Y parió la abuela...
Éramos pocos y... La última secuela del 'problema catalán', aunque en verdad es un problema entre catalanes, ha sido el nacimiento de la escisión de extrema derecha del PP, Vox, fundado en 2014 por Santiago Abascal, que logró reunir el pasado domingo a casi 10.000 simpatizantes en la plaza de Vistalegre en Madrid (en 2014 también Podemos celebró allí su primera asamblea, con unos 8.000 inscritos).
Lo cierto es que algo así estaba previsto, y escrito por los analistas con cabeza fría y capacidad de ver más allá de la ebullición de cada día. A los movimientos populistas de izquierda le corresponden los movimientos populistas de derecha, y viceversa. En cuanto Podemos demostró la existencia de una clientela potencialmente importante, tanto como para poder a ganar unas elecciones, o ser socios clave para gobernar, Vox empezó a movilizar a los desencantados con el PP y hasta con Ciudadanos. La receta: leña al mono hasta que hable inglés. Mano dura en Cataluña, y los habituales recursos demagógicos de sus colegas 'duros' en Europa.
Todo responde al guion. Desde el 1 de Octubre de 2017 y el fin de la aplicación del artículo 155 en la comunidad autónoma catalana, todo se ha desarrollado según el guion. Puigdemont, huido en Bélgica, gracias a la excentricidad de unos jueces que escriben sentencias con jugo de ombligo, sean belgas o alemanes, sigue viviendo y postureando a costa de los Presupuestos; y en el colmo del cinismo reclama su gabinete presidencial, sus haberes y dietas y demás ringorrangos. En el Parlamento regional los escaños vacíos, de los huidos o encarcelados, siguen ocupados con los lazos amarillos que recuerdan cómo los que dirigieron la rebelión están pendientes de juicio en sus celdas.
El delegado o títere de Puigdemont, Quim Torra, ha aumentado la intoxicación y propaganda exterior, sin conseguir más objetivo que un discreto reflejo en la prensa. Pero la Unión Europea les ha dado la espalda. Considera a los rebeldes unos peligrosos apestados; y con toda razón, porque los tiempos no están para hacer experimentos y que además de las doctrinas populistas y nacionalistas, esos fantasmas que parecían desaparecidos -pero no lo están- siembren las ideas separatistas.
Lo que sigue asombrando es la simplonería y falsedad de los mensajes. Como por ejemplo ese grito que se sigue coreando en las concentraciones para defender el referéndum de autodeterminación: "Votar es legal", dicen. Yo he estado dando vueltas a esta papafritada, pero sin encontrar el punto exacto de cocción. Lo encontré en un 'Tuiter' volandero, en el que alguien contestaba que sí, pero que "follar también es legal, pero si se hace sin el consentimiento del otro es violación".
¿Hay que seguir todos los días repitiendo lo mismo sin que los dirigentes de la 'cosa' asuman que en la UE, y en todos los países democráticos y avanzados no existe el derecho de autodeterminación, que fue concebido por la ONU para los procesos de descolonización sobre todo con los restos que quedaban tras la II Guerra Mundial?
Antes era 'derecho a decidir', como si los catalanes no se hubieran pasado estos últimos cuarenta años decidiendo, como el resto de los españoles, en elecciones locales, autonómicas, generales... Ah, pero decidían sin el 'derecho a decidir', decían fuera. Y claro, como en España parece que Franco está vivo todavía, y la verdad es que así lo parece con los franquistas venidos arriba y con los antifranquistas que les entran al trapo sin darse cuenta de que toro ya está envasado en un sobre de sopa, pues algunos ingenuos extranjeros con el síndrome del Ché, se tragan el cuento. Esto del apaciguamiento de las fieras o de los tontos sigue teniendo su público. No bastó con el ridículo de Chamberlain con Hitler.
El president Torra ha dicho que "la paciencia de los catalanes no es infinita" y que el Gobierno ha de ofrecer con "claridad" la celebración de un referéndum de autodeterminación.
Y tiene razón en algo: la paciencia de los catalanes no es infinita; especialmente la de la mitad de los catalanes que no son independentistas y que están hartos de que los separatistas se adueñen de las instituciones de todos. Entre tanto, se habla del 'modelo de Quebec'. Pero el modelo de Quebec no consiste solamente en que se celebre un referéndum, sino que ese referéndum ha de celebrarse de acuerdo con la Constitución y con las condiciones que ponga, en Canadá, su Tribunal Supremo, y en España el Tribunal Constitucional. Entre las que figura que si una parte del territorio quiere mantenerse en Canadá puede hacerlo. Ejemplo: Tarragona, Lérida y Gerona votan sí a la independencia y Barcelona No. Pues Barcelona queda fuera.
Muy dignos y displicentes, portavoces de ERC sacan pecho y le dicen al Estado que "la resolución del conflicto no se compra con dinero"... ¿Ah, no? Hasta ahora siempre el dinero ha estado encima o debajo de la mesa; incluso el Gobierno de la Generalitat, en el que Junqueras es vicepresidente enrejado, pero tiene su lazo en el escaño, ha aceptado los viles euros ofrecidos por Sánchez. El presidente canario Fernando Clavijo, por ejemplo, ha pedido una conferencia de presidentes para tratar este tema.
Quim Torra sigue enredado en su tela de araña mental. Tras los disturbios del 1 de octubre le echa la culpa de la violencia al 'Estado español'... cuando todos los violentos eran independentistas, que fueron reprimidos por otros catalanes, los Mossos d'Esquadra, dependientes de la Consejería de Interior, cuando lo que antes se llamaba el populacho estaba tirando las puertas de la Cámara.
El guion secesionista es elemental: en síntesis, es la aplicación del principio de cuanto peor mejor, que defiende Carles Puigdemont desde Waterloo y que aplica a pies juntillas el delegado presidencial Torra; porque las neuronas parece que las tiene suspendidas por un misterioso 155 emitido desde Waterloo. La estrategia es muy clara, como también es la de Pedro Sánchez, la de Albert Rivera, la de Pablo Casado y la de Pablo Iglesias Turrión.
Sánchez se propuso ganar tiempo, dando tacos de ternera, y alguno de solomillo al león soberanista. La esperanza del líder socialista era romper la tendencia a la baja en los sondeos, empezar a subir y, en el mejor de los casos, que los juegos malabares le lleven hasta el final de la legislatura. Las medidas de cara al interior, típicamente marketinianas, se combinan con posados en el exterior. Algunos muy imaginativos.
Pablo Iglesias ha moderado sibilinamente su discurso para ser admitido como socio in pectore con permiso para aparentar influencia que le permita captar un segmento que se le iba a la fuga: el de los españoles ni separatistas ni bolivarianos. Gente corriente desilusionada y cabreada con el manejo de la crisis. Pero con la intención, nada secreta, de ganar posiciones para en un momento adecuado desbancar al socialista y dar un fuerte golpe de timón hacía el oeste.
A Pablo Casado no le queda otra, piensa él – supongo- que volver al aznarismo, al discurso de la derecha sin complejos, cogiendo otra vez a Cataluña como palanca, recuperando aquellos 'buenos tiempos' de Aznar cuando las masas gritaban en Génova "Pujol, enano habla castellano". Que fue la piedra que tiraron hacia arriba, y que aún les está cayendo en la cabeza, por no leer el Eclesiastés. Pero esta táctica ya es la de la extrema derecha que le disputará una seria parte de su electorado, la de esos que añoran los tiempos de Franco. Que no quieren las reglas del juego de la democracia, que no quieren autonomías, que no quieren más Europa, que no quieren inmigrantes ni refugiados... que quieren más Reyes Católicos de cuando alancear moros era un deporte de caballeros.
Y Albert Rivera. Subió como la espuma porque el PP de Mariano Rajoy no es que no tuviera mano dura; ahí se equivoca. Es que no tuvo mano política. Dejó la política aparcada y la puso insensatamente en manos de los jueces. Insensatamente, porque la política no tiene sustitutos: ni ejército, ni jueces, ni obispos, ni villarejos. Ahora hay política, poca, eso se nota, porque los separatistas catalanes se han talibanizado. Y porque los dirigentes que proclamaron la república virtual con engaños y malversaciones quieren llegar a un punto crítico. Están esperando la violencia, para que Europa los vuelva a mirar.
No lo ocultan. Aguardan como agua de mayo 'la sentencia' que, saben, porque es elemental, que tendrá condenas para los que intentaron dar un golpe de Estado en Cataluña. Ese será otro día D; otro día para la indignación, la flagelación y las estampitas del martirio; otro día para sacar la gente a la calle.
Pero mientras más afilan los colmillos los 'demócratas' que han convertido las instituciones en máquinas autoritarias y sectarias, más miedo siente la otra mitad larga del pueblo catalán, que ya ha dado muestras de que no se va a quedar quieto, inane, para no tener que vivir en un gulag.
O sea, la partida sigue, al borde del risco.