Vigilia y fiestas de guardar
¿Cuándo le vamos a decir a los hombres, y de manera muy especial a los jóvenes, que no acosen, que no abusen, que no maltraten, que no droguen, que no violen...?
Las mujeres deben estar en permanente vigilia y guardando las fiestas si no quieren ser agredidas por hombres que aprovechan cualquier situación para llevar a cabo la agresión.
Hace unos días varias chicas de Murcia denunciaron que las habían drogado echando algún tóxico en sus bebidas cuando se divertían en los pubs de la zona del Zigzag, comprobando después que había sucedido en varios locales y a diferentes grupos de jóvenes, no un suceso aislado en un sólo lugar.
A los chicos no le echan nada en sus bebidas ni intentan abusar de ellos, pueden salir tranquilamente limitando el riesgo a circunstancias generales relacionadas con la delincuencia general por parte de extraños, pero no a la violencia sexual cometida por tus amigos, conocidos o gente con la que te relacionas en un ambiente de ocio y diversión, como sí les ocurre a las chicas.
Las mujeres jóvenes tienen que tomar medidas para evitar que las violen, que las agredan sexualmente, que abusen de ellas, que las maltraten… Tienen que ser sexis, pero no provocativas; tienen que divertirse y bailar, pero no exhibirse; tienen que demostrar libertad, pero no ofender a los hombres… Y todo ello al mismo tiempo.
La trampa creada está en dejar que la libertad de las mujeres sea interpretada por lo que un hombre o un grupo de hombres decida, para que la clave no esté en el comportamiento o en los hechos, sino en el significado que el hombre de turno le da. Es ese significado el que luego utiliza la sociedad para dar la razón al hombre en cuestión bajo la idea de normalidad como construcción neutral, cuando en realidad se trata de una normalidad androcéntrica que actúa como colaborador necesario.
A los hombres no los cuestionan si llevan la ropa ajustada o no, si se desabrochan un botón o tres de la camisa, ni tampoco si mantienen una actitud divertida y abierta con otros grupos de jóvenes que estén en la misma zona de ocio.
Los hombres no tienen que exhibirse, solo deben de estar en presencia y en actitud. Ellos no tienen “horas que no son para hombres” ni “sitios que no sean para hombres”, cualquier espacio es suyo y en todos son ellos quienes deciden e interpretan lo que desean, y también quienes deciden “lo que las mujeres quieren”. Por eso han sido ellos los creadores del mito de que “las mujeres dicen no cuando en verdad quieren decir sí”, y que “la resistencia de las mujeres forma parte del juego amoroso”, como recogía una sentencia de una violación que quedó impune bajo ese tipo de razonamientos.
La voluntad de las mujeres no va dirigida a satisfacer lo que los hombres buscan, ni su libertad puede depender del espacio y el tiempo que “ellos liberen”.
En este contexto, la respuesta de los “hombres dueños y señores” a la libertad de las mujeres está siendo con frecuencia la violencia. Lo vemos en las agresiones sexuales y esa nueva forma grupal de cometerlas y exhibirlas, también en la violencia general contra ellas, y en la ocupación e instrumentalización de los espacios públicos para satisfacer sus deseos, al tiempo que mandan un mensaje de advertencia a las mujeres para decirles que, “o lo hacen por las buenas o lo harán por las malas”, como ahora vemos en esa estrategia de drogar a las chicas en las zonas de ocio.
Lo que ha pasado en Murcia es más grave y va más allá de la acción individual de cada uno de los casos, porque puede formar parte de una nueva forma de satisfacer esos deseos masculinos bajo el dominio y la violencia contra las mujeres. Al igual que en la Nochevieja de 2015 se produjo en Colonia un abuso sexual generalizado a las mujeres que caminaban por sus calles y después se generalizaron ese tipo de conductas, lo que ha sucedido en Murcia puede ser una estrategia que busque “crear un ambiente de ocio donde sea fácil ligar porque las mujeres son muy accesibles”, y que luego no haya responsabilidad porque “los que se aprovechen de esas circunstancias” no son quienes han echado los tóxicos en las bebidas, y todo parezca parte del juego de los lugares de ambiente. La idea es la misma que se ha usado siempre al dejar que las chicas entren gratis en determinados locales para atraer a los chicos, pero ahora se da un paso más y no sólo buscan su presencia, sino que tratan de crear una “situación favorable para el ligue”.
Como decía, creo que puede ser una situación que vaya más allá de lo que ha sucedido en Murcia y habrá que estar muy pendientes.
Y lo más preocupante de todo esto, es que todavía hoy los mensajes para evitar la violencia se lanzan para que sean las mujeres las que adopten medidas que la impidan: que no caminen solas por calles poco transitadas, que lleven el móvil conectado, que no dejen sin controlar la copa que están tomando, que no acepten invitaciones de extraños...
¿Cuándo vamos a decir a los hombres, y de manera muy especial a los jóvenes, que no acosen, que no abusen, que no maltraten, que no droguen, que no violen...? Quizás, cuando empecemos a hablarle a ellos se darán cuenta de su responsabilidad por acción y por omisión, y se pongan en “vigilia” para evitar la violencia machista que llevan a cabo o que otros cometen en su nombre.