Tertulianos
La semana pasada, a raíz de las ocurrencias de la exministra Tejerina, me llamaron para participar en uno de esos programas matutinos de actualidad, cotilleos y colchones viscoelásticos.
La verdad es que estaba en racha: justo un día antes habían contado conmigo para una ponencia sobre el uso que nuestros adolescentes hacen de las redes sociales. ¿Sería que algo estaba cambiando y, por fin, iban a invitar a profesores en activo para hablar sobre temas educativos? En fin, de ilusiones también se vive.
El caso es que compartía espacio televisivo con una especie invasora de esas que alteran y modifican los ecosistemas hasta hacerlos suyos: los tertulianos.
El tertuliano es una persona que lo mismo te habla de las subidas de las hipotecas que del procés. Lo mismo dicta sentencia sobre la violencia machista que cambia, en un triple carpado, a las pruebas PISA; no sin antes hacer alguna mención a la política exterior de, yo qué sé, Israel, por ejemplo.
El tertuliano entiende de todo. Y entiende de todo porque de nada sabe. Hace tiempo, por culpa de Juan José Millás, me aficioné a ver en directo la vida de una familia de cigüeñas en Alcalá de Henares -hay quien ve Supervivientes, así que decidí no darle demasiada importancia al asunto-. La escena más entrañable, sin duda, se lograba cuando la madre alimentaba a su cigoñino, que no podía valerse aún por sus propios medios, depositando en su pico los insectos a medio deglutir.
La tierna imagen se repite a diario: los tertulianos son nuestras mamás cigüeñas que depositan en nuestros incapaces picos la actualidad ya tamizada, ya digerida, ya filtrada por su omnisciente punto de vista. ¿Para qué pensar por uno mismo cuando puedes coger la opinión prefabricada que más te guste del escaparate que nos muestran a diario?
El contraste, en el programa, entre el osado atrevimiento de quien se cree capaz de hablar de un tema por lo que haya leído en un periódico media hora antes y los que nos dedicamos a la docencia, a diario, desde hace más de una década, se notaba a la legua (como el nido de las cigüeñas en lo alto del Ayuntamiento): cuando me hicieron una pregunta sobre Primaria, pasé la cuestión a mi compañero reconociendo mi ignorancia en esa etapa educativa. Cuando preguntaron a mi compañero sobre las pruebas PISA a los alumnos de 15 años, hizo lo propio conmigo. Los tertulianos no: sabían de Primaria, de Secundaria, de pruebas PISA y del crotoreo de la cigüeña en celo.
Pero como en televisión el tiempo es oro y la opinión de los que se dedican, profesionalmente, a los asuntos objeto de debates vale tan poco, enseguida nos cortaron y dieron cancha al debate crotoreril entre tertulianos.
Cuando pasaron al tema siguiente, no pude más que preguntarme si de ese tema sabían tan poco como de educación.