Un estímulo verde para reconstruir la economía
Una entrevista con la politóloga Thea Riofrancos.
El Green New Deal es un conjunto de propuestas políticas inaplazables, pero este nuevo acuerdo verde no se consumará si no hay un gran estímulo verde para reconstruir la economía de los países. La politóloga Thea Riofrancos, autora de A planet to win, es una de las firmantes de una carta abierta que propone cómo resolver tres crisis convergentes: la pandemia (y la recesión económica), la emergencia climática y la desigualdad extrema. Esa triple problemática es indisoluble y Riofrancos nos cuenta cómo desatar el nudo gordiano:
ANDRÉS LOMEÑA: ¿La urgencia sanitaria eclipsará el interés por el cambio climático?
THEA RIOFRANCOS: A corto plazo, resulta perfectamente plausible que los legisladores y la atención del público se alejen de la crisis climática, dada la profunda crisis sanitaria actual y la subsiguiente crisis económica. En Estados Unidos, las fuerzas políticas conservadoras son plenamente conscientes de esta posibilidad, y tratan de señalar que cualquier avance respecto al clima, como una legislación sobre infraestructuras verdes, representa una distracción de necesidades mucho más urgentes.
Sin embargo, las conexiones entre la emergencia climática y el coronavirus son más evidentes ahora: las comunidades que corren más riesgo por sus malas condiciones respiratorias o coronarias son las que han estado más próximas a factorías, refinerías y centrales eléctricas contaminantes o directamente tóxicas (un patrón que es una consecuencia del “racismo medioambiental”). Esas comunidades son muy vulnerables al COVID-19, y esta es una de las razones por las que las personas negras se están infectando y muriendo a un ritmo más rápido. En otras palabras, la contaminación por combustibles fósiles es la causa de la crisis climática e intensifica la crisis sanitaria discriminando por raza y clase social. Otra intersección de esta triple crisis se da en las comunidades alrededor del mundo que sufren sequías, incendios, huracanes, inundaciones, temperaturas extremas y otros síntomas del cambio climático, al mismo tiempo que combaten el coronavirus y la destrucción económica.
Desde Ecuador a Australia, vemos que las comunidades recientemente golpeadas por las inundaciones y los incendios son menos resilientes a la expansión del coronavirus, ya que la capacidad del estado para responder a las emergencias está sobrecargada y tanto la evacuación como la acogida son difíciles por los protocolos de distanciamiento social.
A.L.: Muchos celebran el descanso relativo que el confinamiento ha otorgado a la naturaleza.
T.R.: No hay duda de que ha habido un descenso dramático en el tiempo dedicado a desplazarse al trabajo, a viajar y a muchas otras actividades económicas. La distancia social y la obligación de quedarse en casa han supuesto una caída histórica en las emisiones, pero las medidas de confinamiento no son una solución a la emergencia climática. En primer lugar, aunque ese descenso de las emisiones es notable, no es suficiente para poder alcanzar las reducciones propuestas por el informe IPCC de 2018.
En segundo lugar, la recesión económica tendrá un enorme coste humano, con personas de todo el mundo que se verán obligadas a elegir entre el hambre (quedándose en casa, sin ingresos) e infectarse por la vuelta al trabajo, aunque esa disyuntiva ni siquiera se da donde no hay oportunidades de empleo. Esta no es la manera de diseñar una política climática: quienes defendemos el Green New Deal afirmamos que podemos mejorar el bienestar material de las personas ordinarias y reducir dramáticamente las emisiones al mismo tiempo.
En tercer y último lugar, podemos imaginar fácilmente un escenario en el que las emisiones continúan ascendiendo una vez que la pandemia remita, a menos que usemos esta oportunidad para luchar por el Estímulo Verde que hemos propuesto y firmado. Solo así construiremos una economía nueva, moderna, que no esté basada en el carbón y que sea socialmente justa. La exigencia de una recuperación justa y verde está llegando a todo el mundo.
A.L.: El extractivismo será un freno a esos estímulos verdes. ¿Ha analizado el problema de la transición energética en Estados Unidos o en otras partes del mundo?
T.R.: Mi próximo libro, Resource radicals, explora la política sumamente controvertida de la extracción de recursos, concretamente del petróleo y la minería. El contexto político-económico está definido por la marea rosa, la ola de gobiernos izquierdistas que llegaron al poder en Latinoamérica (empezando con Hugo Chávez en 1999), y por el boom de las mercancías, un periodo de precios históricamente altos para los bienes primarios, lo que incluye las principales exportaciones de Latinoamérica. Este periodo duró desde aproximadamente el año dos mil hasta el crash del precio del petróleo en 2014.
Esos dos procesos tuvieron causas diferentes: la izquierda llegó al poder en muchos países de la región por el descontento social creciente frente a las políticas neoliberales y las élites dominantes. El boom de las mercancías, por su parte, fue principalmente el resultado de la rápida industrialización de China y del crecimiento de las clases medias, así como de procesos similares en otras economías emergentes, lo que hacía subir la demanda de materias primas como el petróleo, el cobre, la soja y la carne de ternera.
Los gobiernos recién elegidos de izquierda llegaron al poder en un momento histórico donde los beneficios fluían hacia sus países, así que pudieron gastar más en servicios sociales e infraestructuras. De este modo, se redujeron la pobreza y la desigualdad y mejoraron varios indicadores de desarrollo humano. Sin embargo, el coste de esos avances en el bienestar socioeconómico fue la dependencia posterior del modelo extractivo de desarrollo. Esta dependencia amenazaba los ecosistemas y las comunidades indígenas. Los gobiernos izquierdistas seguían siendo vulnerables a las turbulencias económicas globales, y sufrieron graves crisis económicas cuando el boom terminó.
No obstante, durante aquel periodo hubo una proliferación de nuevas formas de resistencia contra el petróleo, la minería y otros megaproyectos. Hubo nuevas visiones para llegar a un modelo económico justo, democrático y ambientalmente sostenible. Ecuador ejemplificó la disputa entre el gobierno de la marea rosa, que disfrutaba de un gran apoyo, y los movimientos sociales, que exigían una transición postextractiva. El conflicto político partió a la izquierda en dos, con un gobierno autodenominado socialista por un lado, y los indígenas y movimientos ambientalistas por otro.
Mi libro recorre esos conflictos y el contexto político económico en el que se inscriben. El análisis servirá para el estudio de otros conflictos por los recursos más o menos similares. En el mundo proliferan esos conflictos, y la necesidad de una transición energética hacia un modelo sostenible y justo es más urgente que nunca.