Ucrania y Rusia acuerdan proteger a los civiles bajo una incesante lluvia de bombas y las nuevas amenazas de Putin
Los dos países han acordado la creación de corredores humanitarios tras su nueva reunión diplomática, pero los frentes no dejan de recrudecerse.
Diario de guerra, día 8: las negociaciones seguirán; las bombas, también. Superada la primera semana de guerra, el drama no pierde intensidad. Siguen cayendo misiles rusos en ciudades como Kiev, Mariúpol o Chernígov, aumentando la cuenta, ya milenaria, de víctimas militares y también civiles.
La invasión rusa ha entrado este jueves en una nueva dimensión con la captura, anunciada, de la primera gran ciudad ucraniana, la de Jersón, al sur y punto estratégico. De momento, es la única conquista relevante de las innumerables tropas de Moscú, que no consiguen hacerse ni con Kiev ni con Járkov ni con otros enclaves pese al asedio.
La jornada también se analiza en clave humanitaria. Mientras la ONU cifra en más de un millón los refugiados que han salido del país, Ucrania y Rusia han acordado la creación de corredores humanitarios para proteger a los civiles en las zonas “más hostiles”.
Seguirán negociando, pero también batallando, como siguen haciendo con declaraciones cruzadas los presidentes Zelenski y Putin, que intercambian mensajes con evidente carga psicológica para influir en las tropas enemigas. El conflicto se alarga y cualquier arma puede ayudar, también las verbales.
Este jueves se han retomado los contactos diplomáticos entre Kiev y Moscú y de nuevo ha sido en suelo bielorruso, en la región de Brest, cerca de Polonia y de Ucrania.
Del segundo encuentro ha salido el primer acuerdo humanitario desde que comenzó la guerra, con el compromiso mutuo de crear corredores humanitarios para evacuar a la población civil en las zonas más afectadas y asegurar “la entrega de medicamentos y alimentos”. Estas zonas seguras contarán con un alto el fuego temporal para permitir la salida de los ciudadanos, han apuntado las partes. Poco más se sabe de este proyecto, ampliamente demandado por la comunidad internacional.
El resto de puntos tratados no han resultado igual de exitosos. Las demandas de Kiev para un alto el fuego general y una tregua han sido ignoradas por Moscú. Las negociaciones se retomarán en una tercera cita, prevista para la semana que viene, sin que se hayan precisado fecha o localización concretas.
La principal noticia ha estado, desde primera hora, en Jersón, una localidad clave por su cercanía a Crimea y para el control marítimo del sur del país. El alcalde local defiende haber logrado un acuerdo con los rusos para proteger a la población civil.
En otros puntos, la situación es más cruenta. Kiev sigue sintiendo bombardeos, igual que Járkov, donde los enfrentamientos mayoritarios son en el cuerpo a cuerpo entre ambas tropas.
Moscú ya ha advertido de que seguirán bombardeando diferentes puntos de Ucrania hasta “cumplir los objetivos previstos”, sin importar si continúan las negociaciones diplomáticas. Este mismo jueves, sus mandos han advertido de una “catástrofe humanitaria inminente” en Kiev, Jersón, Járkov y Mariupol por culpa de Ucrania.
Por parte de Ucrania, su presidente, Volodimir Zelenski ha elevado el número de bajas rusas hoy a “cerca de 9.000”, mientras que se reconocen más de 2.000 víctimas civiles por los bombardeos.
Después de días sin actualizaciones oficiales, los datos ofrecidos ayer por Moscú (498 muertos rusos y 2.780 ucranianos) no se han alterado.
Este jueves, el registro oficial llevado a cabo por el ACNUR sobrepasa el millón de personas obligadas a dejar sus casas. Es el peor éxodo humanitario en Europa en lo que va de siglo XXI.
El dato, que no deja de crecer a ritmo desolador, deja otro cálculo terrible. La oenegé Save the Children ha remarcado que en ese millón hay más de 400.000 niños afectados.
En una reunión de urgencia de los ministros de Justicia e Interior de los Veintisiete, se ha adoptado una directiva que permite la acogida ilimitada temporal de todos los refugiados que entren a territorio comunitario.
Este medida, prevista para un año pero ampliable a tres, permitirá a la población nacional adquirir y disfrutar de derechos laborales, sanitarios y asistenciales.
Sin embargo, no es una directiva pensada para todos los refugiados. En el caso de los no ucranianos residentes de larga duración, la UE deja a opción de cada estado miembro su asimilación con los ciudadanos de nacionalidad ucraniana o si se les concede un “estatus nacional equivalente”.
Para los migrantes que llevasen menos de cinco años en el inicio de la guerra, de nuevo decidirán los países. Se admite la opción de que cada uno decida su deportación de vuelta a su país de origen si se puede realizar de manera “segura y ordenada”. En caso de que no sea posible garantizarlo, los mismos estados deben otorgar un estatus al migrante que le permita continuar dentro de la UE de forma legal, por ejemplo concediendo el asilo o alguna otra protección internacional.
Su amenaza no solo no decae sino que crece. En una conversación con Macron, la tercera desde que estalló la guerra, el líder ruso le ha expresado que “lo peor está por llegar”, según fuentes francesas.
En un posterior mensaje a la nación, Putin ha insistido en que la guerra, que él llama “operación especial militar” es “contra los nazis”, en referencia a la cúpula ucraniana. En un panrusismo recalcitrante, también ha insistido en que ”nunca” renunciará a su convicción de que “rusos y ucranianos son un solo pueblo”.
Putin niega la versión de Zelenski, que ha dejado caer que Rusia empieza a notar el fracaso en su invasión. También plantea la necesidad de que hablen los dos, “no es lo que quiero, pero es necesario”, ha apuntado el líder ucraniano.
El mandamás ruso ni se plantea esa opción y se limita a callar rumores bajo la consigna de que el ataque se está desarrollando “según los plazos previstos en el plan y todas las misiones se están llevando a cabo con éxito”.
¿Se mueve la UE para dejar de depender (tanto) del gas ruso?
Sí, y de forma rápida. Después del anunciado acuerdo con EEUU para garantizar el suministro en caso de un posible corte desde Moscú, los Veintisiete preparan un plan para restar importancia al flujo desde Rusia, que supone cerca del 40% de su consumo.
La idea es partir del decálogo presentado este jueves por la Agencia Internacional de la Energía (AIE), que plantea no renovar ningún contrato con Rusia y en cambio acelerar la instalación y utilización de nuevas instalaciones eólicas y solares, lanzar medidas para garantizar el suministro a los consumidores vulnerables o agilizar la sustitución de calderas de gas por bombas de calor.