócrata alemán Bernd Lange, pidiese a los ministros de comercio de la UE que no respaldasen los mandatos nacionales necesarios para revivir este zombi TTIP.
Pero en su aprobación resultaron clave los apoyos incondicionales de los eurodiputados de los populares del EPP y de los liberales de ALDE, los respectivos grupos de PP y Cs, junto con los conservadores euroescépticos de ECR donde conviven los tories británicos y los ultraconservadores polacos del PiS.
Resulta cuanto menos curioso que algunas de las multinacionales europeas y estadounidenses que más se beneficiarían de un acuerdo comercial de este tipo, tales como Uber o la agroquímica Bayer Monsanto, hagan generosas contribuciones periódicas precisamente a estos mismos partidos europeos.
Mañana votaremos en el Parlamento Europeo en contra de insuflar vida a este TTIP 2.0. Aunque la resolución no sea vinculante, un respaldo de la Eurocámara allanaría el camino para la luz verde del Consejo de la UE. Desde la delegación de Podemos en el Parlamento Europeo –junto con otras fuerzas políticas– remitimos recientemente una carta a Pedro Sánchez reclamando que el Gobierno español rechazase en el último Consejo informal de la UE en Bucarest dar su apoyo a la reapertura de estas negociaciones comerciales.
También la sociedad civil europea, como la campaña "No a los Tratados de Comercio e Inversión", ha pedido a los gobiernos de la UE que antepongan los compromisos mundiales para detener el cambio climático a los intereses de los grupos empresariales, empezando por el poderoso sector automovilístico y sus lobbies que cotidianamente se pasean por los despachos de la Comisión y el Parlamento.
Por el momento, España es uno de los pocos Estados Miembros que mantienen reticencias, si bien es muy probable que las presiones les hagan ceder en la próxima cumbre europea.
Porque es bastante previsible que los gobiernos de la UE decidan sobre esta negociación comercial con Trump en el Consejo Europeo de la semana que viene. Si el Gobierno del PSOE diese finalmente luz verde a este despropósito, estaría contradiciendo el voto de su propio grupo en el Parlamento Europeo y a su ministra de Transición Ecológica, quien reiteró, junto con sus homólogos de Francia y Luxemburgo en el último Consejo de ministros de Medio Ambiente de la UE, que la ratificación del Acuerdo Climático de París debería ser una condición para cualquier negociación comercial. Además, sería una bofetada a miles de jóvenes que se volverán a manifestar este viernes en la huelga por el clima (#FridaysforFuture).
En las calles y en los parlamentos, quienes apoyen los intereses de la minoría neoliberal privilegiada de siempre, esa que negocia a puerta cerrada y de espaldas a las clases populares europeas y estadounidenses, nos volverán a tener en frente.
Como lo estuvimos cuando quisieron negociar el TTIP y como lo estaremos nuevamente si finalmente intentan revivir a este zombi comercial. Porque nuestras vidas y nuestros derechos valen más que sus beneficios.